Detrás del tronco de un árbol, de un extintor, de una máscara o debajo de una silla... los niños de los cuadros de Teresa Sabaté se esconden jugando con espontaneidad y frescura, mostrándonos que cada uno tiene su personalidad y su manera de jugar/vivir. Aunque muchas veces la sociedad, con sus normas y convenciones, con su inevitable influencia, no nos deja ser únicos y singulares, nos empuja a escondernos sin que ello resulte divertido; “nos obliga a ocultar parte de nuestra personalidad, a callarnos muchas cosas”, dice la artista navarra.
De reflexiones como éstas surgen sus nuevas creaciones, de las que el público puede disfrutar hasta el 7 de enero en la Casa de Cultura de Zizur Mayor. 88 teclas tiene un piano es el sugerente título de esta muestra, compuesta por 88 cuadros de arte bordado en pequeño formato y dispuestos a modo de teclas de piano. Arte musical y poético que se expande por las paredes de la sala expositiva, con personajes en ocasiones etéreos, otras veces de apariencia más sólida, con los pies más en el suelo, que nos contagian de creatividad y de ese espíritu del juego tan necesario en niños como en adultos. A sus 62 años, Teresa Sabaté lo conserva y lo cultiva. Cuando cose en el trabajo de “hormiguita” que lleva a cabo para componer cada cuadro; cuando intercambia impresiones con sus compañeros de taller, los artistas Mikel Cabrerizo y Virginia Santos, con quienes comparte espacio de trabajo en la Milagrosa; y, en especial, cuando imparte talleres de dibujo y pintura a niños y niñas de 6 años en adelante. Del contacto con la infancia surgen muchas veces ideas que inspiran a la creadora, como en este caso el juego del escondite. “Mi compañera de taller Virginia Santos había hecho una serie de cuadros sobre el juego del escondite hablando de lo que ocultamos, de lo que escondemos, y como me interesó mucho la historia, empecé a trabajarlo con los niños del taller. Yo les pedía que se escondieran por el taller, les sacaba fotos en distintas posiciones y situaciones y las imágenes me parecían muy sugerentes para trabajar a partir de ellas. Vi que había ahí una mina”, cuenta Teresa Sabaté.
“Me apetecía unir la idea del juego con la idea de que cada persona es diferente y tiene derecho a pensar diferente, a vivir diferente; todos somos únicos y todos igual de importantes. Como las 88 teclas de un piano: cada una tiene su sonido propio pero todas son necesarias para tocar. Así, todos podemos compartir cosas, y, partiendo de la personalidad singular de cada uno, convivir, hacer música juntos”, dice Sabaté.
Los niños y las niñas que retrata en sus cuadros son reales, “son alumnos de mis talleres o hijos de amigos o mis sobrinos nietos... niños con los que tengo una relación afectiva. Los conozco, y su carácter influye en la manera de retratarlos: a algunos los pintas de una forma más agresiva porque son más agresivos, a otros más suaves... sus personalidades se trasladan a los cuadros”, cuenta la autora, quien reconoce que sí interviene en la ropa, “haciéndola más colorida”, creando una estética acorde a su universo pictórico. Por ejemplo, todos los retratados lucen zapatos rojos, un color que da a los cuadros, cada uno de ellos único y singular, cierta unidad.
En ocasiones los niños esconden sus rostros detrás de máscaras. “Quería unir esa parte del derecho a ser como somos con la realidad de que, luego, muchas veces no nos dejan, y ocultamos muchas cosas, nos callamos muchas cosas; a veces no nos mostramos como realmente somos. Desde muy pronto perdemos ese punto de libertad, de frescura”, reflexiona Teresa Sabaté, quien, gracias al arte, encuentra una parcela en la que ser y sentirse ella misma. “En mi trabajo hago lo que quiero, nadie lo controla, y por eso yo creo que lo disfruto tanto. No podría vivir sin eso”, asegura. De alguna manera, aunque el arte es una profesión -otra cosa es que socialmente se valore como tal-, Teresa Sabaté sigue jugando cuando lo practica. “Estoy tres días sin ir al taller, y tengo mono”, dice sonriente.
hacer, hacer... Las 88 obras de la exposición, con un mismo formato de 20x40 cm -a modo de teclas de piano- están cosidas a mano con hilo doble en bastidores de madera forrados de loneta. “Ha sido un año de un trabajo muy intensivo. Al ser piezas pequeñas, las he disfrutado. Yo soy muy hormiguita de taller. Luego, la inauguración, esa parte... A mí me gusta hacer”, asegura Teresa Sabaté, quien reconoce que el momento actual es para los artistas “tan crudo como lo ha sido siempre”. “A veces hay suerte y surgen oportunidades, pero en general se mueven poco las cosas. Y de lo que me he cansado es de andar pidiendo, siempre con la sensación de que te hacen un favor cuando te dejan una sala para hacer una exposición; no, a ver, que yo te estoy llevando allí mis trabajos, el favor es mutuo... Aunque ya he decidido, igual por edad, que pinto para mí, pinto porque es lo que me gusta, porque lo disfruto mucho y porque tampoco sé hacer otra cosa... Pero ya sin ningún tipo de pretensión”, afirma.
Título. 88 teclas tiene un piano.
Autora. Teresa Sabaté (Pamplona, 1955).
Lugar. Sala de exposiciones de la Casa de Cultura de Zizur Mayor.
Fechas y horario. La exposición puede visitarse hasta el 7 de enero de 2018, de lunes a viernes de 19.00 a 21.00 horas, y domingos y festivos de 12.00 a 14.00.
A la venta. Los cuadros están a la venta, cada uno de ellos al precio de 250 euros.