pamplona - La lucidez de su discurso, acompañada de una vehemencia que no hace sino otorgarle más valor a sus palabras, provoca que una charla con José Miguel Monzón, más conocido como El Gran Wyoming, se convierta casi más en una lección para tomar apuntes que en una conversación. Pasen y lean.

Qué tiene Wyoming con Pamplona que casi la ha convertido en su segunda casa, no solo por las veces que ha actuado, que en los últimos años han sido varias, sino también porque, por ejemplo, para su cita en la Riviera de Madrid contó con Pedro La Fuga y El Drogas, y tiene en el Garazi, con su anfitriona Marisa, como su bar de residencia en el Casco Viejo.

-Eso no lo decide uno, eso lo decide Pamplona. Nosotros vamos donde nos reclaman, y si es Pamplona, pues encantados. Y ya, una vez que estás allí, como dirían los matemáticos, el cariño es una relación biyectiva: a uno le dan cariño y entonces entrega cariño, creando un círculo de retroalimentación. Yo siempre he dicho, pero desde hace mucho años, que la gente de Pamplona era el mejor público que había. Hace mil años fui con el Reverendo a tocar a la Media Luna, un espacio que nosotros no conocíamos, y de repente vimos que era al aire libre. Así que imagínate, un micrófono y un piano de pared, vamos, que estábamos más vendidos que la hostia y preocupados por lo que iba a pasar. Y de repente se juntó una masa de más de 1.000 personas, sentadas en el césped, algo para lo que no estábamos preparados. Pero fue una noche magnífica; tocamos más de dos horas, con todo el mundo callado y aplaudiendo. Y desde ese día me enamoré de la ciudad. Al final, uno es de donde le quieren.

Alguien que en el 78 ya se estaba bregando en esto de la música con el grupo Paracelso, creando temas con el añorado maestro Reverendo, entre otros, ¿cómo se quita de encima el gusanillo de componer canciones y defenderlas en lugar de hacer versiones como ahora?

-La idea de hacer canciones pasa por un proyecto de defenderlas, promocionarlas, hacer gira... Y yo no estaba en esa disposición, mi idea era la de ir por las ciudades como iban antes los circos ambulantes o los actores de la legua, que iban con las caravanas de pueblo en pueblo haciendo un repertorio que tenían. Yo me veo en esa situación ahora, y estoy encantado. Es decir, aprovecho la circunstancia de la fama, que facilita mucho la asistencia de la gente, y además disfruto de mi afición a la música, que es lo que más me gusta del mundo. Así, de repente, decimos: “¿Dónde vamos este fin de semana? A Pamplona. Ostras, qué planazo. O a Menorca”. No entiendo una vida mejor. De esta forma, la parte creativa me sobra, no tengo ninguna necesidad, se trata de vivir y disfrutar. La vida y poco más.

Habiendo vivido aquellos primeros años del postfranquismo, ¿se imaginaba que 40 años después, en plena democracia, íbamos a ver como condenaban a músicos por sus canciones o denunciaban humoristas por hacer chistes con la bandera española?

-Yo siempre había oído que esto era un ciclo. Que todo son ciclos. Los griegos decían una cosa, y tenían toda la razón, que todo se mueve en las tres d: democracia, demagogia y dictadura. Es decir, la democracia degeneraba en demagogia y la demagogia llamaba a la dictadura, que era sustituida por la democracia y vuelta a empezar. ¡Lo que no sabía es que el ciclo era tan corto! Joder, cuando a uno le hablan de griegos piensa en siglos y que el tiempo tiene otra dimensión. Pero ahora, como va todo tan acelarado... A mí me resulta increíble que la gente no valore determinados logros, como la libertad o servicios públicos como la sanidad. Es que a mí lo de la sanidad me mata, yo estudié medicina y tengo muchos amigos que se dedican a eso, y la gente no tiene ni idea de lo que supuso la sanidad pública universal, ni a la calidad a la que llegó, que probablemente era la mejor del mundo. Y de eso la gente no se ha enterado; es una pena que el fútbol haya ocupado ocho millones de portadas y esto ninguna. Y yo no lo entiendo. La gente, por ideología, es capaz de votar contra la salud de sus hijos... hasta ese momento yo creí que el ser humano no estaba tan mal diseñado. Es decir, creía que siempre tenía un momento de lucidez, un espíritu de supervivencia que tienen hasta los animales más elementales con un esquema cerebral más simple. Pues el ser humano no lo tiene, es capaz de sacrificar a sus hijos en base a una ideología, como Abraham, y esto ya me mata. Me frustra.

