pamplona - Paco Roca apenas necesita presentación. Quien sea un amante del cómic seguro que ha leído alguna de sus viñetas de El invierno del dibujante, La Casa o Memorias de un hombre en pijama, por citar alguna de sus diversas publicaciones. Y quien no lo sea, habrá escuchado su nombre cuando se alzó con el Premio Nacional del Cómic o cuando mereció dos premios Goya por la adaptación cinematográfica de su cómic Arrugas. A pesar de ser una de las máximas personalidades del cómic de autor en el Estado, se muestra humilde y sencillo y, sobre todo, con ganas de estar en el Salón del Cómic de Pamplona, donde estará esta tarde firmando ejemplares, a las 18.00 horas en FNAC La Morea, y protagonizará un encuentro con el público, a las 20.30 horas en Condestable.

Esta es la primera vez que acude al Salón del Cómic de Navarra. ¿Viene con ganas?

-Me habían invitado en alguna ocasión pero siempre me coincidía con otras cosas. La verdad es que me apetece mucho porque entre los autores, que al final nos conocemos todos, siempre hablamos de los festivales que valen la pena y en los que te tratan muy bien y varios compañeros me habían dicho que tenía que venir al Salón del Cómic de Navarra.

Este evento, al igual que otros de este tipo, ha ido creciendo con los años. ¿Eso es que cada vez más el cómic goza de buena salud?

-Yo diría que sí. Es verdad que ha habido momentos en los que el cómic vendía más, como en los años 50 con el cómic infantil o en los 80 con las revistas. Pero ahora es un momento diferente, principalmente porque hemos conseguido un público generalista que antes no existía. Antes, los que leíamos cómics lo habíamos hecho durante toda la vida, y ahora hay lectores que, como con las novelas, van picoteando de aquí y de allí, que se enganchan porque los temas les resultan interesantes. Bueno, y qué decir del público femenino. Parecía que el cómic era un mundo hecho mayoritariamente por hombres y dirigido a hombres. Esto ha cambiado. Empezamos a tener muchas autoras conocidas y los temas de los que se habla en los cómics interesan a todo tipo de público. Aparte de todo esto está el respeto que se empieza a tener por este medio.

Su exposición que alberga el Salón del Cómic lleva por nombre Dentro del pijama

-(Ríe). Se trata de una metáfora sobre haber alcanzado un estatus que había buscado desde pequeño. Con pocos años, me hice un juramento a mí mismo de que algún día podría quedarme en casa con pijama todo el día, porque me daba mucha rabia que mi madre me lo quitase por la mañana para lanzarme al colegio. Después de los años, poder vivir del cómic significa eso, trabajar en casa y con pijama. Supone tener la oportunidad de dedicarme a lo que siempre he querido y hacerlo con total libertad, como el cómic que yo hago es ajeno a la industria. No trabajo para Marvel o DC haciendo superhéroes y tampoco para el mercado francés. Cuando tengo algo que contar lo cuento, y si no, no. Afortunadamente, tengo más ideas que tiempo.

Por poner la miel en los labios, ¿qué trabajos va a encontrar el público en esta exposición?

-Va a ver un poco de todo. Es una especie de recopilatorio de todo lo que he estado haciendo, sobre todo muy enfocado al mundo del cómic. Habrá unas páginas de Arrugas, El invierno del dibujante... y más cosas.

Viene para fimar ejemplares y tener un encuentro con el público. ¿Le gustan este tipo de actos o es de los que prefiere mantenerse en la sombra, detrás de sus trabajos?

-La verdad es que sí que me gustan. Como todo, cuando se acumulan los actos de este tipo echas de menos lo que te gusta hacer, que es estar en pijama en tu estudio y trabajando. Pero todo va unido. Cuanta más difusión tiene tu trabajo y mejor van las cosas, menos tiempo tienes para hacer lo que realmente te gusta hacer, que es dibujar. Realmente, este tipo de eventos son el único momento en el que puedo encontrarme con mis lectores. En el cine es muy fácil ver la reacción del público ante una película, porque ves cuándo se ríen, cuando se emocionan... Pero con un cómic siempre estás perdido porque no estás pegado a la espalda de nadie y mirando por encima del hombre a ver cómo reacciona con tus libros.

¿Vendrá en pijama o se enfundará unos vaqueros?

-Depende del tiempo que haga (ríe). En cualquier caso, siempre lo llevo debajo de la ropa de calle, como los superhéroes.

Echando un vistazo a su trayectoria, no deja de sorprender que un dibujante que empezó su andadura con el cómic erótico allá por 1994 haya acabado llevándose el Premio Nacional del Cómic por Arrugas

-Bueno, pero estos casos se dan más amenudo de lo que uno se cree. Por ejemplo, Miguel Gallardo también tiene un recorrido muy cursioso, de los más punk con Makoki a una obra de lo más sentimental y poética como es María y yo. Creo que esto define un poco el cambio que ha habido en el mundo del cómic y, sobre todo, en la industria. Los autores siempre hemos tenido inquietudes por hacer otras cosas pero es que esta industria no te permitía investigar en otros caminos porque básicamente no existía. Yo empecé por ahí porque me surgió una oportunidad y me gustaba dibujar cómics. Y poco a poco la industra fue cambiando y cada uno ha ido encontrando su lugar. Pero pasaron años hasta que pudiese publicar Arrugas, con el que gané el Premio Nacional.

