pamplona - La bailarina y coreógrafa Sara Cano ha trabajado con Joaquín Cortés, Blanca Li, Teresa Nieto y muchos más, atesorando una experiencia que hace unos pocos años la llevó a crear su propia compañía, cimentada en la danza española y la contemporánea, así como en la continúa investigación. Vengo! es su primer espectáculo con elenco y La Cava será testigo de su primer vuelo.

¿Qué le llevó a elegir el Festival de Olite para estrenar Vengo!?

-Si te soy sincera, el Festival de Olite me eligió a mí (ríe). Vengo! fue primero una pieza corta de 15 minutos que presenté en el Certamen de Danza Española y Flamenco en Madrid el año pasado. El director del festival vio el vídeo, le encantó y me dijo que quería que el espectáculo largo se estrenase en su festival. Es todo un privilegio y un honor y estoy trabajando para que quede lo mejor posible.

Vengo!, tanto la pieza corta como el montaje largo que vamos a ver en Olite, llega después del exitoso debut de la compañía con A palo seco en 2015, a la que siguió otro solo, Sintempo. Cuando empezó a gestar esta nueva idea, ¿sintió que había llegado el momento de conformar un elenco, una compañía y de dar forma a algo grande?

-Haber dado este paso era la evolución lógica como consecuencia de mi propio desarrollo como creadora. Como bien dices, mis primeros espectáculos fueron en solitario porque tenía que trabajar sola para encontrar una voz propia. Lo que pasa es que después de tres años sola, me sentía agotada y precisaba seguir trabajando con otros cuerpos, y más para este espectáculo, en el que quiero hablar de la conexión entre personas, de la unión del colectivo, por lo que me hacía falta un grupo. De ahí surgió el elenco, que ha trabajado con mucha ilusión y ganas y cuando se trabaja así, se nota. Se ha generado una energía muy bonita que contribuye a transmitir esa idea de conexión, en este caso entre personas que danzan.

¿Qué idea subyace detrás de Vengo!, título tomado de la letra de la canción popular La Molinera?

-Como decía, este espectáculo habla de la conexión entre personas que bailan, que se tocan, que hablan, que cantan... Siempre les digo que no me gustaría ver un a grupo de diez bailarines bailando, sino a un grupo de diez personas disfrutando, que tan pronto bailan como se miran y se ríen, se cansan y dejan ver que están cansados, se recomponen, se unen para continuar... Pasan muchas cosas en escena.

Mezcla varias danzas sobre el escenario, aunque creo que Sara Cano prefiere hablar de investigación más que de fusión.

-Sí. Me he asomado a distintas regiones para intentar reflejar, con todo mi cariño y todo mi respeto, la idiosincrasia y la esencia de cada una de ellas. No puedo hablar de todo el folklore que hay en España porque es muy extenso y muy rico, simplemente utilizo algunas pinceladas de algunos lugares, y aun así hay una variedad muy grande dentro del espectáculo. Hemos hecho un trabajo muy profundo de mucha búsqueda e investigación para decidir qué cosas queríamos tener dentro de Vengo!. Y también hemos trabajado mucho en el estudio para intentar dar a ese material mi visión y mi forma de bailar, que se acerca a la danza contemporánea y al teatro, en la que el gesto cotidiano también está incluido y en la que la danza va más allá de las formas y del simple paso. Yo no soy capaz de concebir la danza solo como un cuerpo que se mueve en el espacio, para mí es un instrumento para expresar cosas y sensaciones. Bailar por bailar para mí no tiene sentido bailar.

En este caso, ¿qué cosas quiere transmitir?

-Principalmente, me gustaría que Vengo! transmitiera la idea de celebración de la vida, con sus luces y sus sombras. Vengo! habla de un grupo de gente que se reúne para celebrar, cada uno con sus diferentes lenguajes y con sus diferentes trayectorias. Algunos bailarines vienen de la danza española, otros de la contemporánea, hay gente más joven, otra más mayor. Esto hace que en el grupo haya personas muy diferentes entre sí y a mí me aporta mucha riqueza. Por un lado está la fuerza del colectivo, pero por otro está el individuo, y cada uno es importante dentro del grupo.

