Los geólogos especialistas en terremotos y tsunamis describen los procesos de alteración de los asentamientos terrestres como réplicas que tras un terremoto acompañan a la actividad sísmica de la zona afectada. Estas réplicas son como secuelas añadidas al efecto de cataclismo que genera un terremoto de intensidad pequeña, media o alta. Nos explican que las citadas réplicas son como ajustes de placas tectónicas tras el epicentro del estallido principal. En el mundo de la comunicación podemos hablar también de réplicas mediáticas que se producen y mantienen en el tiempo, ampliando los efectos de la noticia principal. Una vez finalizado el rescate de Julen, la materia informativa en torno a este suceso, sigue alimentando las teles de datos, personajes e informaciones policiales y judiciales que alimentan el tsunami informativo. Los detalles del caso siguen manando y engordando programas de tele con un sinfín de detalles y noticias que mantiene el asunto vivo, en antena. En otro orden cosas, unos de los efectos más notorios de la tele, de la información de sucesos y del amarillismo de los medios, es la puesta de moda de ciertos términos que se repiten machaconamente, en un ejercicio de sociolingüística digna de estudio universitario. Por ejemplo, en el caso de sucesos de Totalán, términos como sellado, tuneladora, cuarcita, entibar, sondeo y alguno otro, se han sucedidos en continuo bucle desde el comienzo de los luctuosos hechos. Es un ejercicio de efecto corruptor de los medios, que son capaces de fijar nuevos términos para describir, narrar y transmitir la actualidad. Palabras poco usadas y conocidas en el normal desenvolvimiento de la vida y la información, se convierten en repetitivos clichés en las conexiones a pie de cámara, en palabras sacadas de la obscuridad y puestas en valor por la potencia mediática de la televisión.