¿Qué supuso para usted y, sobre todo, para su trabajo un reconocimiento de tal envergadura?

-En cierta forma me cambió la vida. Desde entonces, no he parado. Gracias al premio, además, se comenzó a reeditar todo lo que yo había hecho y también todo lo que he hecho a posteriori ha tenido un foco mediático encima. Al final, es lo que queremos todos, porque eso de estar años trabajando en un libro y que salga y desaparezca y nadie se haya enterado es muy frustrante.

¿Hablar de las personas de su entorno en sus trabajos le sirve para hacer una cierta introspección?

-Sí porque esto no deja de ser un acto egoísta o egocéntrico. Lo que buscamos, de una manera u otra, es hablar de uno mismo y tratar de comprenderse y comprender nuestro papel en el mundo. Creo que esa es la función del arte en general, y los cómics me sirven para esto.

Usted ha sido el propio protagonista de algunos de sus trabajos. ¿Le gustó la experiencia de poder hablar en primera persona?

-Mucho, porque me sirvió para poder decir cosas que no podría haber dicho de otra manera. Me apetecía hacer como hacen los columnistas, que escriben opiniones y hablan sobre sí mismos y, para ello, necesitaba una voz en primera persona. En el cómic, como te tienes que dibujar, todo esto lleva consigo que te conviertes en una especie de personaje que acaba, en cierta forma, alejándose de ti y teniendo vida propia. Esta voz en primera persona se convierte en la voz de otra. Pero me vino muy bien porque me enseñó otra forma de narrar.

Suele decirse que cada autor solo tiene un tema. ¿Cree que esto es cierto? Desde luego, el recuerdo del pasado histórico y sentimental son bastante recurrentes en su obra...

-Creo que en cierta manera sí porque a cada uno nos interesan determinados temas. En mi caso es la memoria, la búsqueda de identidad mirando al pasado, pero es un tema sobre el que mi reflexión va cambiando con el tiempo. Arrugas y La Casa surgieron de la misma premisa pero cada uno tenía un enfoque diferente. En el caso de Arrugas, mi padre estaba vivo, mientras que en La Casa ya no. Mi experiencia vital cambió y, con ello, mi visión hacia ese tema.

El otro día, durante la inauguración de este salón, se habló de que el cómic ya empieza a introducirse en lugares donde antes parecía no tener cabida, como los museos. ¿Qué valoración hace sobre esto?

-Me parece algo muy positivo. A los que nos hemos dedicado al cómic de toda la vida, e incluso a los lectores de cómic de siempre, no nos hace falta este reconocimiento. Es decir, yo valoro un cómic esté o no esté en un museo. Pero es verdad que para la gente de fuera de este mundo es algo muy importante, porque empieza a normalizar como medio algo que hasta la fecha había sido bastante menospreciado desde una crítica más intelectual. Pero así como me parece importante que los cómics estén en los museos, me parece igualmente relevante que estén en una librería de barrio junto a los best sellers.

Podríamos decir que si el cómic en este país tiene un nombre propio, este sería el de Paco Roca. ¿En algún momento ha pensado que con lo que ha hecho ya es suficiente o se mueve bajo la premisa de buscar aquello que todavía está por hacer?

-Yo lo intento. También creo que mi trabajo ha coincidido con un buen momento para el mundo y la industria del cómic. Ahora hay muchos autores que han apostado por este mercado, mientras que antes si querías trabajar de esto te tenías que ir al mercado francés o al norteamericano. Ahora ya no es así. Ahora se hacen cómics aquí para la gente de aquí, y eso es muy importante porque antes no se pensaba en el público de aquí. Por otro lado, si no pensase que todavía tengo mucho que contar no haría nada más. A mí me mueve el hecho de seguir reflexionando sobre temas que me interesan pero también pensar en que lo voy a hacer de una forma diferente. Hacer un cómic es un trabajo de mucha dedicación, de soledad, y si no tienes esa inquietud es muy difícil que hagas algo y no nazca ya prácticamente muerto.

Hablando de esta dedicación, alguna vez ha confesado que es muy constante en sus rutinas. Pero es que lo es hasta cuando está de vacaciones. ¿No tiene ninguna manía que quiera confesar, aparte de la de llevar siempre el pijama bajo la ropa?

-Si hay algo que tengo es que me cuesta mucho disfrutar del ocio (ríe). No sé si es por un tema de educación, porque mis padres eran muy de la posguerra, de que todo tenía que tener un sacrificio, pero me cuesta muchísimo. Lo que más ansiedad me provoca es perder el tiempo. Lo estoy intentando cambiar, ¿eh? Pero es que cuesta mucho.

Como ha dicho que siempre está buscando nuevos retos, ¿dónde tiene puesta ahora la mirada?

-Mira que esta vez me lo había intentado tomar con calma, pero ya estoy con un nuevo cómic. Se trata de una historia sobre una fotografía que tiene mi madre. Ella solo tiene esa foto que se hizo con su madre, quien murió muy joven. Era una familia muy humilde y no acostumbraban a sacarse muchas fotos que digamos, así que esta fotografía ha acompañado a mi madre durante toda su vida. Hablaré sobre ella y lo que significa. Y hasta ahí puedo leer. Pronto me pondré a dibujar.