cabezóncrème de la crème

La pasión de Serrano por el cine, sin embargo, viene de lejos: tras completar su estudios obligatorios en la Ikastola San Fermín, el pamplonés se matriculó con 19 años en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco de Bilbao, donde educó su gusto estético durante cuatro años.

El destino, sin embargo, quiso que Serrano diera sus primeros pasos en el mundo audiovisual en Pamplona, donde conoció y se enamoró del mundo de la decoración de cine. Su primera gran oportunidad en el mundo del atrezo llegó con Loreak (2014), dirigida por Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, aunque ha sido Handia el film que le ha coronado como uno de los grandes directores de arte del panorama nacional.

El Goya que recibió el sábado es el primer cabezón de su vida. ¿Qué supone este reconocimiento para su carrera profesional?

-Ganar un Goya es algo increíble porque, por un lado, supone un reconocimiento muy importante a nivel técnico y profesional, y, por otro, te da visibilidad dentro del mundo cinematográfico español. ¡Aunque tampoco me olvido de la famosa maldición de los Goya!

¿Cómo vivió la gala del pasado sábado en calidad de novato y de nominado?

-Todavía sigo procesando todo lo que viví y sentí esa noche... Al principio estaba muy nervioso, sobre todo cuando llegué a la alfombra roja, pero conforme avanzaba la gala fui tranquilizándome poco a poco. He de admitir que me ayudó mucho hablar con el resto de nominados de mi categoría, que son unos profesionales maravillosos y que se merecían el premio tanto como yo. De hecho, cuando abrieron el sobre del ganador y pronunciaron mi nombre en voz alta, no podía creérmelo. Fue todo bastante surrealista.

Handia se ha convertido en la tercera película más premiada de la historia de los Goya, aunque se escaparon los galardones de Mejor Película y Mejor Dirección. ¿Qué valoración hizo ayer el equipo tras finalizar la gala?

-Lo cierto es que en ese momento no hicimos ningún tipo de balance de la película ni de nuestro trabajo, ya que lo único que queríamos era disfrutar de la gala y del éxito de Handia. Más allá de si el reparto de premios fue justo o no, todos los miembros del equipo éramos conscientes de la calidad de los proyectos seleccionados en cada categoría. El hecho de que Handia estuviera nominada a 10 Goyas era una auténtica barbaridad, y, aunque nos hubiera encantado hacer pleno, sabíamos que eso era muy complicado. En lo que a mí respecta, formar parte de Handia fue una locura maravillosa que repetiría una y otra vez.

Handia es su segundo trabajo junto a Jon Garaño y Aitor Arregi tras Loreak (2014). ¿Cómo definiría el trabajo de la pareja de directores, que ya ha hecho historia en el cine vasco?

-Trabajar con los dos ha sido una experiencia muy gratificante; además, siempre estaré en deuda con Garaño y con Goenaga por haber dirigido un proyecto tan bonito como Loreak y por haber confiado en mí para estrenarme como director artístico. Garaño y Arregi tienen una ideología y una forma de trabajar que me encanta, ya que siempre apuestan por las mismas personas a la hora de crear nuevos trabajos. Handia fue desde el principio un proyecto bastante complejo de preparar, y, pese a que yo nunca había hecho una película de época, los dos confiaron ciegamente en mí desde el principio. ¡Ni siquiera yo tenía tanta fe en mi trabajo! Garaño y Arregi irradian talento, son muy disciplinados y, sobre todo, son capaces de convertir lo difícil en fácil, lo cual se agradece muchísimo.

La película viaja al siglo XIX y narra la historia del Gigante de Altzo, que recorrió Europa acompañado de su hermano. ¿Cómo trabajó el diseño artístico enfocado hacia esta época y ese ambiente?

-Lo más importante a la hora de abordar cualquier proyecto es hablar con el director y saber qué es lo que quiere transmitir, y eso es exactamente lo que mi equipo y yo hicimos. La idea era clara: Garaño y Arregi querían hacer una película con tinte épico y llena de momentos con gran peso estético. Por otra parte, a nivel personal, mi objetivo principal era conseguir que Handia no fuera un producto pretencioso a pesar de su complejidad.

¿Trabajó usted sobre documentación únicamente o se marcó también otros proyectos como referencias visuales?

-Trabajamos con todos los recursos posibles, aunque es cierto que la documentación tuvo un peso importante. Por ejemplo, mi equipo dedicó mucho tiempo a revisar las bases de datos de pintores costumbristas franceses y alemanes del siglo XIX, ya que sus cuadros eran un espejo de las clases sociales de la época y de las calles de las principales capitales europeas. Como la fotografía prácticamente no existía, los artistas fueron nuestra gran referencia, aunque también contamos con la ayuda del historiador vasco Alberto Santana, que nos habló con gran pasión del Gigante de Altzo y de sus aventuras por Europa.

¿Cuál fue el mayor reto artístico al que se enfrentó durante este proceso?

-El diseño de los decorados, por ejemplo, fue bastante complejo, ya que algunos de ellos tuvieron que ser construidos a medida desde cero en unos platós de Donostia. También supuso un reto la recreación de las ciudades de Europa en las que desarrolla la historia, ya que, por cuestiones de presupuesto, no pudimos desplazarnos a ninguna de ellas. Nuestro radio de acción fue entre Baiona y Bilbao, aunque en una ocasión todo el equipo se trasladó a Cataluña para grabar los paisajes nevados del final de la película.

¿Y cuál fue la mayor satisfacción?

-No soy capaz de destacar ningún momento ni detalle concreto, pero sí estoy muy orgulloso del trabajo que hicimos día a día durante el rodaje. Me quedo con la satisfacción que sentía cuando regresaba a casa después de una dura jornada, cansado pero con muchísimas ganas de levantarme al día siguiente y enfrentarme a nuevos retos.

Recientemente, Gareño y Arregi anunciaron un nuevo proyecto cinematográfico en el que participarán los actores Antonio De la Torre y Belén Cuesta. ¿Formará usted parte de esta película?

-Si, pero en esta ocasión no seré el diseñador de producción de la película, sino que únicamente ejerceré como director artístico de los platós de Donostia, donde se rodarán las escenas de interiores. El resto de las grabaciones al aire libre se trasladarán a Andalucía bajo la supervisión de otros profesionales.

En 2016 trabajó en su casa, en Navarra, con el proyecto de Thi Mai, de Patricia Ferreira, y desde entonces la Comunidad Foral ha vivido un boom de rodajes, incluyendo grandes producciones internacionales. ¿Qué cree que gana la comunidad como este pequeño Hollywood estatal?

-Cualquier apoyo procedente de las instituciones navarras es más que bienvenido, ya que hoy en día tenemos que fomentar la cultura más que nunca. Además, es muy interesante que Navarra acoja proyectos procedentes de otras comunidades y que se establezcan acuerdos y asociaciones entre equipos locales y de otros lugares. Quizá este boom ayude a que los jóvenes cineastas navarros empiecen a creer que pueden llegar a vivir de esto sin tener que irse muy lejos de Pamplona.