El increíble finde menguante crece en Navarra de la mano de Jon Mikel Caballero
El joven director navarro ha rodado estos últimos días su primer largometraje en la antigua fábrica de armas de Eugi
pamplona - La tranquilidad que reina habitualmente entre los restos arquitectónicos de la antigua fábrica de armas de Eugi, mecidos por los árboles de Quinto Real y refrescados por el Arga, se ha visto estos días alterada por la instalación de un modesto pero efectivo set de rodaje. Cámaras, focos, gente que espera, gente que desespera, órdenes de acción, silencios acompasados, bocadillos que van, cafés que vienen... Se trata del equipo de El increíble finde menguante, el primer largometraje del joven director navarro Jon Mikel Caballero (Pamplona, 1985), una de esas mentes cinematográficas a las que no hay que perder la pista. Basta con echar un ojo a su curriculum para darse cuenta de que la etiqueta de promesa ya se le ha quedado corta para empezar a aferrarse con ingenio y buen hacer a la categoría de firme realidad. Ha trabajado con J.A. Bayona en Lo Imposible (2012), donde también se encargó de dirigir el making of, y en Un Monstruo viene a verme (2016). Además, sus cortos han cosechado éxitos por doquier: Hibernation (2012) atesora más de 20 galardones y presencia en más de 110 festivales de todo el mundo, mientras que Cenizo (2016) ha superado los 150 festivales y colecciona 28 premios.
Para su primer largo, proyecto que ha obtenido 33.000 euros de subvención por parte del Gobierno de Navarra, Caballero ha elegido una historia que, aparentemente, se cierne sobre un argumento de ciencia ficción (un fin de semana que se repite una y otra vez, solo que el bucle dura una hora menos en cada ocasión) pero que navega sobre una historia pegada a la cruda realidad en la que un grupo de millenials, muy centrados en ellos mismos, en su individualismo y hedonismo, y sin asumir las responsabilidades antes propias de su edad, deberán salir a flote no solo de la situación sino de sus propias vidas. Todo un reto para un director que ha elegido a un elenco de actores que, curiosamente, se interpretarán, en cierto modo, a sí mismos, ya que sus personajes se llaman como ellos.
Sobre Iria del Río (Amar es para siempre, El Ministerio del tiempo, El club de los incomprendidos) recae el papel protagonista, aunque se encuentra perfectamente arropada por Adam Quintero (quien ya trabajó con Caballero en Hibernation), Irene Ruiz (Olmos y Robles, Velvet), Jimmy Castro (conocido por presentar Club Disney pero con varios trabajos como actor desde 2010), Adrián Expósito (2 francos, 40 pesetas) y Nadia de Santiago (Alatriste, nominada al Goya como actriz revelación en 2008 por Las 13 rosas).
Haciendo huecos entre toma y toma, y con una amabilidad digna de elogio y harto extraña en los rodajes, Caballero explicaba ayer que “se trata de una película muy contemporánea en su tono. La recuperación de este título clásico (El increíble hombre menguante, 1957) es más un homenaje de una forma irónica, porque no está en ese código de cine clásico. Es un filme que va sobre la generación de los que ahora somos treintañeros, la mal llamada, para mí, generación perdida...”. Normal que reniegue de esa etiqueta cuando el director navarro lleva años peleando por hacerse su hueco en el cine y, con la realidad atenazándole los tendones de Aquiles, ha conseguido rodar su primer largometraje; eso sí, con un presupuesto muy alejado de películas como las últimas de Bayona en las que ha trabajado, o, ni que decir tiene, de los cortos con los que ha triunfado. “Realmente, en los cortos tú tienes más dinero, proporcionalmente, que para el largo, ya que defendías 15 minutos y ahora defiendes hora y media. Pero dentro de estos medios ajustados estamos intentando contar una historia que sea honesta, que llegue a la gente y no tan basada en un despliegue consistente en dejar impresionada a la gente por la factura. El reto, más que nada, ha sido aguantar el pulso durante esa hora y media, además de, puesto que las películas se ruedan desordenadas, tener muy claro el puzzle para que siempre esté todo sintonía y no se nos vaya ninguna escena de tono. Pero el salto está más basado en la perseveración que supone un rodaje de cuatro semanas y media, manteniendo ese puzzle en la cabeza”. Un rodaje que transcurre en Navarra porque “estos paisajes solo están aquí, yo los conocía y escribí el guión teniéndolos en cuenta porque son impresionantes y yo nunca los he visto en ninguna película. Son decorados naturales, gratuitos y hay que aprovecharlos porque cinematográficamente tienen mucho potencial”. Al hilo del rodaje en Navarra, Jon Mikel no perdió oportunidad para resaltar los incentivos fiscales que tiene el cine en nuestra comunidad, “que son la clave para acoger rodajes, son un reclamo y se debiera hacer a nivel estatal lo mismo, y si no se hace es porque Montoro no quiere. Que sigan los rodajes porque son un motor económico y cultural necesario que genera riqueza”.
