pamplona - A las puertas del 22 de mayo, fecha en la que produjo la fuga del Penal militar de Ezkaba en 1938, Luis Garde presentó ayer en la librería Auzolan El silencio del cazador, su particular forma novelada de acometer aquel luctuoso episodio. El libro, publicado por Pamiela, es la versión en castellano de Ehiztariaren isilaldia (editado hace un año).
Pello Elzaburu, de la editorial Pamiela, destacó la trayectoria poética del escritor navarro, de la que se ha desmarcado momentáneamente con esta novela, e incidió en que se trata de un libro sobre la memoria histórica pero en su más amplio sentido, “es un libro con muchas esquinas, muy poliédrico, que plantea preguntas más que ofrecer respuestas. Preguntas como ¿por qué no nos ha llegado esa memoria? o ¿cómo hemos ido descubriendo eso que se nos ha ocultado o que se ha olvidado, consciente o inconscientemente?”.
Por su parte Luis Garde, explicó que “desde que empecé a escribir esta novela me pareció interesante que saliera también en castellano (sus poemas solo han visto la luz en euskera) para que pudiera llegar esta historia a la gente de Pamplona que no lee en euskera. Como uno tiene sus vicios como creador, a la hora de traducir no sé coger una cosa sin cambiarla, modificarla o hacer añadidos. Y en este proceso me fueron saliendo cosillas nuevas hasta que engordó en 80 páginas, en las que hay hilillos nuevos y alguna pequeña investigación bibliográfica”.
En cuanto al desarrollo de la obra, Garde apuntó que, principalmente, hay “dos narraciones. La primera sería la propia de la fuga, que aparece de forma ficcionalizada a través de la historia de dos fugados y lo que van viviendo durante dos días por los montes y valles alrededor de Pamplona. Hablan entre ellos y de esa manera vamos recogiendo información de la propia fuga o de sus vidas anteriores a haber caído presos”. Se trata de un chico joven, de profesión resinero, y un maestro que además ejerce de narrador. “La narración se formaliza a través de un monólogo interior, estructurado casi como prosa poética. De esta forma conocemos sus ideas y sus pensamientos”. La segunda narración, diferenciada con un tipo de letra distinto, es el alter ego del propio escritor. “Una persona que escribe poemas, como yo, pero que no soy yo, aunque tampoco dejas de ser tú... Él va haciendo su pequeña investigación bibliográfica a la par que mete tanto sus reflexiones como entrevistas con una nieta de un fugado y con uno de los fugados”. La narración se completa con varios poemas, en euskera y en castellano, relacionados con la fuga de Ezkaba.
En cuanto al particular estilo a través del que se desarrolla la novela, Luis Garde matizó que, “se trata de una novela puzle, acuarela, híbrido, mosaico, incluso alguno le ha llamado saco, lo que le ayuda a pervivir, ya que se adapta. Simplemente es literatura, en la que entra todo siempre y cuando sea pertinente. Por ejemplo, algunas de las reflexiones del narrador son como pequeños ensayos, principalmente sobre la memoria, que es sobre lo que gira el libro y que va más allá de la fuga de Ezkaba, es decir, no solo hace referencia a la memoria histórica sino a la colectiva y personal, ya que de alguna forma vemos como todos estos sucesos le afectan, en lo personal y también en lo familiar, hasta el punto de que se produce una implicación creciente del narrador con los hechos que está narrando. Y la verdad es que tenía ganas de escribir algo en lo que el narrador se pilla los dedos con lo que está contando. De hecho, por lo que escribí el segundo relato, el que tiene lugar en el momento actual, es porque creo que no se puede escribir una novela histórica sobre Ezkaba, ya que está todavía vivo: continuamente salen informaciones, nuevas investigaciones, cuerpos que se descubren, ocultaciones... o vemos cuánto cuesta cambiar el nombre de una calle dedicada a un ejecutor. Creo que está vivo precisamente por ver cómo se intenta ocultar algo que supuestamente está muerto, aunque no estén vivos ni los ejecutores ni las víctimas directas. Pero el silencio es algo que se ha ido transmitiendo de generación en generación, pegado a un dolor que no ha salido del todo, que no se ha cerrado”.
Garde resaltó también el papel de Pamplona como un personaje más de la novela. “Es más que un escenario, ya que los recuerdos de infancia del segundo narrador, en la Rochapea, descubren las faldas de Ezkaba como lugar de juegos y de parranda que posteriormente se mezclan con el conocimiento de lo acontecido y que dan lugar al malestar del que nace la novela”.