El pasado día 20 dio comienzo el ciclo de órgano Diego Gómez de Larraga, -y ya han llegado a la docena-, con la estupenda organización de siempre: ese espacio tan acogedor y, a la vez, tan solemne que logran crear dentro de la majestuosa iglesia de San Miguel, bajo el cielo dorado de la caja del órgano, que uno no se cansa de mirar. En el concierto que nos ocupa, incluso, con pantalla retransmisora, para detalles. Pero, este año, además, el ciclo ha trascendido un tanto la música y, en torno al magnífico instrumento -el Pontífice de los instrumentos, decía el violinista F. Asiain-, Jesús María Muneta, con apoyo de su Fundación y del Ayuntamiento, ha editado un breve pero intenso libro -muy bonitamente ilustrado- dedicado al mejor conocimiento del órgano y a la iglesia que lo cobija. Y, por otra parte, también en torno al concierto, se ha implicado a la Asociación de Mujeres de la localidad, para hablar de las mujeres compositoras, y reivindicar su papel en la música. O sea, el órgano de tubos, -y sus organistas, compositores, organeros, cuidadores y organizadores de conciertos-, como una rica fuente cultural en todos los aspectos.

Ciñéndonos al concierto, el Trío Sekrets presentó un programa de eje femenino: Turner, Strozzi, Leonarda y Jacquet de la Guerre; situadas entre el primer barroco y el barroco pleno. Estamos ante esa música balbuciente aún de adorno y agilidades, por lo que, quizás, el programa, al principio, se hizo un poco arduo, con esos recitativos ariosos que, claro, no acaban de romper en esas arias de bravura que luego traerá Haendel. Pero ahí está su belleza, en esa alta declamación que, también, se resuelve en luminosas vocalizaciones en algunos finales de frase. Francesc Teixidó, al órgano, abre el concierto con un muy agradable, suelto y optimista Allegro de Turner. Acompaña -muy quedamente, con registros al servicio de la flauta y la soprano-, durante toda la función, y nos ofrece una magnífica obra suya, Cinco fantasías para órgano ibérico, donde indaga en la esplendorosa tímbrica del órgano, al estilo antiguo, pero con armonías modernas, muy en la línea de los compositores del siglo XX (Tocata); con un magnífico contraste entre la atmósfera etérea y la poderosa, firme y bien definida perorata de la mano derecha (Diálogo); un entretenido juego de registros, incluida la trompetería horizontal (Eco); el sonido algodonoso del Aria; y el lleno final. Olga Miracle es una soprano que se mete bien en el estilo de ese primer barroco de las compositoras, un verdadero descubrimiento la cantata Semelé, por ejemplo; pero, diría que brilla más en el Ruiseñor de Muneta, porque es una partitura que aporta volumen y agudos que llenan y llegan al público. Muneta ha hecho una hermosa partitura, franciscana de texto (Loado sea mi Señor); como toda su música, agradecida de comprensión, y con el contrapunto onomatopéyico de la flauta travesera de Joan Codina, con abundantes escalas y trinos que adornan el canto rotundo de la soprano. Tuvo Muneta el detalle de dedicársela a Paco López Lasterra, un poeta rural local, fallecido recientemente; de esos que dejan la azada y cogen la pluma. Gustó mucho la obra de Muneta, y la versión del trío.

Joan Codina tocó, cuando la época lo requería, también, la flauta dulce. El concierto concluyó con una lucida y, también, muy bien recibida, aria alemana de Haendel, de las nueve que, por cierto, tiene editadas en disco el ensemble Sekrets.