donostia - Diez años han pasado desde que el pintor José Luis Zumeta (Usurbil, 1939) expuso por última vez en la galería Ekain Arte Lanak de Donostia con su Oi! Bihotz, y cinco desde su más reciente muestra en la capital -fue en la galería Kur-. Este artista, uno de los impulsores del grupo Gaur, ha regresado al local que la galerista Rita Unzurrunzaga tiene en el número 4 de la calle Iñigo de la Parte Vieja, para presentar una selección de sus trabajos del último año, algunos de los cuales incluso cuelgan húmedos de las paredes.

Se trata de una selección de 23 acuarelas, óleos y témperas sobre papel de pequeño y mediano formato -entre 2018 y 2019 el artista ha trabajado “bastante”, llegando a pintar medio centenar de cuadros a los que habría que añadírseles sus dibujos-, unas proporciones poco habituales en el autor, que suele apostar por cuadros más grandes, según recordó la galerista de Ekain en la presentación que tuvo lugar ayer. No obstante, debido a las dimensiones del local, el artista se decantó por estos tamaños.

“Todos los trabajos son diferentes, también aquí mismo, pero el estilo es el mismo; eso no varía”, defendió Zumeta, al que siempre se le ha vinculado con el expresionismo abstracto, para después añadir que es el estilo lo que diferencia un autor de otro, “si no hubiese diferencias, Rembrandt sería igual que Velázquez”. “Hay que buscar la nota personal y después de tantos años estoy ya un poco hecho. No puedo cambiar todos los años, pero las obras son todas diferentes”, expuso.

Las obras presentan el azar y el momento mismo como hilo conductor. Zumeta ha trabajado “sin una idea o un mensaje previo”, desde la “irracionalidad”. “Vas llenando, vas manchando, ordenando y al final ves algún camino y lo sigues. La misma obra es la que te está diciendo por dónde tienes que ir”, reivindicó el usurbildarra, que definió su trabajo como “espontáneo”, “subjetivo” y “azaroso”.

El artista trabaja todos los días en su taller de Usurbil, que comparte con su hija Usoa Zumeta, y reconoció no tener tiempo para pensar en proyectos. Para él, “lo importante es ir al taller”, porque siempre se trabaja en algo. Coge las brochas y los pinceles sin “ningún plan” y pinta.

Pese a todo, expone en Ekain algunos trabajos “bastante figurativos”. En uno de los últimos, todavía fresco por la pintura -tardan en torno a mes y medio en secarse- se adivina “una boda gitana” relacionada con una pareja de Argentina. Asimismo, se reconocen otros elementos figurativos que ha trabajado en el último año: un ramillete de ojos se reproducen en ciertas obras. Zumeta se ha sumergido en el mito griego del gigante de 100 ojos Argos. Un espía de la diosa Hera que tenía el objetivo de vigilar a una de las amantes de Zeus. Tras su asesinato y descabezamiento, Hera tomó todos sus ojos y los colocó en la cola de un pavo real.

Pese a todo y a intentar buscar un sentido, para Zumeta las explicaciones sobre su trabajos “no son importantes”. Reivindica también la subjetividad del público ante sus creaciones: “Cada uno los ve como le da la gana, no vale para nada dar la explicación de un cuadro”.

El pintor reconoció “no ser capaz de racionalizar” qué contienen sus trabajos, para después añadir que él usa “otro tipo de guías” a la hora de enfrentarse al lienzo vacío y conducir los procesos. Es algo “irracional”, más propio de seguir el “instinto”. Por supuesto, la forma de trabajar no puede desvincularse del resultado final: “La forma de hacer es el estilo, lo que diferencia a un pintor de otro”.