Las miradas son el reflejo más puro del alma. Son una puerta abierta al estado de ánimo, a los sentimientos y a los pensamientos de las personas. Pero hay que saber mirar. Y eso lo hace bien Ana Muñoz Muñoz, artista aragonesa y residente en Valencia que expone por primera vez en Pamplona. Concretamente, lo hace en la Galería Michel Menéndez, con la muestra Imágenes de agua, sombras de carbón, donde queda bien clara su pasión por el retrato pero también por la búsqueda de la belleza en cualquier momento cotidiano. La exposición, compuesta por un total de 22 cuadros, se puede visitar en el espacio de la calle San Antón hasta el próximo 11 de febrero.

Médico de profesión, Muñoz afirma que siempre le han interesado “las expresiones humanas. Quizás sea por mi profesión; yo estudié Medicina y mi foco de interés siempre he sido el ser humano; sus gestos, sus movimientos y, especialmente, su rostro”, afirma. En la muestra, además de retratos, se muestran cuadros de gatos, de flores o de bailarinas. “Elegí una muestra variada que sirviese de tarjeta de presentación, ya que nunca había expuesto en Pamplona, y creo que la selección de cuadros da una buena muestra de mi trabajo en general”, sostiene. La mayoría de estos cuadros son acuarelas, salvo dos carboncillos, con una paleta que gira más en la gama de rosas y ocres, a los que la artista contrapone otros colores como el azul o el verde oscuro.

Según la artista, la mirada es “nuestra interfaz de comunicación con el resto de seres humanos y con el resto del mundo” y ahí llevamos escrito “lo que sentimos, nuestro estado de ánimo...”, y es precisamente ahí donde fija su foco de interés. “Captar cómo se siente una persona o cómo creo yo que se siente es de lo más interesante”, apunta, para añadir que “lógicamente todo el mundo proyecta en aquello que hace algo de sí mismo. Se dice que, cuando uno retrata a alguien, no solo se retrata al retratado, sino también a uno mismo”, comenta. Una afirmación con la que asegura sentirse muy identificada. “Al final, es inevitable reflejar el estado de ánimo con el que el pintor se encuentra; de él depende que resalte más unos gestos que otros, la paleta de colores que utilice... -agrega-. Es lo mismo que cuando uno escribe, siempre pone algo de su propia experiencia, de lo que siente o lo que ha sentido, y eso es inevitable; somos lo que hemos vivido y lo que nos ha emocionado”.

Debido a su profesión, Muñoz ha vivido en diversas ciudades y también participó, durante un tiempo, en un programa de cooperación en África, lo que le ha permitido recabar en su imaginario los rostros de personas de muy diferentes culturas. “Es una consecuencia directa de mi carrera profesional; una de mis aficiones es la fotografía y tengo un archivo muy importante de rostros de lo más variados; por eso pinto personas de muchas razas diferentes, porque creo que el mundo es muy variado y, en ese sentido, muy rico”.

En esta muestra basada en su mayoría en las expresiones y emociones humanas, otras figuras como las flores y los gatos también tienen cabida. Según cuenta Muñoz, estos dos elementos siempre le han llamado la atención. “Las flores, por su excepcional belleza, por su color y su textura; son un estudio fundamental del comportamiento de la luz y del color y han sido siempre, además, una forma de estudiar pintura, porque los matices de la luz en ellas son inacabables”, opina. En cuanto a los animales, y a los gatos particularmente, comenta que “son muy expresivos en sus gestos y de una gran belleza, una gran elegancia, con una mirada muy expresiva, al igual que los seres humanos”.