Que el rock no entiende de edades es algo por todos sabido, pero tampoco entiende de estaciones ni de temperatura. Basta como ejemplo la quinta edición del seminario de música moderna que a lo largo de estos días se imparte en la escuela de música de Sangüesa, y cuya característica principal es que los profesores son, desde su primera convocatoria, músicos profesionales de un grupo de rock, labor que este año ha recaído en el grupo navarro Vendetta.
Con una ocupación récord, cuenta con 58 alumnos (que pagan una matrícula de 175 euros); es decir, casi no pueden acoger más inscripciones. Tras esta semana intensiva de clases, por la mañana y por la tarde, hoy tendrá lugar el concierto fin de curso, en el que los combos de diferentes edades ejercerán como teloneros de lujo del concierto que ofrecerá Vendetta en la plaza de las Arcadas. Con entrada libre, los alumnos actuarán a partir de las 23.00 horas, mientras que los autores de Begitara begira lo harán a partir de las 00.30 horas.
Según explican los directores del seminario, Jaime Alvarellos, Javier Ramos y Óscar Lacunza, “lo que pretende este concierto, además de la actuación de Vendetta, es que los alumnos del seminario toquen las canciones que han preparado durante la semana pero en un escenario profesional, de forma que disfruten de la experiencia de contar con un equipo profesional, con monitores, juego de luces, etcétera”.
Por su parte, los músicos de Vendetta, que repiten experiencia, ya que fueron los encargados de inaugurar este particular seminario hace cinco años, aunque exhaustos (la noche anterior habían tenido concierto) se mostraban especialmente satisfechos con la experiencia. “Si este tipo de historias no las hacemos nosotros, los grupos, para que la música siga ahí, potente, quién lo va a hacer. Si somos un referente para los chavales creo que es nuestro deber ponerte al lado de ellos y decirles: “Vamos a currar”. Y si queréis dedicaos a esto, yo os voy a decir que estoy encantado de ser músico”, explica Luisillo Kalandraka, bajista de Vendetta. Pero, que nadie se lleve a equívoco, no solo las alumnas y los alumnos aprenden en este seminario, los músicos también se llevan en la mochila su particular aprendizaje. “Para nosotros, por ejemplo -explica Pello Reparaz, trombonista y voz de Vendetta- es la misma sensación que cuando viajamos al Sáhara. Vas con la intención de aportar, o sientes la responsabilidad de aportar algo a otras personas, pero, en realidad, el resultado es que cuando vuelves del Sáhara, o cuando se termine este seminario, es que ellos te han aportado más a ti que tú a ellos. Y eso es algo que te llega un montón porque es algo mutuo... mutuo con los organizadores, y entre los chavales y nosotros”.
En cuanto al planteamiento lectivo propiamente dicho, aunque no está exento de técnica, lógicamente implica otras enseñanzas que no son al uso oficial. “Los grupos digamos que están organizados por instrumentos, que es con lo que se arrancan las clases, pero luego se forman cinco diferentes combos para dar forma a las canciones, ya que todo está enfocado al concierto de hoy. Es decir, el objetivo es que en cuatro días cada grupo de chavales domine, mínimamente, un par de temas para poder enfrentarse al público”, explica Enriko Rubiños, baterista de Vendetta, quien también desgrana la particular metodología que practican. “Lo primero que hacemos es enseñarles la canción, para que sepan por dónde va el tema y puedan tocarla, pero luego intentamos que expresen lo que llevan dentro, en el sentido de que hagan la canción suya, buscando lo que sería la actitud en el escenario y la provocación de una reacción en el público. Los chavales, cuando empiezan con un instrumento, lo primero que hacen es centrarse en su partitura, mirando a ver si les sale o no, lo que les hace olvidarse de lo que tienen enfrente y de la reacción que tienen que conseguir; nosotros lo que intentamos es abrirles un poco ese campo”, apunta de nuevo Rubiños.
A este método hay que sumarle la dificultad añadida de la diferencia de edad entre los alumnos. “Lo que yo veo -apunta Luisillo- es que cuanto más txikis son más fácil se despistan (risas). Pero, ya en serio, un txiki y un gran casi tienen la misma actitud en cuanto se ponen a tocar”. “Hay chavales con 16 años que tienen mucho desparpajo, se les ve maneras y tiene ganas de recibir ese feedback del público, digamos que ese campo ya lo tienen abierto. Y es que hay alumnos que se han hecho los cinco años de seminario, y eso se nota, por ejemplo, en el dominio de instrumento. Yo tengo un chaval que ya está para darle una patada y lanzarlo a tocar donde quiera, pero otros están sin romper el cascarón”, matiza Enriko Rubiños.
En cualquier caso, lo que parece claro es que el rock se aprende mejor con este tipo de enseñanza que con las completamente regladas. “Lo que yo hago aquí no difiere mucho con lo que hago durante el curso -apunta de nuevo Enriko Rubiños, que es profesor de la escuela de música de Berriozar-. Hay que tener en cuenta que todo el mundo que estudia música no quiere hacer rock: existe el clásico, el jazz, el folk... En el clásico te expresas de otra manera, son otros movimientos y otras sensaciones, no estás dando saltos”.
“Lo que marca la diferencia en un seminario como este es la intensidad”, explica uno de los directores del mismo, Javier Marco. “Durante el curso, se trabajan todos los tipos de música, pero durante el periodo lectivo normal los chavales tienen que compaginar la música con los estudios y otras actividades, mientras que aquí solamente se estudia música, sin interferencias de otro tipo. Viven, sienten y tocan para esto; esa es la diferencia, además de que la docencia se completa en este caso con la convivencia”.
Origen. El seminario nace de la iniciativa de Jaime Alvarellos por intentar transmitir a los alumnos un contacto con músicos que viven de la música, no solo docentes. El primer año los profesores fueron Vendetta, que repiten este año, grupo al que le siguieron Betagarri, Canteca de Macao y Alameda do soulna. Alvarellos apunta que, “como músico callejero, aunque estudié en Musikene, te das cuenta enseguida que las escuelas regladas tienen ventajas pero les faltan otras cosas que el músico forjado en la calle posee y que las escuelas de este tipo no enseñan. Y eso lo que yo quise aportar, la experiencia de un grupo que trabaja profesionalmente”.
Apoyo institucional. Ángel Navallas, alcalde de Sangüesa, se mostró ayer especialmente contento con la respuesta que está cosechando el seminario. “Esta idea nació hace cinco años cuando hicimos una apuesta por la escuela municipal de música lo que, a su vez, nos llevó a pensar que había que hacer algo diferente para enganchar a la gente. Y la verdad es que cada concierto final de los seminarios es un subidón. El seminario está consolidado pero hay que tener en cuenta que no sería posible sin los grupos que se prestan a venir, los profesionales de la escuela y la aportación económica que, realmente, no es del Ayuntamiento, sino de todos los vecinos de Sangüesa, ya que invertir en cultura es un lujo”.