Piedrahita: “La cosas pequeñas son las que hacen de la vida algo grande”
PAMPLONA. Lo primero, he leído por ahí que a veces eres un poco despistado, este correo llegará respondido y a su tiempo al remitente correcto, ¿no?
-No creo. Si usted, amigo lector del DIARIO DE NOTICIAS, está leyendo esta entrevista puede que hayan sucedido dos cosas. Puede que mis respuestas hayan llegado a tiempo o puede que la entrevistadora se haya visto obligada responder ella misma las preguntas imitando mi estilo alambicado y torpón. La única manera de saberlo es leer la entrevista hasta el final.
No sé si le ha dado tiempo a descansar después del fin de la gira en Argentina. ¿Qué hace cuando no trabaja? ¿Es capaz de desconectar o involuntariamente sigue observando y creando a partir de lo que pasa a su alrededor?
-Hubo una época en la que no me despegaba de mi libreta. Apuntaba todo lo que fuera susceptible de despertar una sonrisa. Incluso me despertaba en mitad de la noche y apuntaba ideas que se me ocurrían en sueños. Era un exceso. Temía que se me derritiera el cerebro. Imaginaba mi cerebro derretido saliendo por mis oídos como un líquido espeso, rosado y dulzón al que se le acercaban las moscas y las avispas. Ahora ya no hago eso. Ya no apunto todo y me obligo a descansar. Nota mental: apuntar la idea de un cerebro rosado y dulzón que se derrite y sale por las orejas de su dueño mientras este trata de espantar a las avispas.
¿A qué viene este título, porque, además, creo que no habla de amígdalas en absoluto?
-En el espectáculo no se habla de amígdalas en ningún momento. Ese título es porque las amígdalas son la parte del cuerpo que uno enseña cuando se ríe. Cuando el respetable se ve poseído por las carcajadas yo veo sus laringes desde el escenario. Veo un jardín florido de rosadas amígdalas que considero amigas. Por eso el título: Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas. Insisto, en el espectáculo no se habla de amígdalas en ningún momento. Hay que avisarlo porque suelen acudir miles de aficionados a chistes de ganglios y tejido linfoide, estudiantes de Medicina, y no quiero que se lleven a engaño.
¿Por qué fija su atención en objetos que solemos obviar por estar tan incorporados a nuestra vida diaria?
-Las cosas pequeñas son la excusa perfecta para hablar de los grandes temas. Cada objeto y cada comportamiento cotidiano esconde una reflexión sobre la condición humana. Es como un caballo de Troya en el que lo grande cabe dentro de lo pequeño. Los temas cotidianos y los objetos pequeños arrancan un monólogo que habla de grandes temas. Al fin y al cabo, las cosas pequeñas son las que hacen de la vida algo realmente grande.
¿Qué cree que puede llegar a decir de una persona su frigorífico, su esponja de baño o cualquier objeto de los que usa cada día?
-Muchísimo. Una nevara dice de una persona mucho más que un análisis de orina. Viendo la nevera de una persona, sin abrirla, mirando solo la puerta, tú puedes saber si esa persona tiene niños, puedes saber qué tal dibujan y hasta qué notas han sacado en el último examen... Viendo los imanes de la puerta puedes saber qué países ha visitado, dónde llama cuando pide una pizza y hasta el número de su fontanero... ¡Todo eso sin abrir la puerta de la nevera! ¿Qué te dice un médico sin abrir el botecito del análisis de orina? ¡Nada! Como mucho, si es un médico optimista, te dirá que lo ve medio lleno.
¿Es la lengua una de sus principales fuentes de inspiración? ¿Qué tiene de graciosa? ¿Se tira mucho tiempo mirando diccionarios para encontrar palabras raras o para inventarse nuevos significados? ¿Con qué palabra se queda?
-¿Con qué palabra me quedo? ¿Hablamos de belleza acústica o semántica? Siempre que se hace un concurso sobre cuál es la palabra más bella las bases no lo aclaran. Si hablamos de su significado nos vamos a encontrar con una lista de tópicos predecibles como: felicidad, amistad, gratitud, sonrisa, amor, etc. Pero si hablamos de cuál es la palabra que más nos gusta pronunciar o escuchar, independientemente de su significado, entonces aparece una lista más interesante. Ahí aparecen palabras como: chancro, esparadrapo, calamar, esmegma, liendre, sinagoga, berbiquí, triquinosis? Todas son bonitas, elegir una es injusto. No suelo acudir a palabras predilectas porque el lenguaje suena manoseado. O lo que es lo mismo: no tengo predilección por ninguna palabra predilecta. ¡Ves! El lenguaje es la única herramienta que tenemos para compartir nuestro tesoro más valioso. Es el único medio para poner en común sentimientos, ideas, pensamientos? Cuanto más desarrollada esté esa herramienta y cuanto mejor se utilice... Mucho más mejor.
A principios del siglo XXI hubo una eclosión de la stand up comedy
-No creo que se haya exprimido demasiado. El fenómeno se popularizó allá por el año 1999 con los comienzos de El Club de la Comedia y Paramount Comedy y ha gozado de buena salud desde entonces. Hay monologuistas que aparecen un día y desaparecen enseguida y hay monologuistas que permanecen. Esos que permanecen lo consiguen gracias a ir innovando poco a poco y haciendo las cosas cada vez mejor. Vamos, como cualquier profesional. Lo mismo que ha pasado con los videoclubes en los 80, los restaurantes chinos en los 90, los monólogos en el 2000, los tiendas de yogur helado en 2010... Los buenos, los que intentan hacer las cosa mejor cada día, son los que permanecen.
