san sebastián - Ángel Illarramendi siempre se ha considerado un compositor “libre”. Dice que tras ser “ninguneado” durante años, con el siglo XXI han llegado “tiempos más desprejuiciados” para la música y se ha terminado la época en la que no le hacían “ni caso”.

Eso en el mundo de la clásica, porque para el cine siempre ha contado y, desde que en 1984 firmó la banda sonora de Tasio, de Montxo Armendáriz, no ha dejado de escribir música para películas, para trabajos de Manuel Gutiérrez Aragón, Juan José Campanella, Gracia Querejeta, Helena Taberna y Ray Loriga, entre otros.

“Soy un compositor cantor, nunca he renunciado a la melodía y por eso me dieron caña. Hubo tiempos muy duros”, dice este autor en una entrevista con motivo de la presentación de Zuzenean, un disco doble grabado en directo en septiembre de 2017 en Zarautz, la localidad guipuzcoana donde nació hace 60 años.

Su poema sinfónico Zarautz abre este álbum, que incluye también su Concierto para clarinete, piano, viola y orquesta y la séptima de sus nueve sinfonías, elegida por ser coral, lo que permitió embarcar al Orfeón Donostiarra en un proyecto en el que ha participado asimismo la Orquesta de Euskadi bajo la dirección de José Miguel Pérez-Sierra.

A Illarramendi le gusta “alternar” la composición de obras de concierto con la de bandas sonoras, aunque actualmente está más volcado en lo primero, pero sin pensar aún en su décima sinfonía, que vendrá después de un autoimpuesto, por necesario, periodo de “barbecho”.

“Ahora se habla mucho de innovar, pero a mí la innovación me importa un carajo. Yo lo que quiero es respirar por mí mismo. Estamos hablando del arte, de la libertad, de que todo puede ser de otra manera. Cada uno que haga lo que quiera”, argumenta.

Opina que “la llamada música contemporánea” es un término “pretencioso”, y se pregunta “qué es la vanguardia cuando ha sido bendecida por la crítica y los conservatorios”.

“Chicos, hay que hacer esto, y todos a hacer eso. Vanguardia ¿qué vanguardia? Llevamos desde la II Guerra Mundial con el atonalismo, el dodecafonismo, la experimentación. Hay obras atonales que me encantan, pero hay que estar abierto a todo. Yo he vivido de Mozart y Beethoven, pero también de los Beatles y Bob Dylan”, recalca.

“A la música no le pido más que fluya con naturalidad, nada más y nada menos. En estos momentos, vivimos tiempos más desprejuiciados en la clásica, porque en otros campos parece que ha llegado la Inquisición”, añade.

bandas sonoras Entiende que las bandas sonoras actuales también son el resultado de una mayor libertad. “Si antes ha habido épocas eclécticas, hoy día lo son absolutamente”, afirma el compositor, lo que no quiere decir que la música del cine sea ahora mejor, “simplemente ha cambiado”, precisa.

“En España se han hecho grandes películas y grandes bandas sonoras, desde hace muchos años. Hubo una época en que todo era orquesta y ahora hay más variedad, puedes meter lo que quieras”, comenta. Aclara, no obstante, que el músico tiene “el deber de dar ideas”, pero que es el director el que “marca el concepto, el rumbo”.

Para él, la “persona esencial” fue un productor, Elías Querejeta, el cineasta con el que más ha trabajado, pero asegura que tiene “cariño” a todos los realizadores con los que ha trabajado, con los que ha firmado títulos como El hijo de la novia y Luna de Avellaneda en el caso de Campanella, y Yoyes, de Helena Taberna, filme del que guarda “un gran recuerdo”.

Ha ganado premios como el mejor autor de música clásica de la Academia de las Artes y la Ciencias de la Música por la Sinfonía número 3 Harri Zuria y el CD Compact 2009 al mejor disco de música española del año por la 7ª Sinfonía. - Efe