¿Por qué hay tanto a miedo a las protestas y a la reivindicación a través de la música y del humor?

-Se trata de ir ganando espacios de poder. Se puede medir el grado de democracia real del sistema en la medida en que acepta o no al diferente. Y ahora yo creo que estamos viviendo un momento de regresión. Siempre va a haber una fuerza ahí que intenta que la información no llegue. El primer paso fue hace años cuando incautaron todos los medios de comunicación, que ahora están en manos de grandes corporaciones a las que no les interesan nada esos propios medios, simplemente los quieren tener bajo control. Se empezó por ahí y el siguiente paso es coger a personajes y ponerlos en la picota. Que no es sino una advertencia para el resto de ciudadanos: esto es lo que os va a pasar si abrís la boca. Y la gente como quiere vivir tranquila, se somete. Bueno, pues así está el patio.

Precisamente, en este sentido, vivimos tiempos más que convulsos, en los que a la mentira se le llama posverdad...

-...Y se llama lobbysmo al soborno, se llama puerta giratoria a la utilización del poder público para enriquecer a empresas... Se cambia el lenguaje y todo que bien...

...Y uno piensa que ya no se puede ir mas allá, pero luego llega el Inda de turno y te sorprende cada día, ¿esto no tiene límite? ¿Hay alguna manera de pararlo?

-La cuestión es el grandísimo espacio que tienen determinadas personas que, además, están todo el día diciendo que había que prohibir a los otros. Hoy una de las noticias es esa, una declaración de un señor de Vox que dice que habría que prohibir a Podemos y a los independentistas; y eso lo dice el mismo día en el que fichan para su partido a tres generales golpistas. Es curiosa la idea que tienen ellos de cómo se defiende la constitución, la libertad y la democracia. Y más curioso es todavía el grandísimo apoyo que tienen por parte de los poderes fácticos y del dinero.

¿Todavía nos queda lo peor por ver? No cabe duda que esta es una pregunta que se repite mucho últimamente.

-Para mí, la mayor frustración es la gran hipocresía del ciudadano. Estos señores no están puestos ahí por una fuerza divina, está puestos ahí por nuestros vecinos; pero estos y otros que son iguales pero van con una careta de domingo. Los frustrante de esto es que es la ciudadanía la que los encumbra. El vecino ese que te dice qué ladrones son, es el que les está votando. Lo que nos queda por ver es cómo somos realmente, porque esto es simplemente un muestreo de cómo somos, no la ficción que creemos que somos. Lo que sí que pasa es que vivimos un tiempo bastante insoportable para el ser humano honrado; pero bueno, es la condición humana la que está haciendo posible todo este disparate.

Una condición humana que está muy mediatizada por la televisión. El poder y su influencia son claros y evidentes en la sociedad actual. Pero, ¿cómo afronta Wyoming su presencia casi diaria en este medio sabiendo que cada coma de sus palabras es escrutada con mil lupas?