¿Qué diría que le distingue respecto a otros compañeros?
-A mí me gusta el humor que se acerca a la poesía. Es el que me gusta ver y lo echo de menos. Echo de menos aquel humor que hacían Chaplin, Fellini, Berlanga? Un humor tierno, bello, imaginativo, elegante, cuidado, surrealista? Es el más difícil, por eso no abunda. Lo echo de menos, por eso intento hacerlo.
¿Poesía y humor, no sé si de risa, pero sí de sonrisa, son buenos compañeros de viaje?
-Mira que frase de Machado leí el otro día: “Uno de los signos que más acusan cambio de clima espiritual es la constante degradación de lo cómico y su concomitante embrutecimiento de la risa. La verdad es que nunca ha habido en el mundo, como hay en nuestros días, tantas gentes que parezcan rebuznar cuando ríen”. Me gusta que lo diga un poeta. Cuando el humor pierde poesía, la risa se convierte en un rebuzno.
Ya desde niño quería dedicarse al humor, ¿ha cumplido sus sueños en ese sentido? ¿Quiénes eran sus referentes en la infancia y en quién se fija hoy?
-No siempre. De pequeño quería ser inventor. ‘¿Inventor de qué?’, me preguntaban mis padres. ‘Inventor de inventos’, les contestaba. Después quise ser médico, pero descubrí que si veo sangre me desmayo. Y la desmayabilidad es una virtud de la que se puede sacar más provecho siendo humorista. Me gustan Woody Allen, Fellini y Billy Wilder. Pero creo que decir eso no tiene ningún mérito ni descubre nada. De por aquí me encantan Wenceslao Fernández Flórez, Cunqueiro, Tono y Don Ramón. Tampoco es un gusto muy audaz. Me troncho también con Jardiel, Mihura y Julio Camba. Como puedes observar, yo soy muy del mainstream. Me he vuelto loco con Gila, Faemino y Cansado, Tip y Coll? En la Argentina son geniales Les Luthiers, Quino y Alejandro Dolina. Y aquí soy fan de muchos de mis compañeros: El Mundo Today, Riki Blanco, La vida moderna, Vaquero, Goyo, Joaquín Reyes, Leo Harlem...
¿Qué sueños tiene pendientes?
-No sé cantar, no sé bailar y soy un pésimo cirujano cardiovascular. También me gustaría hacer un show de magia en un teatro.
¿Hay algún tema sobre el que nunca haría humor?
-Sabía que acabaríamos hablando de esto, los famosos límites del humor. Es un debate que surge a cada paso. Cada día, cuando voy al mercado, cuando me cortan el pelo o cuando robo cebollas en un huerto no falta alguien que me pregunta por los límites del humor. Unos dicen que los límites del humor han de estar en el respeto, otros responden que la libertad de expresión es sagrada, enseguida salta otro que todos tenemos derecho a ofendernos, después otro le rompe una silla en la espalda porque eso le ha ofendido? Yo opino que los límites del humor están en el talento del humorista. El humorista talentoso, así como el poeta, sabe qué temas ha de tratar y cómo ha de tratarlos para ofender solamente a aquellos que se lo merecen. El humor no puede ser inofensivo, pero la ofensa ha de ser justa.
¿Diría que su humor es amable, despojado de las críticas a la política, a los famosos, etc, tan propios de otros tipos de monólogos?
-Cierto, no hago humor político ni una crítica explícita de la sociedad. Mi humor no es beligerante. Hay gente que sí lo hace y lo hace muy bien. La crítica que hago no es explícita, sino indirecta. Me explico. Hay dos maneras de moverse por la vida: una es construyendo lo que nos gusta y la otra es destruyendo lo que no nos gusta. Ambas son legítimas y necesarias. Yo soy partidario de construir artísticamente el mundo que deseo. Prefiero eso antes que destruir aquello a lo que me opongo. Me gusta entender el humor como un arma de construcción masiva. Nunca me he censurado. Escribo el humor que me gustaría escuchar a mí. Y por ahora no ha habido quejas. Pero es cierto que atravesamos años de susceptibilidades. La gente está más sensible que el glande de Stendhal. 40 años atrás hubo una época en la que no se podía hablar de nada. Luego vinieron años en los que se podía hablar de todo y ahora vivimos una época en la que parece que se puede hablar de todo, pero en realidad no se puede hablar de nada.
Con este espectáculo ha tenido un gran éxito, ¿en qué nuevos proyectos trabaja?
-Mi principal proyecto de futuro es seguir haciendo lo que hago pero cada día un poquito mejor. Seguiré con este espectáculo un añito más. Seguiré también en La ventana, en El hormiguero, siempre haciendo magia y escribiendo humor. Intentando que mi magia sea cada vez más divertida y mi humor cada vez más mágico. Y siempre, contestando las entrevistas a tiempo. Amigo lector, llegado este punto... ¿qué opina usted? ¿Llegué a tiempo con el cuestionario o por el contrario ha tenido la entrevistadora que inventarse las respuestas? Nunca lo sabremos.
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