semana de música antigua de estella

Fecha: 04/09/2019. Lugar: Iglesia de Santa Clara. Intérpretes: Ensemble Diatessaron: Rafael Banavita, tiorba y guitarra barroca; Inmaculada Aramburu y Marta Ramírez, violines barrocos; David Mayoral, percusión; Elena Martínez de Murguía, viola de gamba y dirección. Programa: obras de Diego Ortiz, G.G. Kapsberger, Bernardo de Zala y Galldiano, Isabella Leonarda, A. Martín y Coll, Marin Marais, Elisabeth Jacquet de la Guerre, Mm. De Mazarredo y anónimos del XVIII de aquí y del Perú.. Programación: S.M.A. de Estella. Público: llenos los bancos centrales (gratis).

la impresionante iglesia de Santa María de Viana tiene dimensiones catedralicias, por lo que, tanto a los intérpretes como a los oyentes, nos costó, un poco, hacernos con la acústica del lugar. Pero, el absoluto silencio del público, y el timbre nítido de la guitarra barroca, o los violines -por ejemplo- lograron destacar en las majestuosas bóvedas. El Ensemble Diatessaron, que dirige Elena Martínez de Murguía, toma el nombre del intervalo de cuarta -en la teoría medieval-, y que, para que se hagan una idea, suena en el tema de El Padrino, Lohengrin, o nuestro himno Nacional, sin ir más lejos. No es que el conjunto se ciñera a este salto de notas, claro, pero, les gusta el término. El programa, francamente interesante, es de esos de redescubrimiento de partituras y autores no frecuentados; y, con un plus de vuelo interpretativo que, sobre todo en la segunda parte, aporta versión, novedad y atrevimiento; muy arrimado a la danza, y con un resultado entretenido y optimista para el público.

El recorrido por las músicas del dieciséis al dieciocho -Ortiz, Kapsberger, Isabella Leonarda, etc- nos hacen disfrutas de la guitarra barroca y tiorba de Rafeal Bonacita: con una pulsación pulcra, académica y ceñida a la partitura, pero, sobre todo, de rasgueo atrevido, y muy libre en sus visiones de estas música, para que no sean encorsetadas. Así mismo, las dos violinistas, Inmaculada y Marta -tanto a dúo como a solo-, se lucen en el buen manejo de sus violines barrocos: sin vibrato, con sonido claro; y sin excesiva carga de peso en el arco. Quizás la viola de gamba -estupenda, M. de Murguía, y que dio muestras de dominio virtuosístico- salió un poco peor parada por la acústica, pero fue fundamental en aportar base y acompañamiento sólido al conjunto, independientemente de sus solos. Y David Mayoral aporta una percusión comedida y a las órdenes del ensemble; pero, por otra parte viva y original: por ejemplo en la habanera.

A destacar las danzas de Bernardo de Zala y Galdiano, sacadas -y estudiadas por Baciero- del libro de arpa de la Catedral de Pamplona: obra muy bien traída al festival de música antigua. Espléndidos Marizápalos, con su conocido tema, luego variado y adornado por todo el conjunto; igual que el Pelegria naizela. La viola nos introduce en el siempre profundo Marais, hoy aliviado por el tempo de danza, con una versión de exuberante virtuosismo. Preciosa, también, la sonata número 2 de Elisabeth Jacquet, con sus movimientos que alternan los allegros y los lentos, con un dúo de violines impecables. Una delicia muy íntima y algo melancólica, fue el zortziko de Madame de Mazarredo, probablemente Maria Antonia -(Vergara 1757)-, aunque, quizás, su hija Juana; en cualquier caso una delicadísima pieza en la guitarra barroca. Y una sorpresa final: las Lanchas para baylar, traídas por el jesuita Martínez Compañón (navarro y obispo de Trujillo, 1760), que hicieron las delicias del público. De propina, una habanera, con un final en pianísimo, cadencioso y punto decadente, bellísimo.