PAMPLONA. Sería genial que existiera un ‘Control Z’ en la realidad.

-(Ríe) ¡Totalmente! La verdad es que no lo había pensado. Puse el título porque yo trabajo todo en digital, lo que me permite cambiar, borrar, superponer una capa sobre otra... Pero, trasladado a la vida, sería una ventaja enorme, sí.

Cuando una se asoma a los trabajos de los últimos años, seguramente que lo primero que hace es sonreír al ver qué hacía entonces.

-Uf (ríe), también es duro ver lo de antes, porque piensas ‘¡madre mía, qué cosa!’. Lo que me suele pasar es que cuando pasa un año de algo que estoy haciendo me deja de gustar, pero a los tres o cuatro me reconcilio con eso. No sé por qué, seguramente porque lo veo en su contexto y yo misma soy capaz de entender por qué hacía eso y cómo he evolucionado hasta lo que hago ahora.

¿Cuáles diría que son los principales hitos de su evolución? Por ejemplo, de la estética, la forma...

-He tenido una evolución gráfica muy potente, muy relacionada con el diseño gráfico, porque yo trabajaba en eso, y con mi obsesión con la geometría y la vanguardia rusa de creación de carteles. También me influye la vanguardia de ahora, que es muy colorista. Hay mucha gente que me dice que me inspiro en los 80, pero no, estos colores también se usan hoy. Y es curioso, porque he evolucionado mucho más en este sentido gráfico que en los guiones. Desde el principio estaba contenta con ellos, de manera que, aunque han cambiado, no lo han hecho tanto, y no estaba tan contenta con la parte gráfica, ya que no dibujaba cuando empecé y he tenido que aprender.

¿Cómo que no dibujaba?

-Yo dibujaba cómics desde pequeña, pero luego me especialicé en diseño gráfico por aquello de tener un trabajo y un sueldo, y no pensé que el dibujo me fuera a dar de comer. Lo que pasa es que, ya metida en el mundo de la publicidad y como directora de arte y directora creativa, me animé, volví a dibujar y me di cuenta de que todo lo iconográfico también se puede utilizar en ilustración y cómic.

Y como ha comentado, los guiones no han cambiado mucho, ¿los temas siguen siendo los mismos?

-Los temas son los mismos, aunque he ido incorporando algunos relacionados con cosas que me han pasado a mí. Noto que de jovencita estaba menos existencialista y que ahora me van preocupando más cuestiones de persona mayor, un poco más oscuras y más duras.

Y con la ciencia ficción y el terror siempre en el centro, aunque sin caer en clichés.

-Me encanta que me digan que no caigo en clichés (ríe). Es verdad que al principio tenía más influencia de los géneros, pero ahora creo que esas influencias están más diluidas y que me interesa contar historias más humanistas. Y uso esos elementos de la ciencia ficción y ambientación no tanto de terror como de incomodidad para contar lo que quiero.

A veces la ciencia ficción ayuda más a hablar de la realidad que el realismo.

-Sí. La ciencia ficción es una forma de enfrentarse a la realidad de otra manera, de pasarla como una píldora de azúcar. Y como no tienes que contar directamente, como sí sucede en el caso del costumbrismo, quizá incluso te atreves a decir cosas más fuertes y más duras.

¿Y cabe el humor en este tipo de planteamiento?

-Claro que sí. Hay gente que usa más o menos el humor y todo me parece perfecto, pero yo lo necesito porque caigo en zonas bastante oscuras y mi universo no es muy optimista. No creo mucho en la sociedad ni en el sistema ni en el mundo ni en el ser humano; soy bastante pesimista, y para combatir eso necesito el humor. Me dicen que hago humor negro, pero, bueno, en mi día a día hago humor de todos los colores y súper tontorrón (ríe).

Hablando de colores, este es un aspecto que siempre se comenta mucho de su obra. Hay quien dice que Ana Galvañ usa colores pastel y quien defiende que son más brillantes.

