Tudela - Luz fría e incómoda, algo de grano en las siluetas, planos largos, silencios... Las distancias dibuja de manera introspectiva y con los diálogos estrictamente necesarios para que la evocación gane al verbo la frustración interior de seis personajes en el Berlín de los millenials exiliados. Una película que, como detalló ayer su directora, Elena Trapé, se trabajó con los jefes de equipo como una cinta “áspera, difícil de tragar”. “Una historia que raspase”. La realizadora catalana compartió ayer algunas de las vicisitudes del rodaje y la producción del que ha sido su segundo largometraje de ficción, que abrió la vigésimo quinta Muestra de Cine Español de Tudela.

Premiada en el pasado Festival de Málaga con la Biznaga de Oro, Las distancias ha supuesto para Trapé y todo el equipo del filme un reto a la hora de plasmar en imágenes la incomodidad latente que despierta el desarrollo de la historia a ojos del espectador. “Trabajamos no solo en la luz, sino también en aspectos como los efectos de sonido o el propio montaje. En cuanto a la iluminación, la película muestra la oscuridad de una ciudad como Berlín, en la que en febrero anochece para las tres o las cuatro. Eso da mucha personalidad al apartamento donde conviven los personajes, por ejemplo. Además, la idea con Julián Elizalde, director de fotografía, era que la iluminación, de manera intencionada, no mostrara favorecidos a los intérpretes”, explicó la directora.

Unos protagonistas sustentados por interpretaciones sobrias de nombres como Alexandra Jiménez, Miki Esparbé, Bruno Sevilla o Isak Férriz. Nombres que Trapé pudo escoger con libertad en un proceso de casting “muy abierto”. “Tuve la suerte de poder ver a muchos actores hasta encontrar a los ideales. En el caso de Alexandra, encajaba muy bien en el perfil de personaje que vive en Cataluña pero no habla el catalán, ya que la película está concebida como bilingüe. En cuanto a Isak, me gustó que no viniera a hacer de malo de la peli, sino de un personaje como Guille, muy difícil de entender y por el que al final el espectador acaba sintiendo algo de lástima o pena”, reflexionó la realizadora.

Con Las distancias, Trapé quiso contar un conflicto con marcado acento generacional, una realidad que se narra en el contexto de unos personajes cuyas expectativas vitales se han visto truncadas y en cuya idea original rondaba la temática de la desesperación. Sobre la trama planea también el fantasma de la incomunicación entre lo que supuestamente son seis amigos que, sin embargo, desconocen más de lo que saben los unos de los otros. “Creo que esa temática se da porque no son honestos con sus propias situaciones”, reconoció Trapé.

¿Hay algo de autobiográfico en Las distancias? No realmente, según la directora. Pero sí algo cercano. “Creo que esa pérdida de contacto con los amigos, incluso con aquellos que están en tu propia ciudad, es habitual. Las expectativas y la vida de cada uno cambia y a veces terminas teniendo una amistad de un café al mes... o al año”, subrayó.

La crisis y el cine. Elena Trapé detalló cómo la coyuntura de la crisis económica se ha colado entre su primer largo, Blog (2010) y Las distancias (2018). “Más que haber superado la crisis, creo que ahora vivimos otro paradigma de producción. Y pienso que a veces no se habla de las condiciones en las que se ruedan algunas películas”, dijo. Precisamente la crisis económica subyace de forma latente en la vida de los personajes de Las distancias.