pamplona - ¿Cómo vive estos momentos previos?

-Con muchas ganas de que comience y de disfrutar. El festival es el momento de celebrar todo el trabajo realizado, el encuentro entre todos los artistas que van a venir, el público y los profesionales que han participado hasta ahora y que van a seguir participando, como la gente de producción, comunicación, diseño... ¡Quiero que empiece ya!

Ha pasado años trabajando fuera, ¿por qué decidió volver y por qué se presentó a la dirección artística del Festival de Danza Contemporánea de Navarra?

-He estado 13 años viviendo y trabajando en danza y con artes del cuerpo en Brasil, y ya hacía un tiempo que tenía ganas de volver. No sabía si a Pamplona exactamente, pero sí a Europa. Al final decidimos instalarnos en Madrid y dos meses después de llegar salió la convocatoria. Me presenté porque me hacía mucha ilusión poder aportar toda la experiencia que había adquirido en los últimos años en estos momentos de cambios de políticas culturales en nuestra comunidad.

¿A qué se refiere?

-Estamos viviendo un momento muy bonito. Se están abriendo caminos y me encanta la idea de poder participar en este proceso. Además, los ojos de mucha gente del sector de la danza y del arte contemporáneo están siguiendo con mucha atención lo que pasa en Navarra.

Se licenció en Historia del Arte, ¿cómo se acercó a la danza?

-No fui yo la que busqué a la danza, sino que ella me buscó a mí. Ya llevamos muchos años en que las fronteras entre los diferentes lenguajes artísticos se van difuminando, y a mí lo que me interesa es el arte contemporáneo. La danza es una expresión más de él y tiene una gran facilidad para fusionarse con otros lenguajes. Además, la danza contemporánea vive un momento interesante en esta búsqueda de ir más allá, de contaminarse con otros lenguajes y dejarse contaminar de ellos. Eso me gusta mucho.

¿Es la hibridación el futuro de la danza?

-No solo de la danza. Es el camino que se está andando desde hace un tiempo. Dejamos de hablar de bellas artes para hablar de artes. Se ha abierto todo un abanico de posibilidades en el que las etiquetas pueden servir para contextualizar, pero la mayoría de las veces nos limitan el entendimiento. DNA se llama Festival de Danza Contemporánea, pero para mí más bien es un festival de arte contemporáneo en el que el cuerpo tiene un papel principal.

¿Mientras vivía en Brasil, sabía lo que sucedía en la danza contemporánea en Navarra o tenía contacto con artistas de aquí que se buscaban la vida donde podían?

-Sí, claro, eso es lo que les ha pasado a casi todos los artistas. Por un lado, la gente que trabaja con arte contemporáneo y quiere continuar su formación y profesionalizarse normalmente acude a los polos de producción cultural con más posibilidades, que suelen estar en Madrid, Barcelona o en otras ciudades de Europa. Pero, por otro, a esto hay que sumarle que la falta de atención que se ha producido por parte de las instituciones navarras a la cultura contemporánea provocó una diáspora de talento. Yo sí que seguía a algunas artistas, no tanto como quisiera, porque he estado muy concentrada en la danza brasileña.

Fue seleccionada para la dirección del DNA en enero y el sábado comienza su primera programación internacional en Navarra. Habrá sido todo un esprint.

-(Ríe) Sí, ha sido una carrera. Realmente, es poco tiempo. Al principio centré mis esfuerzos en conocer al mayor número de personas del sector, de las instituciones, de los espacios... Yo hasta ahora no había trabajado con un gobierno y he tenido que aprender mucho sobre esto y sumergirme en el contexto de la danza en Navarra y de las comunidades vecinas.

En ese sentido, seguro que ya le bulle la cabeza pensando en el tiempo que tiene para 2018.

-Claro. Me bulle desde el primer momento porque el festival no se construye en tres meses, se va haciendo a lo largo del año y al final lo que se hace es concretar todas estas ideas y sueños junto con el equipo de producción y de comunicación. Pero sí, sí, ya hemos pedido subvenciones para el año que viene.

¿Un presupuesto de 104.000 euros es suficiente para una actividad de estas características?

