pamplona - Llevaba siete años sin publicar, ¿por qué? ¿No encontraba el tema, el tono, la forma o necesitaba ese tiempo?

-No encontraba nada importante que aportar ni decir. Tiendo a crear cada libro con una idea y un desarrollo diferente al resto y si no lo consigo, prefiero no publicar, independientemente del tiempo que pase. No obstante los periodos de parón creativo, que no de inactividad, suelen ser muy lúcidos.

Hablemos del nuevo libro comenzando por el título, ‘El instante lúcido’, ¿a qué se refiere con esta expresión?

-Defiende un poco la filosofía del instante, del momento presente, que en definitiva es lo único que tenemos. Apoya el aquí y el ahora y olvida el mecanismo de proyección que tenemos en esta sociedad tan pragmática. En lo que se refiere a lo artístico, que comulga también con esa idea, ese Instante lúcido representa a ese breve espacio de tiempo en el que leemos un poema que nos trasporta, bebemos un sorbo de vino que nos hace detenernos, o contemplamos un cuadro que nos lleva lejos en ese instante trascendido. El libro está lleno de instantes breves con la idea del detenimiento y la reflexión a través del vino, la pintura y la poesía.

Sigamos por el formato. Este libro destaca por su tamaño, su diseño, su color y, por supuesto, por las ilustraciones de Pedro Salaberri, ¿quería crear un libro objeto, algo que trascendiera de la estética de la propia poesía?

-Sí, lo tenía claro desde un principio. Quería crear un libro artístico que poder utilizar en mis recitales en bodegas para que luego las personas participantes pudieran degustarlo a solas en casa. También tengo que decir que, además, he hecho una edición exclusiva y limitada de 100 ejemplares numerados y firmados por los dos, poeta y pintor, con una funda especial con motivos vitivinícolas terminados con barniz UVI. De la edición no limitada he hecho 500. Me apetecía mucho hacer un libro diferente puesto que en el resto de publicaciones anteriores como autor había intervenido poco en el proceso editorial, en la maquetación y el diseño, al tratarse en su mayoría de colecciones muy concretas con una línea editorial definida, y en parte por tratarse de premios literarios que había conseguido con ellos. El San Juan de la Cruz, con Rialp, el Claudio Rodríguez con Hiperión, el León Felipe, el Premio a la Creación Literaria del Gobierno de Navarra? Todos forman parte de colecciones y formatos establecidas desde hace años en las que no puedes intervenir demasiado.

¿Cómo fue el proceso para crear/diseñar este libro, cómo fueron las conversaciones con el editor, con el diseñador hasta dar con lo que quería?

-Buena pregunta, porque el proceso ha sido lento y arduo, pensado a conciencia? La editorial Cénlit puso todos los medios a mi alcance para que la idea la pudiera desarrollar como pretendía. No obstante, fue clave la aportación de la diseñadora Lucía Lapeña en la maquetación del libro, que hizo un buen trabajo creativo fusionando mis textos y los óleos de Pedro Salaberri con sumo gusto.

El color, el rojo, claro. La referencia al vino está clara, ¿a qué más se refiere con este tono intenso?

-Es, como bien apuntas, un color simbólico en el que el caldo púrpura está muy presente, pero también la sangre roja y apasionada de quien escribe y se entrega, de quien experimenta, celebra y quiere trasmitir la esencia de lo que vive.

¿Cuál es su relación con Bodegas Otazu y qué papel ha tenido en la edición de este libro?

-Ya es el segundo libro que presento allí. Me gusta mucho el lugar porque contiene una atmósfera muy particular y en el espacio lo que ellos llaman La Catedral, contigua a la sala de barricas, se produce una acústica perfecta para el recitado y la música. Además del silencio subterráneo, la ausencia de cobertura telefónica, etcétera. Ellos siempre han apoyado todos mis proyectos escénicos y literarios.

