pamplona - Las películas de historias cruzadas son casi un género, ¿por qué optó por esta estructura?
-Soy fan de las historias cruzadas y, además, me gustan mucho las películas a tiempo real, es decir, que lo que dura la trama es lo que dura la película. Pero cuando nació la idea no lo vinculé a esta forma de contar, sino que me centré más en que todo sucede de madrugada, que es un momento que tiene algo onírico, especial, que te activa la imaginación. Hay gente muy curiosa a esas horas por la calle. Recuerdo que cuando yo estaba en la carretera en esos momentos de repente me llamaba la atención un taxista que llevaba a una chica, o un autobús, una ambulancia... Y me preguntaba de que estaría hablando esa gente. Ahí está el germen de este proyecto y me dije por qué no hablar de vidas cruzadas en la carretera que en cierta forma tuvieran un cierto vínculo entre sí, pero que, a la vez, hubiera una historia diferente para cada vehículo.
Ese vínculo es el amor y, claro, también el desamor.
-Efectivamente. Luego se habla de muchas más cosas como la cobardía, la soledad... De hecho, el programa de radio que suena es tipo Hablar por hablar, al que suele llamar gente solitaria, con falta de cariño. Es verdad que en cada vehículo hay una historia diferente; cada personajes carga con su equipaje vital y lo que vemos son vidas en movimiento, se mueven igual que las ruedas que los transportan. Quería hacer ese paralelismo incluso con el título.
Los personajes son aparentemente muy distintos, tienen distintas edades, profesiones, ilusiones...
-Hay algo que es universal, y es el amor y, por contra, el desamor. Y eso no entiende ni de clases sociales ni de edades. Se puede amar como niño a los 50 años y el primer amor de la adolescencia es único, con esa mezcla de admiración y atracción. Quería plantear un abanico grande de personas, desde una pareja adolescente, a otra que ya entra en la treintena, otra ya mayor... Quería hablar de este tipo de historias en las que hay algo muy poderoso, porque el amor mueve muchas cosas. Y también quería hablar del destino.
¿En qué sentido?
-Hay un momento en la película en la que un personaje le pregunta a otro ‘¿tú qué tomas para ser feliz?’ y le responden ‘decisiones’. Y es verdad, las decisiones son fundamentales, pero también es cierto que hay cosas que se nos quedan grandes, que están fuera de nuestro control. Independientemente de tus creencias, hay cosas que se nos escapan, cosas externas a nosotros que nos pueden cambiar de la noche a la mañana.
El azar tiene un componente muy atractivo.
-Totalmente. No quiero descubrir mucho, pero a veces dentro de una situación de caos aparece algo que cambia las cosas. Uno de esos momentos vive el personaje de Carmen Machi, y se redime.
La noche y la ciudad también son protagonistas.
-Quería mostrar la ciudad desde el cielo, como un laberinto en el que, de repente, descubrimos a una serie de vehículos en marcha, moviéndose en distintas direcciones, aunque finalmente acaben en un mismo punto. Puede que a alguien le parezca que esto es un guión y estas cosas no pasan, pero pasan, la realidad supera la ficción muchas veces. Un cúmulo de circunstancias y de casualidades hace que todo fluya y confluya.
¿Qué ha sido lo más complicado a la hora de armar estas historias?
-Lo más complicado ha sido hilar y, a la vez, no adelantar acontecimientos. Cuando vas a ver una peli de historias cruzadas, sabes que existen un vínculo o muchos, pero yo he procurado ir lanzando pistas muy, muy sutiles. Mi objetivo es que hasta el final no terminases de armar todas las piezas. Y eso seguramente fue lo más difícil en la parte del guión.
¿Cómo fue el casting?
-El único actor que entró desde el minuto cero fue Rafa Ordorika, el copiloto de la ambulancia, que ha participado en muchos de mis cortos. También tenía a Pilar López de Ayala en la cabeza y, en cuanto al resto, empecé a pensar en qué actores podían encajar con los personajes una vez que acabé el guión. Influía el físico, porque, por ejemplo, al camionero me lo imaginaba grandullón y bonachón. Y tuve la gran fortuna de que los actores se enamoraron de la historia nada más leerla.
Vemos a algunos en registros que últimamente no trabajan tanto.
-Otro de los retos de la película era colocar a actores como Karra o Carmen en perfiles dramáticos, y sabía que eran capaces de hacerlo. Ahí está el resultado. Y al revés, poner a una actriz como Pilar López de Ayala, asociada quizá a papeles más intensos, en un rol débil y tragicómico. La dirección de actores es algo que me fascina y hemos hecho un trabajo muy, muy minucioso, sobre todo porque, como trabajaba con los actores por separado, tenía que conseguir que todos estuvieran en el mismo tono. Se trataba de ofrecer verdad absoluta, sin perder esa comicidad, esa gracia o esa espontaneidad para que no parezca que es el dramón del siglo. Todos los mensajes llegan mejor con humor.
¿Por qué rodaron en Pamplona?
-Una realidad clave son los incentivos fiscales. Aquí estáis de enhorabuena, esto da muchas facilidades a los productores. La película es tramposa porque parece que está rodada toda en la misma ciudad, pero hay una gasolinera de aquí, una calle de Pamplona... Momentitos. Además, no he querido hacer una postal de Barcelona, por eso no salen ni la Sagrada Familia ni la Torre Agbar; lo que me importaba era que era una gran ciudad, por la soledad que se produce en estos sitios... Esta historia es universal y podría pasar en Madrid, Nueva York...
Esta película nada tiene que ver con su ópera prima, ‘Cómo sobrevivir a una despedida’.
-Es totalmente diferente. La gente que me ha seguido en el mundo del corto, con títulos como Pipas o Camas, me reconocerá más en Rumbos. Yo me había creado un universo en el que el humor era desde un lugar más sincero, cotidiano, costumbrista, y en Cómo sobrevivir era el desparrame total. Era un encargo, el guión me vino hecho y, aunque lo hice mío, era una película de palomitas y Coca-Cola para un público adolescente. La productora que me lo ofreció había hecho Luces rojas o Gran Piano y para su primera película en castellano me vinieron a buscar a mí, así que creo que ni me leí el guión (ríe). Y, bueno, era un reto, me desmarcaba de mi mundo, pero parecía algo divertido, una comedia de manual, y en realidad fue todo un aprendizaje.
Una directora tiene que estar preparada para todo.
-Claro. Me considero muy autora, pero por qué no voy a poder dirigir por encargo. Todo es positivo. Nada es por nada. Al fin y al cabo, ese proyecto me abrió la puerta de Atresmedia para hacer Rumbos.