-¡Qué te voy a decir yo! (Ríe) Siempre es interesante ampliar el presupuesto, cuanto más recursos económicos y humanos pones en un proyecto, más potente es. De todos modos, estoy acostumbrada a hacer mucho con muy poco. He estado tres años de coordinadora de la Red Sudamericana de Danza y he trabajado en programas de Latinoamérica en los que la falta de dinero se sustituía con la voluntad y el deseo de trabajar en colaboración con otros. Y con el cariño de un montón de gente. Además, se trata de saber qué partido sacarle al dinero que tienes, a través de colaboraciones, de apoyos como el del Ayuntamiento de Pamplona, de trabajo con espacios, con la Red Navarra de Teatros, con empresas... Una base inicial se puede duplicar o triplicar de esta manera, sobre todo si trabajamos con tiempo, que para 2018 lo tendremos.

¿Se ha encontrado las puertas abiertas en el terreno de las colaboraciones?

-No me puedo quejar. Desde que empecé a hablar de las ideas, los proyectos y la programación noté que había ilusión tanto por parte del Servicio de Acción Cultural como de espacios como el Gayarre, Baluarte o los escenarios de la Red de Teatros. Estoy muy contenta, el tiempo ha sido muy poco y hemos tenido que hacer un esfuerzo titánico, pero la recepción ha sido muy buena. Ahora lo que importa es que la gente participe de las actividades y vaya a ver las obras.

¿Y qué hay del sector?

-Pues están contentos, pero hay que tener en cuenta que esta solo es una iniciativa más. Tiene el papel de dar visibilidad al sector en general y a proyectos que de otro modo sería más complicado mostrar. Un festival concentra mucha energía en un momento determinado, pero también debe ser la celebración del trabajo que se hace durante el resto del año. Y eso hay que cuidarlo. El festival debe ser un agente más en esta dinámica de llevar el arte contemporáneo a las personas.

Entrando en la programación, ¿cuáles son las premisas que tenía claro que debían guiar sus pasos?

-Quizá la característica más visible del festival sea su diversidad. Diversidad de formatos, que haya obras para el gran público, espectaculares, pero también otras que son resultado de un proceso de investigación del cuerpo. La accesibilidad era importante para mí, por eso hay propuestas con las que quería que, sin perder su calidad artística y su deseo de innovación, llegasen fácilmente y la gente pasara un buen rato con ellas.

Póngame algunos ejemplos.

-La mezcla de lenguajes en la programación es muy interesante. Por ejemplo, te recomiendo ir a ver a Faustin Linyekula el jueves 25 de mayo si te gusta la danza contemporánea, pero también si te gusta el rock, la danza afro o la poesía. O vete a ver Oskara Plazara, de Kukai -domingo 28- si te gusta la danza contemporánea, pero también si te interesa la danza tradicional vasca o si te gusta el cine documental, porque se podrá ver cómo han filmado el proceso los navarros Pablo Iraburu e Iñaki Alforja. Y a los que les gusta la danza moderna les encantará la compañía de Martha Graham.

La diversidad también está en la procedencia de artistas y compañías.

-Para mí es muy importante el equilibrio entre lo local y lo internacional; tener una mirada internacional que pueda traer a Navarra una pequeña panorámica de la producción contemporánea que hay en el mundo, sin la visión eurocéntrica que suele dominar. Yo he trabajado muchísimo en proyectos en Latinoamérica, y, lógicamente, mi tendencia será seguir con esos contactos. Este año tenemos dos obras brasileñas y también artistas de Uruguay, Costa Rica y Chile. Y luego me interesa mucho el arte contemporáneo africano en general porque no solo tiene un nivel muy alto, sino que es una forma de resistencia. Imagínate lo que puede ser hacer danza contemporánea en el Congo. Se trata de traer otras formas de producir, de hacer y de ver la danza.

Enriquece a público y a artistas.

