pamplona - Tomás Guerrero es un personaje cínico, frío, inteligente y calculador que lleva dentro el veneno familiar. Es un ángel negro con matices, con atractivo y un gigante dispuesto a devorar lo que tiene por delante.

Está usted metido en mil líos, ha presentado en Donostia Asesinato en la universidad y Gigantes.

-Cuando me interesa un guion voy a por él. Estos trabajos han sido interesantes y estoy satisfecho.

¿De dónde saca el tiempo?

-Me apunto a un bombardeo y se acumulan los estrenos, coinciden en el tiempo, pero no me puedo quejar.

Si en La catedral del Mar era usted el bueno, en Gigantes no es uno de los malos.

-Lo único que tengo en común en los dos personajes es que soy un padre, pero de perfil opuesto. Uno nunca lo enfoca como bueno o malo. Mi intención nunca es juzgar a los personajes.

Al que le ha tocado el papel de malo, muy malo, es a José Coronado.

-Sí. Mis hermanos y yo no hemos tenido el afecto de una madre?

También existe el afecto del padre.

-En este caso brilla por su ausencia. Esa niñez no justifica lo que es Tomás Guerrero adulto, pero sí sirve para entender de dónde le puede venir ese odio y esa maldad.

¿Por qué no puede huir Tomás del veneno Guerrero?

-Él es el mediano de los tres hermanos y nuestro padre nos ha adiestrado como a perros para ser gigantes y devorarnos entre nosotros. El hermano mayor se mira en el espejo del padre y mi personaje es el único que se diferencia en las formas de esa familia abocada al crimen y al narcotráfico.

Tiene una galería de arte, pero la utiliza para blanquear dinero.

-Él entiende de arte y no solo lo utiliza para blanquear dinero, hay conocimiento y pasión. Él quiere no tener nada que ver con su familia de origen cuando constituye la suya propia. Tiene a su hija y al final acaba pareciéndose a lo que tanto le repugna. Mi hermano mayor y yo somos las dos caras de una misma moneda.

Hay un tercer hermano...?

-Pienso que somos un mismo ser con tres cabezas. El pequeño sería el corazón, el más noble y al que le pilla más lejos toda esta maldad; el mayor representa lo sexual, la agresividad, la carne? El mío sería la inteligencia, el ser frío y calculador, más sibilino, otro tipo de violencia, pero capaz de las mismas barbaridades.

Vaya angelitos. La santísima trinidad en versión oscura.

-Esa simbología aparece también en Gigantes, dentro del mundo del arte, presente en algunos cuadros. Es una de esas series en la que un primer visionado es maravilloso porque entras en este universo, entiendes la trama, la sigues, es muy atmosférica y cero naturalista. Es muy de género, por momentos recuerda al western en los diálogos, pero si la ves más de una vez, empiezas a leer muchos símbolos.

Dicen que trabajar con Urbizu es toda una experiencia.

-Es lo mejor que te puede pasar si eres actor.Sabe lo que hace y sabe qué quiere, es un maestro; hay buenos directores y luego hay maestros, él lo es. Él es un cineasta y huye de las informaciones pensando en el espectador torpe, va a presumir que el espectador es inteligente y que todo lo que este contado con imágenes no lo van a narrar los personajes. No hay florituras en el lenguaje, estamos creado en el fondo unos personajes muy alejados, muy de género? Es impresionante.

¿Has comprobado las diferencias entre trabajar para una plataforma frente a una generalista?

-Esta es mi primera experiencia con una plataforma y he vivido muchas diferencias. Unos guiones que proponen un universo particular y no una serie más. Esta tiene otro código y me consta por haberlo hablado con Enrique que ha habido máxima libertad creativa. Esta empieza por el reparto, ha tenido a los actores que ha querido, no ha habido que pasar un filtro de cadena, no ha ha tenido que pensar en un rostro conocido.

Usted sí que lo es.

-También Coronado, pero estamos aquí porque lo ha querido Urbizu. La elección que ha hecho ha dado un reparto muy pintoresco. No ha habido ninguna intromisión, ha habido libertad absoluta para hacer la serie que él quería mostrar al espectador.

¿Qué más proyectos maneja?

Tengo pendientes dos estrenos. Uno es Animales sin collar (19 de octubre). Es una ópera prima de Jota Linares y comparto protagonismo con Natalia de Molina, Ignacio Mateos y Natalia Mateos. También está pendiente la última película de Julio Medem, El árbol de la sangre (1 de noviembre).

¿Televisión?

-Me embarco ahora en una nueva aventura, seis capítulos para TVE. La rodaremos en Túnez y se llama Promesas de arena. Está basada en un libro y cuenta la historias de una ONG ayudando en Líbano con todo el tema yihadista detrás. Yo encarno al encargado de esa ONG.

¿Qué hace en Asesinato en la universidad?

-Tengo un pequeño personaje. Es el flashback histórico dirigido Iñaki Peñafiel que, en el presente, la persona que está intentando descubrir un asesinato la interpreta Leonor Watling. Hay un componente romántico y encaja dentro de lo que es, un thriller.

Para estar la profesión en crisis, usted no puede quejarse, si lo hace sería injusto, le va de cine.

-Nunca mejor dicho. Ja, ja, ja? Es una época bonita por la cantidad, la calidad de los proyectos y las diferencias entre unos personajes y otros.

¿Le gusta disfrazarse de diferente pieles?

-Sí. Me aburriría si la piel siempre sería la misma o parecida.

¿Cuál es su percepción de la serie desde fuera?

-Es maravillosa, qué te voy a decir yo, estoy vendiéndola, no puedo decir nada malo. Ja, ja, ja? En serio, es una maravilla.