-La televisión es la coartada para cargarse de razón. Es decir, si tú dices mañana que Dios no existe, no va a cambiar ni un milímetro el nivel de creyentes. Eso solo varía cuando tú dices que fulanito ha hecho tal cosa. La gente busca coartadas para cargarse de razón y liberarse del supuesto fantasma que supone pensar que uno es mala gente. Es evidente que el mundo se divide en dos: los que son solidarios y aquellos a los que les importa una mierda su vecino así se muera. Esto es así de simple, y nada más. Cuando estamos viendo que secuestran barcos en puertos porque dicen que son inseguros para rescatar personas que se están ahogando... eso es de un nivel tal de cinismo, hipocresía y crueldad. Es decir, deja que se ahogue, porque si le rescatas puede tener un accidente. Ese es el planteamiento y la verdad a la que se agarra mucha gente, y es demoledora. Como se agarran al tema de que los inmigrantes vienen aquí a robar; y entonces qué hacemos, pues no les damos papeles y así nos les pagamos por trabajar. Por eso digo que eso de que todo el mundo es bueno no es verdad.

En esta situación, ¿la autocensura también ha hecho mella en el Gran Wyoming?

-No. Lo que pasa es que yo digo cosas elementales que hacen que mucha gente me tenga ubicado en grupos de extrema izquierda o algo así; hasta ese punto ha llegado la degradación de la palabra, de la razón y del sentido común. Si tú dices que estás a favor de que los niños tengan escuelas y una sanidad, o de que todo el mundo tenga un salario, eres de extrema izquierda. Y eso es alucinante, porque eso lo podría decir perfectamente cualquier cristiano que leyera el Nuevo Testamento despacito.

Y, ante este panorama, ¿qué hacemos para generar esperanza?

-Yo tengo un grado de felicidad bastante bueno, lo que sucede es que como hablo de estas cosas todo el rato parece que vivo en la amargura, pero para nada. Yo he llegado a un nivel en el que simplemente siento un enorme desprecio por toda esa chusma, y lo digo como lo siento. Son ladrones y delincuentes. ¿Antisistema? Ellos. Y me refiero a la derecha de este país que ha sido siempre absolutamente cainita, inculta, cerril y de una inmensa crueldad con su propio vecino. Los patriotas aniquilarían de nuevo a la otra mitad de los españoles. Y dicen que están ahí defendiendo a España por alguna razón rara. Y eso no es verdad. Entonces, yo siento un enorme desprecio y eso me permite vivir con tranquilidad. Tengo tal conciencia de que estoy en mi verdad y que mi verdad ese buena que me importa una mierda esta gente. Te lo digo de verdad. Los veo desde el desprecio total. Yo no ando con eso de que hay que respetar a todo el mundo. No. Yo no tengo ningún respeto por una persona que cree que divertirse es salir a la calle, atar a una menor y violarla. Ni siquiera por sus ideas. Y entiendo que alguien piense igual de mí.

¿Echa mucho de menos la sonrisa de Krahe al igual que aquellos shows con Tramperos de connecticut o showsTramperos de connecticutCon la mano entre las piernas

-Muchísimo. Yo he vivido el mejor de los tiempos de toda la historia de la humanidad. Aunque viví 20 años con Franco, eso me dio una educación en la solidaridad y en la justicia que me ha valido para el resto de mi vida. Por eso, ahora, cuando quieren hacer estas revisiones, me parece de una caradura tan grande... Yo me eduqué ahí y después he vivido un espacio donde no hemos tenido guerras, el hambre era algo de donde veníamos, y en el que la mujer se ha incorporado a la sociedad, porque estaba totalmente marginada; no hay que olvidar que éste era un país talibán en el que las mujeres no hablaban en presencia de los hombres. Eso lo he vivido yo y no soy también mayor. Y te diría un largo etcétera que seguiría con mucha euforia, como el acceso a seguir ganando espacios de libertad. Por eso echo mucho de menos aquel tiempo, pero no por nostalgia sino porque fueron tiempos muy buenos y mejores. Y, por lo tanto, lo que habría que hacer es recuperar los espacios y no dejarse ganar. ¡No pasarán! Esa sería la consigna otra vez.