pamplona - Encantado por haber ganado el concurso de carteles del salón navarro de este año con una propuesta “en la que trabajé con total libertad”, Álvaro Ortiz exhibe en la segunda planta del Condestable parte del trabajo que llevó a cabo para comics como Cenizas o Murderabilia, entre otros.

¿Qué podemos ver de la trastienda de su trabajo en la muestra?

-La exposición muestra el proceso de trabajo de cada uno de mis publicaciones, que son cuatro cómics y un libro de viajes. Ya que mi trabajo es digital y mis originales no son como los de Álvaro Martínez Bueno, que también pueden verse aquí y desvelan lo que hay detrás de cada dibujo, lo que enseño son los distintos pasos desde que empiezo hasta que acabo una página o desde los primeros esbozos hasta que termino un personaje.

¿Cuáles son las fases fundamentales de ese proceso?

-No hay fases fundamentales, solo una especie de caos (ríe). Cada libro es diferente y lo que funciona en uno lo utilizas para el siguiente. Esos son los pasos, vas depurando poco a poco. En la exposición se puede ver cómo en Cenizas sí que dediqué más tiempo a la preparación que en el resto. Seguramente porque entonces podía, pero también porque vas aprendiendo y haciendo las cosas de manera más rápida.

Uno de los elementos que más llama la atención de su trabajo es el uso de los colores suaves, dulces, pastel; lo que luego contrasta con el contenido...

-Lo sé, y me hace gracia. Tengo un estilo de dibujo muy amable, lo que combinado con colores como el amarillo y el rosa, que son los que más me gustan, a priori puede ofrecer una determinada imagen. Pero, claro, luego las historias van por una dirección completamente distinta. Hay mucha gente a la que eso le choca y yo disfruto. Igual entra a mis comics diciendo ‘ay, qué monos estos dibujos’ y luego se encuentra con una colección de barbaridades tremendas (ríe).

Está claro que el humor loco, extremo está presente en sus historias.

-A ver... Nunca exploté mucho el humor hasta el tercer libro, Rituales. La gente sí que me decía que se reía mucho con Cenizas y con Murderabilia, aunque yo no terminaba de entenderlo. En Rituales sí que lo desarrollé, hasta el punto de que yo mismo me reía de mis historietas.

¿Y qué temas le motivan?

-Hay varios, pero es cierto que hay uno que está presente en todos mis trabajos, que es la muerte o morirse de diferentes maneras. También me interesan la amistad o los viajes, pero contados de maneras rocambolescas y retorcidas. O el crimen, el asesinato.

¿Conviene reírse hasta de la muerte?

-A veces no te queda más remedio. De todos modos, nunca la uso de manera efectista o dramática, sino más bien como detonante: la peña se muere y luego pasan cosas. La verdad es que el humor de mis libros es bastante negro, sí.

En ‘Murderabilia’ fue un poco más allá y explotó especialmente el sentimiento de morbo.

-La murderabilia es el coleccionismo de objetos macabros y este libro habla de la fascinación por los asesinatos y por los asesinos en serie, que igual aquí no se dan tanto, pero en Estados Unidos hay gente que se cartea con psicópatas que están en la cárcel. Se trata de saber qué es lo que te lleva a escribirte con un tipo que ha matado o ha hecho cosas terribles. No sé por qué pasa, pero ese morbo es real.

¿Cómo diría que ha evolucionado desde que comenzó en el mundo de la autoedición hasta que fichó por Ponent y luego por Astiberri?

-Normalmente, cuando algo me divierte de un trabajo lo uso en el siguiente. Es mi manera de funcionar, mi evolución es muy natural. Y el dibujo ha ido hacia formas más amables. El cómic es mi proyecto personal, pero en realidad mi trabajo principal es como ilustrador para editoriales y publicidad y esta faceta afecta a la otra, como es lógico. Hay quien dice que mi dibujo es naíf y seguramente lo es, pero para llegar a esa simplicidad hay que trabajar el triple.

A veces parece que sus historias tienen ritmo cinematográfico.

-Me lo dicen mucho, aunque no termino de verlo. No soy un gran cinéfilo e intento hacer algo que se parezca más a la literatura que al cine. Lo que pasa es que así como en cómic leo de todo, en cine sí que tengo gustos muy marcados y quizá por eso mis referencias se cacen enseguida. Siempre me mencionan a los Coen y, aunque yo no lo veo, no me quejo porque son mis directores favoritos. Ya no lo entiendo tanto cuando me mencionan a Tarantino o a David Lynch.

No le va el surrealismo.

-Pues no demasiado. Cuando cuento algo me interesa que sea muy creíble, aunque tenga puntos de realismo mágico o de humor absurdo. Billy Wilder decía algo así como que, aunque cuentes algo muy marciano, tiene que tener un pie en la realidad para que el público se sienta identificado.

¿Y sus referencias en cómic?

-Procuro leer de todo, ya sean clásicos o lo que se hace ahora. Uno de mis referentes más claros es Daniel Clowes, aunque luego no se note (ríe). Le admiro mucho, pero no tendría sentido que le copiara ni nada de eso. No voy a contar las historias que ya han contado otros ni de la manera en la que lo han hecho. Mis comics son bastante clásicos en cuanto a estructura, aunque también me interesan las cosas más experimentales.

Los salones como este seguro que sirven para intercambiar ideas.

-Claro. Molan mucho las exposiciones como las que hay aquí, con cosas tan variadas como las de Álvaro Martínez Bueno, Natacha Bustos, Ana Galvañ -que está haciendo cosas muy potentes-, Mamen Moreu... Estas actividades son interesantes para nosotros, pero más para el público, y no tanto para el que está puesto en tebeos, sino para el que no conoce mucho y comprueba que lo que hace uno no tiene nada que ver con lo que hace otro y ve la amplitud de posibilidades que hay.

También son importantes esos otros salones que miran más al mercado, como el de Barcelona, que ya le ha nominado varias veces.

-Sí, me ha nominado tres veces seguidas, así que algo estaré haciendo bien. La parte comercial es importante, pero a los autores casi siempre nos gustan estos salones más pequeños en los que puedes ver originales y asistir a charlas de compañeros.

¿En qué trabaja ahora mismo?

-¡En nada! (ríe) Estoy de crisis creativa, me cuesta dar con una idea que me interese lo suficiente para dedicarle meses o años de trabajo. No me interesa hacer un cómic porque sí; si alguien se va a gastar 20 pavos en algo mío, que no sea una mierda. Estoy un poco atascado, ya tengo ganas de que se me ocurra algo nuevo.