madrid - En las películas de Jonás Trueba los personajes respiran, hablan y piensan en una escala de proximidad, a la vez cotidiana y poética, una rareza para un cine cada vez más dominado por la espectacularidad y el artificio. Sin embargo, el pequeño de los Trueba dice no tener vocación de raro ni marginal. “Los raros son los otros, los que hacen todo el rato películas de gente matándose; para mí lo normal es lo que hacemos nosotros, películas pegadas a la vida, a lo que eres, lo que sabes y conoces”, señala en una entrevista con motivo del estreno de La virgen de agosto.

En su quinta película, el realizador muestra a su ciudad, Madrid, en un época del año en que parece que “las ciudades se transforman”. “La mayor parte de la gente se va y el que se queda vive la ciudad de otra manera. Pensamos que ese estado de excepción era cinematográfico de por sí, por esa percepción del paso del tiempo y las relaciones. El verano como posibilidad de profundización en uno mismo y en las relaciones con el mundo”. En ese sentido, se plantearon que el personaje hiciera “un viaje sin salir de la ciudad, con la idea de aplicarle esa mirada más generosa, curiosa o primaria que aplicamos cuando viajamos a otros lugares”, indica Trueba, responsable de títulos como Todas las canciones hablan de mí y La reconquista, entre otros.

Sobre la influencia de algunos textos de Emmerson, el director comenta que han sido “inspiradores” porque él hablaba “de construir la identidad propia, pero no es una identidad a partir de algo que heredas o ancestral, sino una identidad nueva que construyes día a día”. - M. Tsanis