tudela - Hay que estar verdaderamente muy loco para no salir corriendo ante la tormenta perfecta que descargó sin piedad sobre Tudela, en el arranque de la primera edición del Festival Navarra Sur, a unos diez minutos de las once de la noche, cuando estaba anunciado el inicio del concierto de Loquillo, cabeza de cartel del evento junto a Izal. Pero se supone que eso es el rock and roll, dureza y echarse a rodar, venga lo que venga. Lo que vino, los que lo vivieron seguro que no lo olvidan, fue una de esas tormentas que no por anunciadas sorprenden menos. Rayos, truenos y centellas bajo una manta de agua que empezó en los acordes finales del último tema de La Niña Hilo, que tocaba en el quiosco del impresionante recinto preparado por la organización en el paseo de El Prado de la capital ribera.
Hasta ese momento, la noche era tan perfecta, prácticamente estival, que los primeros truenos apenas fueron tenidos en cuenta entre un público que rozó las 1.500 personas en un primer día de festival en el que Mundo de Tulsa Dj había tenido el honor de inaugurar musicalmente la brutal parafernalia del Navarra Sur, un invento de la firma Ansel Momo, que es de quién parte, originariamente, la maravillosa locura de este festival. El caso es que las primeras avalanchas en busca de refugio ante la tromba agua amontonaron a los festivaleros en torno a la magnífica zona de repostaje para el estómago y, antes de las once y media, cuando el chaparrón parecía que no iba a terminar nunca, se encendieron las luces del escenario principal y apareció Loquillo. Ante eso, todos al barro con el.
mojados, pero felices “Tudela quiere un puto camión”, es de lo poco que le dijo Loquillo al público, con permiso de algún que otro breve agradecimiento por aguantar el chaparrón. Fueron casi dos horas de clásicos bajo el aguacero, entre pitillo y pitillo (y dicen que un par de whiskys), hilando los temas que todo el mundo quería oír y corear junto ese tipo “feo, fuerte y formal” al que, una vez más, se le quebró la voz llamando a su nena desde el aplaudido Cádillac solitario, allí en la ladera del Tibidabo. En la explanada de El Prado, a sus 56 años y con todo el pescado vendido, Loquillo sacó adelante la primera jornada de un festival que podía haberse ido al traste sin las ganas del público y su profesionalidad. Ambos estuvieron de diez y se hicieron cómplices de la situación, no dejándose vencer por los elementos. Cuando a las 12,30 la lluvia remitió, el loco, que en septiembre comienza la gira 40 años Rock and Roll Actitud, se sacó de la lista del concierto a Los gatos de tu callejón para que los festivaleros pudieran maullar a gusto. Calados hasta los huesos, pero felices.