En lo concerniente a la historia, lógicamente, la referencia es la “la película de Bill Murray Atrapado en el tiempo. Una obra maestra con la que no intentamos competir ni siquiera intentar repetir lo mismo porque está muy bien contado y no tiene sentido meterse en esa liga. Así que reformulamos un poco las leyes del bucle temporal, ya que aquí el fin de semana se repite pero acortándose una hora, hasta que llega un momento en el que la protagonista se pregunta qué va a pasar cuando todo acabe. Pero también hemos cambiado otras reglas, ya que en Atrapado en el tiempo él podía suicidarse y se volvía a despertar, pero aquí no, si hay una herida o un resaca, siguen con ellas al día siguiente. Esto es más que nada una excusa para hablar de personajes y de los problemas que tenemos la gente de 30 años, en general y respecto al futuro”. Pero, aunque haya modificado esas quiméricas leyes temporales, la realidad, y la dificultad, radica en que tienen que rodar la misma escena incontables ocasiones. “Es la locura, porque repites el mismo momento, que es diferente para el protagonista pero para los secundarios, no. Eso ha significado que, para la script, el puzzle ha sido enorme; es más, a los protagonistas les hice como un mapa de estados emocionales numerados por escenas para que no haya confusión”.
En cuanto al criterio a la hora se elegir a los actores, Jon Mikel apunta que “sobre todo buscábamos mucha frescura y mucha naturalidad. Es decir, personas que fueran capaces de comprometerse con el proyecto al 100%, de forma que el guión no sonara a guión y cada toma se pudiera reformular de manera que resultara nueva, como si estuviera sucediendo en ese mismo momento. Por eso buscamos actores que se asemejaran muchísimo a los personajes en su forma de ser. Por ejemplo, más que videobooks, yo veía y escuchaba entrevistas en programas de televisión o de radio para ver cómo contestaban en la realidad”.
Caballero espera tener la película terminada para final de año, “lo que sucede es que tenemos pensada una estrategia de festivales y su estreno dependerá de las convocatorias de los mismos”.
La historia. Iria vive tranquilamente su vida. Es joven y a sus 30 años tiene toda la vida por delante. O eso piensa ella. Sus amigos y en especial, su novio Adam, lo ven muy distinto: Iria está atrapada en una adolescencia tardía. Vive en casa de sus padres y no tiene objetivos ni planes de futuro más allá de disfrutar de un buen finde de juerga. La película arranca cuando todos ellos acuden a una casa rural en medio del bosque. Lo que parecía una anodina fiesta de fin de semana, pronto se convertirá en una maldición interminable e insoportable: los hechos se empezarán a repetir una y otra vez para Iria, encerrada en un repetitivo bucle menguante. Pero en cada ocasión durará una hora menos que la anterior. Y lo que al inicio se siente como un abanico de posibilidades, finalmente se convertirá en un estrecho pasillo a través del cual descubrir cómo salir adelante. Iria deberá decidir antes de que todo acabe qué tipo de persona quiere ser, tanto si la consumación del bucle implica desaparecer para siempre, como si la vida sigue adelante posteriormente como si nada hubiera pasado.
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