Y Pedro Salaberri, ¿cómo se implicó en este proyecto? ¿Cómo fue el trabajo con él y cómo describiría sus ilustraciones?

-Tenía claro que quería unas ilustraciones exclusivas para el libro y Pedro Salaberri, pintor al que ya admiraba por toda su trayectoria, colmó esas expectativas creando unas obras exprofeso para mis textos. Desde un principio se dio una comunión artística y personal perfecta. Ambos formamos parte de la Junta Directiva del Ateneo Navarro, él como vocal de Artes Plásticas y yo como vocal de Literatura y lingüística. Da gusto trabajar en la gestión cultural cuando te encuentras a personas como él.

En cuanto al contenido, coménteme la estructura en cinco partes, que se abre por una larga invocación y se cierra con otra invocación de cierre algo más breve.

-He querido darle una estructura cerrada en la que el inicio y el final con Evocación I y Evocación II, supusieran para el libro dos pórticos. Uno de entrada y otro de salida. Como si entráramos en un viaje iniciático (el mismo de quien experimenta el arte, o prueba el vino?), con un desarrollo experimental a través de esos instantes (los otros tres capítulos) y saliera del mismo evocando una evocación, un brindis de despedida?

Los ‘Instantes lúcidos’ son breves, a veces casi aforismos.

-Esa es la idea. Esa esencia del instante trascendido. Que nos lleve a la experiencia de ser en sí más allá de sí.

Y en el ‘Rincón del sommelier’ vemos la poesía culta del Javier Asiáin de otros poemarios, aunque también íntimo y personal.

-Sí, creo que a lo largo de mi trayectoria poética en casi todos mis libros se da esa mezcla de lo íntimo, de la experiencia personal con lo cultural, que no culturalista, esos referentes de quienes nos han precedido y todavía nos interrogan.

A lo largo del volumen va intercalando frases de grandes sobre el vino...

-Precisamente por no perder de vista a quien anteriormente ya ha escrito sobre lo que a nosotros ahora nos inspira, defendiendo la idea de que lo que creamos no es sino parte de un tejido universal del pensamiento y la palabra. Que lo que nosotros aportamos se origina por lo que otros ya dijeron y que esto que decimos ahora servirá para que nuevas voces complementen ese tejido inspirados en las nuestras.

Me llama la atención la frase de Stevenson, “el vino es poesía embotellada”. ¿Qué relación ves tú entre vino y poesía?

-Íntima. Basta con experimentarlos a la vez.

¿Cómo fue la presentación? Creo que quiso cuidar hasta el último detalle.

-Soy de los que defiendo mucho la escenografía del poema, la parte interpretativa, el canal de transmisión? Los creadores a veces nos limitamos a crear y olvidamos que el otro proceso, el comunicativo, es casi tan importante como el primero. Un buen poema mal recitado se convierte en mediocre. Es como si en la Séptima Sinfonía de Beethoven hubiera violines desafinados.

¿Realizará más presentaciones?

-Sí. Porque creo en la capacidad de transformación de la palabra y creo en el instrumento que la trasmite, que la hace materia sensible a la experiencia de la gente. He tenido en estos actos experiencias emocionantes con personas que en apariencia eran losas de granito ruso.

¿Qué diría que ha supuesto la creación de este volumen para tu trayectoria literaria?

-El arte tiene que ser fidelidad a uno mismo y en este libro lo he sido al cien por cien. Nadie a dirigido ni condicionado nada. El poema o es un acto de autenticidad contigo mismo o es un fraude. En cuanto a lo que ha supuesto en mi trayectoria literaria, que lo juzguen otros.

¿En qué otros proyectos trabaja?

-Con el Ateneo Navarro, desde mi vocalía de Literatura y Lingüística en muchos, la verdad. Desafortunadamente me falta tiempo y recursos económicos para desarrollarlos todos. En la creación literaria a la espera de que salte la chispa siempre. Procuraré tener combustible inflamable cerca para cuando esto suceda y se produzca el incendio.