en la comarca de O Courel, Lugo, se cuentan fuegos más que habitantes. La vida de las aldeas se mide en el número de hogares encendidos en las casas. Es lo que Diana Toucedo (Redondela, Pontevedra, 1982) descubrió al recorrer este territorio de naturaleza hipnótica para realizar su ópera prima, Trinta lumes (Treinta fuegos), una cinta que trasciende los límites del documental y la ficción para emprender una vuelta a los orígenes, los de la directora, los de Galicia y los del espectador, en un momento en que hay universos casi invisibles por el implacable paso del tiempo. La realizadora presentará la película esta tarde, a las 20.00 horas, en la Filmoteca de Navarra dentro del ciclo que la sala organiza en colaboración con el Ateneo Navarro.

Toucedo, montadora de películas como La noche que no acaba, de Isaki Lacuesta, y de Chico y Rita, de Fernando Trueba y Javier Mariscal, junto a Arnau Quiles, supo que para dirigir su primer filme tenía que regresar a Galicia. “Llevaba ya muchos años en Barcelona y sentía que necesitaba revisitar y cuestionar incluso algunos temas vinculados a la identidad y a los orígenes y saber cuánto de eso me hacía ser quien soy y cómo todo eso influía en mi forma de ver el mundo, de entenderlo y de relacionarme con él”. Y quería realizar ese viaje de vuelta de la mano del “lenguaje adquirido” del cine. A priori no conocía O Courel, aunque lo había imaginado gracias a los versos del poeta Uxío Novoneyra. “Sentía que ahí podía haber algo de lo que buscaba y cuando fui vi, en efecto, esa mezcla de tiempos, del presente y de ese pasado que todavía seguía muy vivo, de las gentes y del paisaje, que también preserva algo muy originario de Galicia”. Antes de rodar, eso sí, la realizadora visitó el lugar y se documentó sobre él durante un par de años para empaparse bien de su atmósfera y ganarse la confianza de los vecinos. “Creo mucho en introducirte en un lugar, de manera que cuando sacas la cámara de alguna manera ya formas parte de él”, indica. El punto de entrada fue el colegio: “Eso me permitió conocer a los niños, con ellos a sus familias y así ir ampliando el círculo”. Además, este acceso tenía mucho que ver con uno de los ejes temáticos de la película, que es “cómo en la adolescencia empiezas a descubrir el mundo que tienes alrededor y a hacerte preguntas sobre él”.

mitos, leyendas, ayer y hoy En Trinta lumes, esa adolescente es Alba, una chica de 13 años que entra en casas abandonadas, que no vacías, ya que los muertos, su aire, siguen por allí, tal y como narra esta joven, depositaria de los cuentos, mitos y leyendas de la zona y a la vez creadora de sus propias historias junto con chicos de su edad. Todas, en torno al Día de Difuntos. “Decidimos muy pronto que la película orbitara en torno a esa fecha; por eso hicimos una gran parte del rodaje en octubre y en noviembre porque sabíamos que en ese Halloween o Festividad de Todos los Santos, en ese inicio de otoño e invierno se abría la posibilidad de trabajar con los mitos, las herencias... Y fue así. Me parece un terreno muy prometedor porque es un espacio donde todavía podemos ver al hombre antiguo, que necesita crear esas historias para comprender el mundo, y también vemos al contemporáneo, que desde otros lugares lo sigue haciendo igual”. Este vínculo funciona en la cinta como “un cordón umbilical”, que posibilita “que nos cuestionemos nuestra relación con el mundo a partir del tiempo; porque seguimos teniendo muy presente lo que hemos hecho en el pasado”.

El diálogo intergeneracional es otro pilar del proyecto. “En el fondo, las niñas y los niños que protagonizan la película están recibiendo una serie de elementos, de legados, que van a tener que aceptar, rechazar o vivir con ellos, en convivencia con un nuevo contexto, una nueva sociedad, y les tocará remodelar esas herencias familiares, culturales, identitarias, etcétera”. Identidad muy presente en la lengua, el gallego oriental “bellísimo” que se habla en la zona. “Yo no concebía la película de otra manera, esta película parte de mí y mi lengua materna es el gallego; es parte de mi identidad y de mi cultura”, afirma la directora.

Y el hilo que hilvana toda esta crónica a veces etnográfica, otras onírica es la naturaleza. Su poderosa presencia se hace patente en todo momento. “Para mí era muy importante que el espacio natural fuera un personaje más y que incluso funcionara como motor narrativo; quería aproximar la historia a un estado de vida muy real”, apostando por generar, además, estados de ánimo similares a los que la visión de un paisaje, de un valle, de una gruta o de una montaña tiene en ocasiones en todos nosotros.

vida y cine resistencia Trinta lumes también refleja que las condiciones de vida en O Courel, al igual que en otras zonas rurales del Estado, no son fáciles. “En muchos lugares de Galicia la inmigración ha sido grande, y era importante para mí hablar de esto porque quienes aún viven allí sufren mucho viendo cómo los pueblos se quedan vacíos, las casas se cierran; esa relación entre la vida y la muerte no solo está en el ámbito de las leyendas, sino también en muchos otros niveles de la película. El título, de hecho, apela a eso, a esas casas que todavía tienen fuego y hay gente que las habita; me parecía bonito hacer referencia a esa idea de resistir”, apunta Toucedo, que reconoce que el suyo es también un cine de resistencia. “Hoy en día, cuando se intenta imponer desde muchos lugares una cierta normativización de los lenguajes audiovisuales, creo que como autores es importante que optemos por crear o ampliar esas obras que muchas veces llegan a los espectadores de manera muy limitada y unas intenciones muy claras”. Y es que, la gallega defiende el cine en cuanto que “nos abre al mundo, nos hace conocernos a nosotros mismos y al otro” y es “positivo y enriquecedor para el público relacionarse con lo cinematográfico desde otros sitios”. De ahí que apueste por seguir manteniendo “una conciencia y resistencia” para producir obras que ayuden a “ampliar nuestra sensibilidad y la del mundo que nos rodea”.

La película. Trinta lumes.

Directora. Diana Toucedo.

La sesión. Hoy, a las 20.00 horas, en la Filmoteca de Navarra dentro del ciclo El Ateneo presenta, que pretende presentar obras documentales que aún permanecen inéditas en las salas navarras. La entrada cuesta 3 euros.

Sinopsis. Alba tiene 13 años y desea descubrir lo desconocido, lo misterioso y lo fascinante de la muerte. Con su mejor amigo entra en casas abandonadas, recorren pueblos destruidos y se adentran en el interior de unas montañas que esconden otro mundo paralelo. Un viaje que parte de la inocencia para descubrir el misterio de la lucha entre la vida y la muerte.