Pamplona - “Tengo mucho morro, me llega de aquí a Pekín”, explica Mario Vaquerizo, líder de Nancys Rubias, grupo que ha editado esta semana Marcianos Ye-Yés (Warner), un disco fiel a las influencias de este showman aunque también con una cierta reinvención visual. Vaquerizo inicia una gira de presentación que simultaneará con sus colaboraciones en la radio y en el programa televisivo Zapeando de laSexta.
Mucho tiempo sin disco nuevo, ¿no?
-Unos tres años, desde el EP Amigas, que tenía cinco temas. Es que la popularidad se tradujo en muchos conciertos y nos acomodamos. Al final, hace casi dos años, nos cansamos de cantar lo mismo y Mauro Canut y J. C. Moreno se pusieron a componer.
Pues han tardado lo suyo.
-Es que las canciones no eran de nuestro agrado al 100% y, por ello, optamos por abrir esa endogamia laboral y buscar algo nuevo con Guille Milkyway, al que conocía de mi trabajo como manager de Fangoria. Nos ha hecho tres canciones.
¿Faltaba aire fresco?
-Sí, como en las relaciones de amor o amistad. Uno se acomoda y entra en una monotonía absurda que no es buena.
La imagen actual de las Nancys ofrece una reconversión visual.
-Clarísimamente. Pasó lo de acomodarse también con nuestras pintas más rockeras. Ahora somos hippies psicodélicos de fines de los 60. No en vano, me encantan Robert Plant, Aerosmith, Janis Joplin, The Doors... Nos lo propusieron... y aquí estamos, en plan psychedelic chic, como dice Fabio McNamara (risas). Y nos sentimos cómodos con el cambio.
La actitud de las Nancys sigue ahí.
-Nuestra actitud es muy lúdica, de pasarlo bien y divertirse. Eso sí, siempre nos tomamos la música en serio, antes era una afición y ahora vivimos de ella. Sin haberlo pretendido, además.
Y ese título, Marcianos ye-yés, ¿de dónde sale?
-Somos ye-yés y somos unas marcianas. Es cierto que contamos con ayuda de Nacho Canut (exPegamoide y Dinarama, ahora mitad de Fangoria), la sexta Nancy, la ilustrada y la genia, pero somos marcianas porque somos underground por nuestra propuesta y forma de hacer aunque, a la vez, somos mainstream porque acudimos a festivales, televisiones... Es una marcianada para un país en el que no sales en ningún sitio si no eres nº 1. Nosotras estamos en un nivel intermedio, sin sonar en las radios comerciales, pero salimos en Salvados y El hormiguero.
¿Nunca serán un éxito comercial?
-No creo; desgraciadamente, no estamos en países como Inglaterra, donde no hay tanto prejuicio y fundamentalismo. España deja mucho que desear culturalmente; sin desmerecer a nadie, ¿eh? Si lo nuestro no es nada nuevo...
En este disco canta “sigo siendo un poco raro”.
-Así me siento al oír las radios y ver las listas de ventas, aunque yo no me veo raro. A fin de cuentas, interpretamos canciones muy pop con melodías pegadizas y estribillos arrebatadores. La salvedad está en las letras de Nacho, basadas en su universo y en nuestras influencias y experiencias personales. ¡Encantados de ser unos marcianos!
Y fieles también a las referencias de siempre, ¿verdad?
-Ramones, el punk, la electrónica, el pop, Sigue Sigue Sputnik... Me encanta reinventarme pero nunca cantaré flamenco jondo ni ópera. Somos fieles a nosotros mismos y no dejamos de ser pop, con una mezcla de influencias como el heavy, el punk, Moroder, la disco-music... Ahí está esa versión de Baccara que hacemos. Tenían canciones buenísimas. Y volviendo a lo ye-yé, nos gustan Marisol, Los Brincos, Conchita Velasco con Algueró, y su relación con las folclóricas como Lola Flores, Marujita, Carmen Sevilla...
¿Cómo explica a un ortodoxo que la Carrá y la Flores son rock?
-No me interesan los intransigentes, no me escucharían porque no ven más allá. Les he sufrido en mis carnes con el proyecto Ramonsters, con Manolo UVI, en el que hacíamos versiones de Ramones. Cierto rockerío absurdo nos dio la espalda. ¡A Manolo UVI! Paso de ellos, no busco gustar a todos.
Son urraca, de este disco, habla de eso, de la gente tóxica.
-Es gente que da pena porque debe de estar aburrida. Y que en pleno siglo XXI se dediquen a destrozar ilusiones y el trabajo de la gente... No me gusta lo tóxico y el mejor desprecio es no hacer aprecio. Indiferencia total, vamos.
Otro tema es Alfabeto Nancy.
-Sí, no faltan en él palabras como amiga, cervecita, Olvi, Bowie...
Y Tony Leblanc y Lemmy, de Motorhead, a quienes unen.
-Son dos estrellas ambos. Y Gracita Morales y Laly Soldevilla. ¿Por qué tiene que estar reñido todo en esta vida?
Siguen sin tocar en directo. Le acusan de morro...
-Morro sí tengo, me llega de aquí a Pekín. Para tener morro hay que tener clase y conocer tus limitaciones. Cualquiera puede tocar, cualquier artesano, pero a mí no me apetece aprender; y podría hacerlo. Y Dios no me ha dotado de genialidad para componer, como a nuestros colaboradores. Hay que saber cuál es tu sitio en la vida y en el siglo XXI no me importa ver a Kiss o a Madonna con música pregrabada o playback. Yo canto en todos mis discos y en directo; y cada vez lo hago mejor. Otros no lo hacen y no lo reconocen. Cada maricón en su mundo.
Tiene el culo en mil sillas. ¿Don de la ubicuidad?
-¡Ojalá! (risas). Es imposible, sólo te acercas con mucho trabajo. Hoy me he levantado a las seis de la mañana, por ejemplo, pero como me gusta tanto mi trabajo... es trabajo porque me pagan, pero disfruto mucho. Y que conste que también me gusta un montón descansar.
Sigue colaborando en televisión con Zapeando.
-Es un programa muy divertido. ¡Cómo voy a decir que no! En tiempo de sobremesa, haces parodia y funciona. Me trabajo el don de la ubicuidad porque soy muy currante.
¿Hay alguna previsión más cercana en televisión?
-Sí, cositas... pero no las digo hasta que firme. En verano no voy a aparecer, seguiré con la radio, en Los 40 Principales, además de con la gira.
Su última pasión parece ser el teatro.
-Mi última ilusión, sí. ¡No sabes lo que engancha! Me lo habían propuesto muchas veces, pero los proyectos no me apetecían y, además, no me veía. Pero Félix Sabroso nos propuso unirnos a El amor sigue en el aire, una comedia con música y con Bibiana y Manuel Bandera, y dijimos que sí. Ha sido un reto más que sale adelante con mucho esfuerzo y trabajo. Me someto a la disciplina de un texto y sobre las tablas no soy Mario, sino Paco, alguien antagónico, un nómada medio hippie y trotskista.
¿Se ve en más papeles teatrales?
-Si lo veo claro, mi intuición me dice que sí, que ahí estaré.
¿Ha aparcado el sueño de ser bibliotecario?
-Eso lo he dejado. Por inocente y profesional. Quería volver a la Facultad e ir a clase, conocer gente, tomar apuntes y hacer prácticas. Me falta tiempo porque soy de los que van a un examen a sacar sobresaliente. Puede que mi jubilación sea ser universitario (risas).