-En todos mis proyectos intento que los artistas estén en la ciudad el mayor número posible de días, y a ser posible, que hagan una residencia o un taller. Estoy contenta porque ya en el primer año hay cuatro residencias, como los siete artistas de coLABoratorio, que están en el Centro de Huarte desde el 29 de abril, Día de la Danza, y que participarán en el festival a través de distintas interferencias. Eduardo Fukushima está en Lesaka finalizando su nueva obra, que preestrenará el 3 de junio. Me encanta que esté allí. Es otra forma de crear público, llegas a la gente a través del afecto, de las relaciones que se establecen a través de la convivencia, la curiosidad, los talleres...

Han implicado a nueve localidades en la programación.

-Es que si un festival es en Navarra tiene que estar hecho aquí y no en cualquier otro sitio. El programa tiene que comprometerse a explorar y ver cómo conectar esa mirada local con esa mirada internacional, teniendo en cuenta las peculiaridades geográficas, sociales e históricas de aquí.

¿De ahí la ecopolítica como eje vertebrador del programa?

-Claro. Me interesan mucho las relaciones entre arte, cuerpo, danza y naturaleza. Además, cuando vivía en Brasil echaba mucho en falta nuestro árboles y nuestros bosques. Y la diversidad de la naturaleza. En pocos kilómetros tenemos paisajes muy diferentes. Por eso cuando pensé en un festival para Navarra tuve claro que la biodiversidad tenía que estar presente, así como la necesidad de concienciarnos de que la tenemos y de que debemos cuidarla. Varios de los trabajos hablan de ese tema, desde Rice, de Cloud Gate Dance Theatre, hasta Transoceánica, de las navarras Uxue Montero y Carmen Larraz, o Extraños mares arden, de Laida Azkona y Txalo Toloza.

Sin olvidar Árboles, en el que quieren implicar a mucha gente en la calle.

-Ojalá que sí. Necesitamos que se apunte la gente.

Ha mencionado al público en varias ocasiones. Está claro que la danza no anda sobrada de espectadores en Navarra y en el Estado, ¿qué habría que hacer para cambiar esa dinámica?

-No sé, tener imaginación... Hay que trabajar con seriedad con la cultura contemporánea en general con políticas que trabajen en colaboración con el sector, escuchándole, con programas estables de formación de públicos y de formación en las escuelas. No existe una sinergia entre lo que se hace desde Cultura y lo que se hace desde Educación y eso es importantísimo. Se trata de educar la sensibilidad de las personas. Si lo dejamos todo en manos de lo que vemos en las películas de Hollywood o de lo que recibimos de la televisión... Si nuestra educación estética viene solamente de la cultura del entretenimiento, luego tendremos problemas para que la gente se interese por otro tipo de iniciativas artísticas.

¿Y qué sensación le gustaría tener el 4 de junio, cuando acabe el festival?

-Me gustaría comprobar que a la gente le ha interesado la propuesta que hemos hecho. Me quedaría contenta sabiendo que la gente ha respondido, que ha ido a ver las cosas, que le han gustado y que le han hecho pensar.

Nombre. Isabel Ferreira.

Lugar y fecha de nacimiento. Pamplona, 1970.

Formación. Es graduada en Historia del Arte y actualmente está cursando un Máster en Historia del Arte y Cultura Visual.

Trayectoria. Ferreira se dedica a la gestión cultural y la programación. En los últimos años su trabajo ha tenido como foco la realización de proyectos que incentivan la creación de espacios de encuentro y reflexión en torno al cuerpo como territorio de lo político y a las interferencias entre arte y activismo. Desde 2006, forma parte del equipo de dirección Bonito & Compri, una productora con sede en Río de Janeiro con la que ha realizado diversos proyectos en el ámbito de la danza, performance, artes plásticas y cultura viva.

Proyectos. Desde 2010 dirige el ComPosiçoes Políticas, un proyecto de encuentros, residencias artísticas de creación, exposiciones y acciones performáticas. Por otra parte, es fundadora del Laboratorio de Disidencias Creativas (2013-2016), coordinadora de la Red Sudamericana de Danza (2008-2011) y asistente de dirección del Festival Panorama de danza de Río de Janeiro (2006-2008).

Contrato. La dirección artística del DNA está dotada con un importe de 11.000 euros en concepto de honorarios en su edición de 2017. El plazo de ejecución del contrato es hasta el 30 de junio de 2017.