pamplona - Cómo se llega a ser quién se es. Nunca estoy donde quiero estar. Todavía tengo tiempo. Qué es de lo que más te arrepientes en tu vida. Un verano sin expectativas, sin servidumbres... Son algunas de las frases que pronuncian los personajes de La virgen de agosto, dirigida por Jonás Trueba, coautor del guión junto a Itsaso Arana, que sostiene gran parte de esta historia existencial contada con sencillez.

Están en plena campaña de promoción, imagino que con ganas de estrenar la película en salas este próximo jueves, día 15. No podía ser otro día.

-Tuvimos dudas porque es un fin de semana complicado en el que la gente normalmente no va al cine. Lo que pasa es que intentamos ser coherentes con lo que la película plantea, pensando en el espectador que llega al cine y le apetece verla. En ese sentido, es el día perfecto, el día de la Virgen. Tenía que ser ese día.

‘La virgen de agosto’ se preestrenó en los Veranos de la Villa el 1 de agosto, ¿cómo la acogió el público?

-Fue una noche súper bonita. Las entradas se agotaron en cinco minutos. Muchos amigos se quedaron fuera y no sabíamos muy bien quién iba a venir. La película se recibió con mucho respeto, cariño y calidez. Se hizo una proyección al aire libre en uno de los decorados de la película; decorado por decir algo, porque es un espacio natural, las Vistillas, que es donde termina la película y donde se celebró la proyección. Cuando llegué me impresionó mucho porque había una cola enorme, se estaba poniendo el sol... Era una de esas noches de verano medio mágicas y hubo gente que me dijo que vio estrellas fugaces, igual que las ve Eva en la película. No sé, fue mágico. Intentas comprar esa noche y no te sale (ríe).

La ciudad es otra de las protagonistas de la película, que nos muestra un Madrid poco conocido para los que no somos de allí y poco reflejado en el propio cine.

-Jonás y Los Ilusos en general tienen vocación de reflejar un Madrid que en la realidad no es una ciudad postalera ni especialmente estética. Lo más hermoso de Madrid son sus gentes y la actitud de muchos de los provincianos que venimos aquí y nos solidarizamos unos con otros. Al final, la mayoría de la gente no es de Madrid y existe una capacidad de grande de comprensión o de ponerte en el lugar del otro. La ciudad que sale es la más vivida por todo el equipo; son lugares en los que hemos crecido y vivido y aprendido cosas importantes.

Antes de preestrenar en los Veranos de la Villa, habían llevado el filme al Festival de Karlovy Vary, de donde se trajeron dos premios: el Fipresci, que concede la crítica, y una mención especial del jurado. Un importante pistoletazo de salida y fuera de España.

-Sentimos una acogida muy bonita y el festival es potente. A veces te preguntas cómo se recibirá fuera una película que tú ves tan local y tan concreta y se recibió tan bien... Cuando muestras algo por primera vez aún estás entendiendo lo que has hecho, pero la gente se reía en los lugares que esperábamos, e incluso más. Incluso hubo personas que nos dijeron que se sentían como Eva, que les pasa lo mismo que a ella... Y así ves que cuanto más concreto te pones, más universal resultan las historias, y cuanto más hablas de lo que conoces, más gente se puede sentir identificada.

Las críticas están siendo muy positivas, ¿qué cree que es lo que cautiva tanto de esta historia; quizá ese optimismo que lo impregna todo, a pesar de que la película no evita la duda, la tristeza, la búsqueda?

-Pues estamos un poco sorprendidos porque sabemos que es una película que no elude los temas más existenciales. Es un viaje de aventuras sin salir de Madrid y una historia identitaria que a la vez tiene elementos populares como las verbenas o el tono estival. Creo que hay una especie de aceptación y celebración del cine que hace Jonás, con una trayectoria inusitada, honesta, muy propia. Se está aceptando y comprendiendo su trabajo y el de Los Ilusos en general, con películas muy pequeñas, hechas con sencillez y con un tipo de vitalidad que no es habitual en el cine actual. Yo digo que los temas de Jonás tratan temas hondos, pero con ligereza. Son una mezcla de ligero y hondo que se agradece.

Eva, la protagonista, está claramente inmersa en una búsqueda, y aunque al principio pueda parecer que no, resulta que es una mujer muy valiente que no se cierra a hacer nuevos amigos, a conectar a gente, a visitar lugares e incluso a seguir al hombre que le interesa.

-Y la suya es una valentía accesible para cualquiera. Muchas veces estamos parapetados en nuestras vidas, dándolas por hecho y pensando que tenemos menos libertad que la que tenemos. Eva se da la oportunidad de vivir de una manera más abierta, más porosa, más desprejuiciada, y eso podríamos hacerlo cualquiera. Pienso que los personajes tienen que ser mejores que nosotros, igual que el cine es como la vida, pero un poquito mejor, y, en ese sentido, Eva es un compendio de muchas mujeres que conozco, también de mí misma. Y sí que es un canto a la valentía, a no tener miedo a hacer nuevos amigos... Porque no debería ser una cuestión generacional y en cualquier momento vital deberíamos poder plantearnos si estamos viviendo la vida que queremos. Y el verano quizá es un momento muy adecuado, no solo para vivir ese hedonismo despreocupado, que también, sino para reflexionar de una manera más placentera, con una nueva conciencia y sin dar tu vida por hecho.

