pamplona - No solo no es un adjetivo que le haya pesado, sino que asociar escolar a teatro es algo que siempre ha llevado “como un orgullo”. Así lo subrayó ayer Ignacio Aranguren durante la presentación de El actor adolescente. Manual de urgencia para profesorado en apuros, la publicación en la que el fundador del Taller de Teatro del IES Navarro Villoslada, una institución en el ámbito foral, estatal e incluso internacional, ha plasmado su legado. Una experiencia de más de tres décadas en la que ha combinado dos herramientas fundamentales, la pasión y el esfuerzo, para generar ilusión y amor por el arte dramático, dinámicas de grupo y espíritu lúdico, un concepto que “se ha tratado muy mal en la enseñanza” y que, a su juicio, resulta clave.

Con una tirada de 1.000 ejemplares, a un precio de 30 euros cada uno, y una distribución de la editorial Algar por Navarra, el Estado y países de habla hispana, esta publicación es fruto del Premio Príncipe de Viana con el que Ignacio Aranguren (Pamplona, 1953) fue distinguido en 2016, primera edición de esta nueva etapa del galardón, con la que el Gobierno de Navarra se compromete a llevar a cabo “un proyecto común” entre el Ejecutivo y el premiado “para ofrecer una propuesta cultural de calidad a los ciudadanos”, tal y como señaló ayer el director general de Cultura. Fernando Pérez indicó, asimismo, que este volumen puede servir de “guía y apoyo” a docentes tanto de teatro como de otras disciplinas. No en vano, contiene numerosos ejemplos y ejercicios de dramatización que lo mismo pueden ponerse en práctica “en clase de matemáticas, de historia o en una tutoría” o, en palabras del experto, emplearse “en la resolución de conflictos” en ámbitos como el educativo u otros. En ese mismo sentido, Aranguren incide en que este libro se dirige “a mis colegas, a los docentes que empiezan a adentrarse en el teatro”, “a mis alumnos” -sobre los que incluye abundantes anécdotas, aunque con los nombres cambiados- y también “al lector curioso” en general y al que ha seguido los 35 años de montajes que ha dirigido al frente del Taller del Navarro Villoslada.

teatro, adolescencia y aplausos Eso sí, el profesor ya jubilado deja claro que este no es un volumen de memorias, aunque contiene mucha de la vida que ha vivido delante y detrás del escenario junto a los más de 1.000 estudiantes que ha tenido a su cargo. “Cuando me concedieron el premio, me planteé muchas posibilidades. Muchos me decían que escribiera, pero no quería hacer unas memorias ni tampoco un manual de pedagogía del teatro porque cuando yo empecé apenas había ninguno, pero ahora hay muchos y muy buenos”, así que, finalmente, se acordó de que, un día, un compañero le dijo que “venía a mis talleres de Jóvenes espectadores de Navarra, que imparto para profesores, porque se cree todo lo que digo”. Y ese es el fin último de este trabajo, “que el lector se crea todo lo que le digo”, comenzando por saber que “la combinación de teatro, adolescencia y aplausos tiene sus luces y sus sombras”. “El teatro en la enseñanza lleva al encuentro de uno mismo, pero algunos pueden pensar que conduce al éxito fácil, inmediato”, agregó Aranguren, que ha escrito estas más de 400 páginas desde la perspectiva “del profesor en apuros que he sido siempre, cada vez que afrontaba un proyecto con gente nueva, para otros profesores en apuros”, partiendo de un título que “tiene algo de parodia de los libros de autoayuda”. En definitiva, “no son mis memorias, pero sí recoge una serie de situaciones recurrentes que muchos hemos vivido no solo en el teatro escolar, sino también en el profesional”. Y es que, “como dice mi buen amigo Javier Izcue, Pamplona es Nueva York y hay situaciones universales que se repiten en todas partes”.