-Sí, es muy curioso. La verdad es que he querido que el uso del color sea incómodo, no armónico ni agradable. Hay gente que mira mi trabajo y habla de asincronía cromática, cuando lo que yo quiero es narrar con el color, que genere emociones y que aporte un valor añadido a la historia. Por ejemplo, en un momento puedes ver una escena que parece muy tranquila, pero le pones un amarillo muy fuerte o un fucsia y piensas que ahí está pasando algo raro porque los colores te están dando una información contraria. El color es una herramienta narrativa muy interesante.

También siente predilección por el uso de los espacios, por la arquitectura, la perspectiva.

-No sé por qué, pero es una especie de obsesión. Me encanta la perspectiva, incluso inventármela, que no sea naturalista, sino extraña. También es otro elemento narrativo. Con ciertos planos estás comunicando cosas, ya lo hacían los directores de cine como Hitchcock y otros. No es lo mismo que algo se vea desde arriba que desde abajo, con perspectiva o plano.

Lo que está claro es que le gusta experimentar.

-Tengo la manía de pensar que no me quiero quedar atrás. Cuando tú haces concesiones a tu público del tipo ‘como esto ha funcionado, lo repito’, es como una pequeña muerte. Creo que si no vas a algún sitio no tiene sentido crear.

En sus trabajos apuesta por el entretenimiento, pero da un paso más allá, hacia la reflexión.

-Lo que quiero hacer es lo que me gusta leer, que son productos de entretenimiento que me aportan algo más. Como algunas series que estamos viendo ahora, caso de Black Mirror, con la que me comparan, aunque yo no lo veo. Si ese producto de entretenimiento te hace pensar un poco y quien lo observa debe montar una especie de rompecabezas que no sea, eso sí, muy difícil, es interesante porque le da un valor añadido a la obra.

¿Qué significa ‘Pulse enter para continuar’ dentro de su carrera?

-Significa muchísimo. Hace años publiqué mis primeras historias en un libro, Podría ser peor, en Ultrarradio, cuyo editor David ha fallecido hace poco y me gustaría recordarle porque fue muy importante para mí, ya que tanto él como Puño me apoyaron mucho y me hicieron despertar y empezar a publicar en otros sitios. Pero, claro, después de esa antología tan primeriza he hecho muchos fanzines y otras cosas nunca publicadas, así que parece que hasta ha salido Pulse enter para continuar no he hecho nada, de modo que este libro es muy importante porque recopila toda mi evolución. Estoy muy orgullosa porque recoge todas las pruebas que he ido haciendo en estos años, pero dando el do de pecho.

En este libro hay una cierta crítica a la tecnología, al menos a su control sobre nuestras vidas.

-No sufro nada de tecnofobia porque me encanta la tecnología, pero no he podido evitar transmitir el mundo en el que vivimos. Estamos en un momento complejo en el que la tecnología nos ayuda muchísimo, pero también es muy peligrosa. Y sí, para crear conflictos de los personajes consigo mismos, entre ellos y con el mundo se me ha visto un poco el plumero en ese sentido. Tengo un poco de miedo a que el progreso no nos ayude como seres humanos y se vaya por derroteros.

Además de su propio trabajo, apoya el de otros compañeros desde Instagram con Tris Tras, antes Tik Tok, y también apoya a autoras que se abren paso en el mundo del cómic. Ya era hora de que se tenga en cuenta a las mujeres en este medio.

-Somos muchas y ya era hora, sí. El medio del cómic ha sido tradicionalmente masculino y las que había han sido invisibilizadas. En este momento empieza a haber referentes. Las mujeres necesitamos referentes femeninos para meternos en un mundo en el que, como en este caso, parece que solo había hombres. Por ejemplo, yo me inspiré en Lilli Carré para empezar a dibujar. Sí, ahora somos muchas, aunque hay hombres empeñados en decir que somos pocas. Será que no nos ven.