Castigo más que rehabilitación. Exclusión antes que integración. Son los efectos del sistema penal del Estado español, a juicio de los especialistas y expresas/os que aportan sus conocimientos y vivencias en el documental Penitencia, proyecto cinematográfico de carácter social que pretende “abrir un espacio de debate sobre el sistema penitenciario”, explica su creadora, Pili Múgica, que tiene “muchas ganas” de estrenar hoy, a las 20.00 horas, en la Filmoteca de Navarra. Sesión a la que seguirán otras en diversos espacios y donde espera que “se dé una reflexión y un intercambio de opiniones” sobre este tema. Porque “hace falta”.

Múgica ha contado con Raúl Montes en la codirección de esta película de una hora que germinó hace once años “por la necesidad que tenía de responder a algunos interrogantes que me planteaba sobre situaciones de encierro que no entendía”, cuenta esta maestra y licenciada en Psicología Social que gracias a su familia conoció a Antonio Azcona, capellán de la antigua prisión de Pamplona con quien pudo grabar algunas conversaciones antes de su muerte. Esas charlas “me decidieron a hacer algo sobre este asunto desde el ámbito de las artes”, con el convencimiento de que “otra sociedad es posible” y la conclusión que reza al final de los créditos del documental: No estamos todos, faltan los presos.

DIFERENCIA DE CLASES Con guión de la propia Pili Múgica y de Fernando Pérez de Laborda, la posproducción de sonido de Javier Asín y la banda sonora de Paula Olaz, Penitencia recorre distintos temas a través de una treintena de testimonios entre los que se intercalan versos del poeta Marcos Ana -encarcelado por el franquismo durante 23 años- recitados por el actor José Mari Asín. La cinta se abre con un dato cuando menos llamativo, y es que, siendo el tercer país de Europa con menos criminalidad, España está por encima de la media en población reclusa, con 70.000 internos/as. Un porcentaje importante de ellos tienen serios problemas de salud mental, cuya condición les hace delinquir y no solo no mejoran encerradas, sino que empeoran, como cuenta en la película Silvia Encina, abogada y activista de los Derechos Humanos de los presos, cuyo marido falleció en la cárcel de Zuera después de encadenar numerosos períodos en aislamiento. Coincide Mariló Gorostiaga, expresa política que trabaja con familias de internos. “Cuando estás dentro ves a gente que no debería estar allí porque no se van a curar, necesitan otros tratamientos”, afirma. “Los funcionarios de prisiones no tienen capacitación para tratar con personas que tienen trastornos mentales; ¿qué hace esa gente ahí dentro?”, señala en la película Ramón Flecha, catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona.

La drogadicción es otra de las temáticas que más opiniones suscita. Y es que muchos de los reclusos lo son a causa de sus adicciones, que sin duda no se resuelven entre rejas, donde las sustancias ilegales circulan con normalidad, a juicio de los especialistas. Al igual que las legales, “que se recetan sin ningún control médico”. Como señala Amadeu Casellas, expreso anarquista, “yo he visto a compañeros que hunden la cabeza sobre el plato de comida porque no se aguantan despiertos”. “Llegas a la cárcel después de varios días en comisaría y si dices que estás nervioso, enseguida te dan una pastilla; que no puedes dormir, otra, y así todos los días, hasta generarte una dependencia”, agrega Gorostiaga. “Preso medicado, carcelero relajado”, apunta Casellas en su intervención en este documental, en el que también queda patente que “en el sistema penal también hay diferencia de clases”, como indica el periodista Alberto Pradilla.