sanzol y cuatro partes Precisamente, Pamplona es Nueva York es como se titula el prólogo que ha escrito el mismo Aranguren, que va precedido de la presentación que le escribió Alfredo Sanzol para la entrega del Príncipe de Viana, celebrada en junio de 2016 en Olite, y en la que el dramaturgo y director de escena pamplonés reconocía que el taller de teatro había sido “uno de los momentos más importantes” de su formación. “Ignacio era capaz de hacernos superar el miedo y la vergüenza de subirse a un escenario para comunicar”, apuntaba Sanzol, que, en otro momento, añadía: “Ignacio se reía, se preocupaba, nos escuchaba, se enfadaba, nos miraba, nos atendía, nos calmaba; Ignacio se quedaba pensativo, nos animaba, nos llevaba de la mano y luego nos soltaba; Ignacio nos exigía y exigía que nos exigiésemos, y pedía que escuchásemos a nuestros compañeros”. Aranguren agradeció de nuevo ayer “estas palabras tan cariñosas”. “Cuando él empezó, me ponía en su currículum y ahora soy yo el que le pone a él”, bromeó.

Después de estas introducciones, la publicación se despliega en cuatro partes. La primera, jugar al teatro: las reglas del juego, es “una reflexión disciplinar” y “una visión crítica y equidistante” del teatro en la enseñanza. En ese sentido, Aranguren dijo aspirar a que este libro “sea hijo de su tiempo” y “deje testimonio de lo que se hacía y se hace aquí” y sirva a los que vienen por detrás. Este apartado es más teórico y se refiere a esa otra cara del decorado, que no es “la bonita, la que aplaude el público”, pero que resulta “fundamental para que todo el tinglado educativo no se venga abajo; es importantísimo que exista rigor en las propuestas que se monten”.

La segunda parte habla del teatro como experiencia individual y de grupo. En este tipo de actividades “profesor y alumnos estamos como lo que somos, con el riesgo y los apuros que eso supone”. “En esto no me dedico a explicar la Generación del 27, que es muy fácil, sino que estoy ensayando unos personajes, creando vida a partir de una idea”, y en ese contexto, “estoy seguro de que mis alumnos me conocen a la perfección, con mis defectos y mis virtudes”. En este epígrafe se pueden encontrar interesantes ejercicios.

En tercer lugar, cómo hacer teatro; La dramatización como forma de vertebrar todo el trabajo de grupo, que incluye una colaboración de “mi pareja artística de todos estos años”, Vicente Galbete, que escribe sobre la puesta en escena. Y, por último, el teatro como comunicación, la Escuela de espectadores “y una serie de proyectos singulares”.

Ignacio Aranguren compara la elaboración de este libro, “que me ha quedado un poco largo, como mis obras”, con “un viaje muy curioso” en el que ha tenido que abrir cajas para repasar fotografías, textos, programas de mano, recuerdos mil sobre el modo en que todos los años contagiaba a chavales de 17 “las ganas de descubrir la cultura”. “Con esfuerzo, pero también con espíritu lúdico”, un término maltratado porque para muchos es sinónimo de intrascendente, pero que para este maestro “es fuente de cultura”. En la misma línea, el manual “desborda pasión”. “Yo he sido y soy muy apasionado; he vivido situaciones preciosas. Mis alumnos saben mucho de mí, pero lo que yo sé de ellos igual no lo saben ni sus padres, y eso que no he sido profesor coleguita”, es más, estas páginas “dejan claro que no he sido un director fácil”. “He sido siempre de objetivos y de pocos adjetivos; aunque también paño de lágrimas”, afirmó Ignacio Aranguren.

El libro. El actor adolescente. Manual de urgencia para profesorado en apuros.

Editorial. Algar.

Tirada. 1.000 ejemplares.

Precio. 30 euros.

“la gente sabía que a mis obras había que venir merendado”

Aranguren bromeó sobre lo largos que resultaban algunos de los montajes del Taller de Teatro.

“ya hacíamos ‘work in progress’ antes de que se llamara así”

El profesor apuntó que estos términos “modernos” ya se ponían en práctica en el taller desde hace años, igual que el crowdfunding. “Pasábamos los cestillos”, recordó.