donostia - Los dos nuevos libros de la Colección Nosferatu, dedicados al realizador alemán Rainer Werner Fassbinder, editados por Donostia Kultura y la Filmoteca Vasca, acaban de ser publicados. El primero, Rainer Werner Fassbinder. Amor y rabia, número 16 de la Colección Nosferatu, ha sido coordinado por Quim Casas y cuenta con la participación de 21 autores. Por su parte, Ametsak abian jartzen dituzten emozioak, número 8 de la Nosferatu bilduma, ha sido escrito por Carlos Losilla y traducido a euskera por Aritz Gorrotxategi.

Ambos libros, realizados con la colaboración de Goethe-Institut Madrid, acompañan como siempre el ciclo Nosferatu dedicado a Rainer Werner Fassbinder, que comenzará en Tabakalera el próximo 2 de octubre.

Los dos trabajos se presentaron ayer en el Kursaal, en pleno Zinemaldia. En palabras de Casas, “de estilo urgente y directo, a veces desarbolado, cada vez más escéptico, y trabajando siempre con un equipo estable de intérpretes surgido de su propia compañía teatral, Fassbinder desarrolló en su obra un discurso incisivo sobre la diferencia de clases, el terrorismo de Estado, la identidad sexual y las relaciones amorosas de dependencia y sumisión, y dedicó también una trilogía a la Alemania de la posguerra”.

Casas ejemplificó sus afirmaciones en títulos como Las amargas lágrimas de Petra von Kant (Die bitteren Tränen der Petra von Kant, 1972), Todos nos llamamos Ali (Angst essen Seele auf, 1974), Viaje a la felicidad de mamá Küsters (Mutter Küsters’ Fahrt zum Himmel, 1975), Lili Marleen (1981) y Lola (1981) que, a juicio del escritor, “definen un estilo insobornable, una descarga airada contra las normas sociales y las convenciones cinematográficas”.

Por su parte, Carlos Losilla reconoció que, “a diferencia de los cineastas que me habían gustado siempre, Fassbinder jugó constantemente a la contra. Pero no quiero decir con ello que fuera ese enfant terrible, ese provocador que pintan determinadas gacetillas que pretenden abordar su agitada vida y abundante obra”.

Lo que el autor quiso explicar es que, “desde un conocimiento profundo de su herencia cinematográfica, se mostró decidido desde el principio a demostrar la imposibilidad de continuarla. De manera que su obra es la crónica de esa imposibilidad. Desde 1966, con su primer cortometraje, hasta 1970, año en el que realiza nada menos que cuatro películas, se empeña en inspirarse en Godard, o en encontrar un estilo puramente cinematográfico a través del teatro, y solo consigue imágenes de indecible aspereza, la demostración palpable de que nunca será capaz de convertirse en el gran heredero del cine moderno de los años 60, quizá su aspiración por aquel entonces”.

Según Losilla, Fassbinder descubre en 1971 el cine de Douglas Sirk y hasta 1976, cuando la escena final de La ruleta china (Chinesisches Roulette) abre la caja de Pandora de la historia contemporánea de Alemania, sus melodramas obreros y sus discursos sobre la sexualidad, sus folletines decimonónicos y sus intrigas paranoicas, parecen negarle salida alguna a su obsesión por aplicar y modificar sin descanso el método sirkiano”.- D.N.