“La mayoría de los presos no tiene dinero para pagarse una buena defensa”, incide Casellas. Y el abogado y asesor jurídico Mikel Armendáriz destaca cómo durante la crisis hay gente que ha ido a prisión por no poder pagar sanciones. “Si te quitan todos los puntos del carné y necesitas seguir conduciendo porque tu furgoneta de reparto es tu modo de vida, puedes acabar en la cárcel fácilmente”. No en vano, el 95% de delitos que se llevan hoy a los juzgados son de hurtos, pequeñas estafas, impagos... “La ley no trata igual a ricos y a pobres”, defiende, igualmente, Javier Arbiella, capellán de la actual cárcel de Pamplona, donde el equipo no pudo rodar ante la negativa de Instituciones Penitenciarias. Un complejo de edificios muy costoso construido para mil presos en el que apenas hay 300, situado en un lugar apartado; circunstancia que, en palabras de Irantzu Baltasar, de la Red navarra de lucha contra la pobreza y la exclusión social, hace que las familias de los reclusos, también empobrecidas, deban de recorrer a pie una colina para ver a sus seres queridos. A lo que se añaden las “torturas blancas” que menciona Casellas, en referencia a los traslados o a decir a los parientes que un preso no va a acudir a la visita sin aviso previo.

El delito de opinión, como fue la insumisión en su día y como son los procesos a cómicos o músicos hoy, también tiene su apartado en la cinta, con la presencia de Tonino Carotone. Y la mediación para resolver los conflictos es la apuesta de Paz Francés, doctora en Derecho Penal y profesora de la UPNA, que habla del “fracaso del sistema penal” que solo entiende el castigo como forma de justicia. “No olvidemos que ninguno estamos libres de cruzar esa línea; una simple noche de juerga puede llevarnos a la cárcel, por no hablar de la pobreza”, insiste Mikel Armendáriz. En este punto, el guionista Fernando Pérez de Laborda añade: “O se puede mover la línea para que te pase por encima; no hay más que ver lo que está pasando hoy mismo (por ayer) con el juicio a Clemente Bernad y Carolina Martínez”. “El Derecho Penal es un sistema de control que se basa en el miedo; el objetivo de la cárcel no es reinsertar, es controlar, meter miedo; yo tengo un amigo que dice que no existen solo el primer, segundo y tercer grado, sino también el cuarto, que es en el que estamos todos”, continúa Manuel Ledesma, excoordinador de Salhaketa.

mujeres en la cárcel de pamplona Tanto en la película como en el encuentro de ayer con los medios, Julia Munárriz, presidenta de la Asociación Sare, subrayó que, al igual que en la sociedad en general, en la cárcel se produce discriminación entre hombres y mujeres. Y en la de Pamplona especialmente. “El único módulo para mujeres que hay es el de respeto, que tiene unas normas estrictas y que propician el conflicto continuo entre reclusas”. Tanto es así que apenas se pueden hacer actividades con las ellas “porque casi siempre están castigadas”. Asimismo, Munárriz denuncia que “no tienen acceso a los talleres de producción”, por lo que “no pueden aprender un oficio”, y se dedican a tareas como la lavandería. Sin olvidar que “no hay enfermería para mujeres” y se usa una celda en su lugar, donde las pacientes pasan las noches “supervisadas por otras reclusas”.

Título. Penitencia.

Proyección. Hoy, 20.00 horas, Filmoteca de Navarra.

Más información. En www.mipenitencia.es; en www.facebook.com/mipenitencia.es y en www.youtube.com/watch?v=rymO0JVN1xs.

Próximamente. La película podría estrenarse en salas y en primavera y en otoño girará por casas de cultura de Navarra.

pili múgica “nos recibieron en la prisión de bredveit”

Lo que sucede al salir de la prisión es otra de las cuestiones claves del documental, que muestra la experiencia de la cárcel abierta de Bredveit (Oslo). En este punto, Mikel Armendáriz destaca que con la crisis el tratamiento preparatorio para la salida de presos en España es “casi inexistente”. En este apartado se recogen las experiencias de arteterapia de Larraingoa -Alaitz López- y la apuesta por la meditación en prisión que lleva a cabo Aitor Basterretxea. Todo, para generar espacios inclusivos que eviten la exclusión.