¿A qué fuentes ha acudido durante la investigación para encontrar el material que necesitaba?

-He hablado con muchos expertos, he tomado clases, he leído mucho, he buscado y visto muchos vídeos y también he investigado a partir del propio cuerpo. El espectáculo arranca con Vengo!, jota que se ambienta en el entorno de Zamora, Segovia, Valladolid, otra parte de Ciudad Real... Esa forma de bailar, con el bote muy abajo, a mí personalmente me conecta mucho a la tierra, y precisamente quería partir de la conexión con la raíz.

Después llegan los paloteos.

-Sí. Los paloteos están muy extendidos por toda la Península, así que he usado elementos de danzas de distintos sitios. Hay cosas de Guadalajara, de Navarra, de Segovia... He intentado un compendio de todo eso para crear mi propio paloteo, por así decirlo. A esta pieza le sigue otra de ambiente más íntimo, buscando que el espectador se introduzca en una atmósfera matriarcal. En este caso me he inspirado en el folklore gallego, donde considero que el poder de la mujer es bastante potente. Seguramente tiene que ver con la inmigración de hombres tan grande que hubo, a causa de la cual las mujeres se quedaron al frente de la casa, los hijos, el trabajo... Con esta pieza hago un homenaje a esas mujeres y, de paso, a las de hoy en día, que nos ocupamos de muchas cosas también.

El folklore vasco lo aborda, sin embargo, desde una mirada patriarcal.

-Humildemente, yo veo que en las danzas vascas hay más protagonismo del hombre que de la mujer. Que me perdonen los expertos, pero es lo que yo he percibido desde fuera: esa competitividad, a ver quién salta más, quién es el más virtuoso... En el espectáculo se incluyen ese tipo de escenas.

Hay una escena de percusión.

-Es la siguiente, sí. La magia del folklore es que la gente canta, baila y toca instrumentos. Y me parece muy bonito que se utilizan cosas de la vida cotidiana. Es lo que pasaba antes en la Nochebuena, por ejemplo, que estabas en la cocina y en el momento de la celebración cogías el almirez. En este caso, los bailarines usan cucharas, sartenes, dedales... La percusión es la protagonista.

Y llegamos a la luz de la Comunidad Valenciana.

-En esta escena nos vamos a la luz, a la brisa de mar, a un ambiente más abierto, y con ella trato de plasmar la belleza del folklore valenciano y balear, muy sutil, muy rico y muy elegante, y es el único baile del espectáculo que baila una pareja de chico y chica. Hasta ese momento, o baila el colectivo o los hombres solos o las mujeres solas. A continuación hacemos un pequeño recorrido por la jota aragonesa, que no podía faltar. La hacemos, eso sí, desde un prisma contemporáneo.

Tampoco podía faltar su Toledo natal.

-¡Claro! (ríe). Yo soy de allí y quería que estuviera la jota que hacía de pequeña. Porque mi primer acercamiento a la danza fue a través del folklore y quería que eso, que es tan personal, también se reflejara en el espectáculo.

¿Y cómo acaba esta celebración?

-La acabamos con los Verdiales, un tipo de danza de Comares, en la provincia de Málaga. Es un folklore casi dionisíaco, como una fiesta, y me parecía que era buena idea para terminar el espectáculo. Con una fiesta que no para nunca.

Queda clarísimo que los pueblos de la Península bailan, aunque a veces se nos olvide.

-Bailan muchísimo y es una pena que se nos olvide y que haya costumbres que se pierdan, aunque cada vez hay más recuperación de danzas. Es importante que no se pierdan y que lo ancestral conviva con lo actual. No olvidemos que el folklore pasa de generación en generación y que cada una deja su impronta y se la entrega a la siguiente.

Es una pena que a veces el folklore se considere cultura de segunda.

-Pues sí. Siempre se relega a un ámbito no profesional. Y es una pena, porque tiene mucho que decir y mucho que aportar a la cultura contemporánea.

¿Este diálogo entre la raíz y lo actual es el camino que quiere seguir con su compañía?

-Completamente. Hace tiempo que me di cuenta de que para saber adónde voy tengo que saber de dónde vengo.