¿Qué papel juega el azar en esta historia?

-Pensamos el verano como un tiempo un poco mágico en el que puedes mirar a las estrellas o a ningún lado o estar un poco más atento a las pequeñas casualidades o sincronicidades que se dan en la vida cotidiana y que muchas veces no percibimos. En ese sentido, la película sí que tiene una cierta capa mística, con un personaje que está buscando certezas, una nueva forma de creer en las cosas, en la vida, en los demás, en sí misma y en su propia ciudad, a la que intenta mirar con asombro. Y nos hacía gracia esa idea de que en verano Madrid se vuelve un poco más pueblo y se acaban generando una pequeña red de gente que se va encontrando una y otra vez. En la película el personaje se va fijando en cosas y en personas que luego de algún modo vuelve a convocar, pero en el fondo es una magia muy cotidiana y muy accesible. Y el guión está lleno de pequeña aventuras o de pequeños sucesos en los que el azar o esa especie de magia veraniega está presente y no sabes muy bien si son reales o si te piden un salto de fe extraño, teniendo en cuenta el final y demás. Jugamos con el espectador a ver si cree o no en esos pequeños milagros.

¿Cómo ha sido escribir el guión a cuatro manos?

-Yo ya venía de escribir en colectivo con mi compañía, La Tristura, y después de trabajar con Jonás en La reconquista los dos sentíamos que podíamos embarcarnos en un proyecto común desde el principio. Jonás me había comentado alguna vez que sería bonito hacer una película en verano en Madrid, sobre todo por esa sensación de contraste entre el día y la noche, con una ciudad casi apocalíptica y vacía durante el día y que se llena por la noche. A partir de ahí escribimos una primera versión de guión en muy pocos días y en verano, tratando de contagiarnos de esa atmósfera, visitando los lugares... Y la escritura fue una consecuencia de haber hablado mucho, de compartir un imaginario... Yo sentía que las película de Los Ilusos hablaban mucho de mí y que nuestros dos mundos estaban muy cerca, así que cuando entras en el mundo que quieres contar, el guión surge de manera natural. Además, este no es un cine de puntos de giro, sino de sensaciones, de momentos, de detalles.

Una de las inspiraciones de la película fue ‘El rayo verde’, de Éric Rohmer.

-El rayo verde nos sirvió para contar la historia contraria. En la película de Rohmer la protagonista está amargada porque se quiere ir de vacaciones fuera de París y no encuentra a nadie con quien hacerlo. Y en La virgen de agosto, Eva hace lo contrario. Se toma el verano como una oportunidad de reencontrarse. Me parece un personaje valiente porque no tiene miedo a la soledad. No le asusta. Una espectadora me decía el otro día que estos días en los que una va sola al parque o al cine quizá no son los más instagrameables o los que más se cuentan, cuando resulta que los momentos que pasamos solos son los que más nos retratan. Hay que reivindicarlos.

Se dice que esta, y otras de Jonás Trueba, son películas generacionales; a mí me parecen más existenciales que otra cosa al apostar por el derecho a ser uno mismo.

-Creo que lo de generacional se dice en general, porque cuando retratas a un grupo de gente en la treintena, por ejemplo, parece que estás hablando solo de esa etapa, pero yo no lo veo así. Simplemente hablamos de lo que conocemos. Jonás hará películas de viejos cuando sea viejo. Lo que le pasa a Eva es extrapolable a cualquier persona que en un momento dado siente que quiere mudar de piel, cambiar hábitos, no dar las cosas por sentado...

¿Por eso el ‘Todavía tengo tiempo’ que canta de Soleá Morente?

-Exacto. Me encantaba esa canción y la escuchaba mucho en un verano antes de escribir esta historia en la que estaba cambiando de etapa y sentía que me hablaba directamente a mí. Soleá también es una artista que se busca a sí misma, que viene de una saga de artistas y, en ese sentido, Jonás sentía cercanía con ella.

¿La mayor parte del peso de la película descansa sobre sus hombros; qué supone este paso como actriz?

-Ha sido un regalo, una oportunidad muy bonita de poder desplegar muchas facetas mías como actriz. Esta historia vino en un momento en que yo estaba tranquila, preparada y al haberla escrito, sentía que llevaba la película dentro, que no tenía que hacer algo para llegar al personaje. Además, la forma de rodar de los ilusos está muy pegada a la vida, con personajes muy pegados a los actores, y eso tiene su complicación, porque no es un tipo de actuación que enmascara, sino al revés. Yo siempre digo que casi es un trabajo de transparentación. Me gustan mucho esos trabajos en los que los actores dejan ver al espectador algo de sí mismos.