tudela - En su sencillez, ritmo y perfecto retrato de una adolescente se encuentra el éxito de Ojos negros. Ópera prima por sus cuatro costados (realizadoras, actrices, reparto y guionistas debutan), este primer largometraje de Marta Lallana e Ivet Castelo cuenta en su papel protagonista con su hermana pequeña, Julia Lallana. Pese a la juventud de ambas cuando iniciaron el proyecto (13 y 22 años), la película rebosa experiencia y serenidad tanto con la que trabajaron ambas realizadoras, estudiantes en la Pompeu Fabra de Barcelona, como con la que se desenvolvió Julia Lallana (Paula) que destaca sobremanera. Su mirada, que protagoniza los primeros cinco minutos de la historia destila no solo oficio y serenidad, sino que retrata perfectamente el drama que, fuera de la puerta de su cuarto, está sucediendo.

Ojos negros llegó ayer al Festival de Cine Ópera Prima de Tudela y por su estilo intimista y lo cercano y sencillo de la historia, es una de las firmes candidatas a llevarse alguno de los premios. El juego de palabras del pueblo natal de los Lallana Ojos negros (Teruel), donde se rodó, con el título de la película y la fortaleza y transparencia de la mirada de Julia es uno de los grandes aciertos de la cinta.

el guion La película narra el salto a la adolescencia de Paula que pasa el verano en el pueblo de su abuela y su tía sin ella quererlo y por deseo de su madre. Pese a ello, comienza a vivir experiencias y a conocer personas que le marcarán en una época de la vida donde todo influye en la evolución de una joven. La película, sin ser autobiográfica, está impregnada de la propia vida de Marta Lallana, una de las directoras, pero también de las otras personas que colaboraron en el guión (Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García). “La idea nace dentro de un proyecto de trabajo final de carrera. Los cuatro guionistas teníamos un pueblo de veraneo pero experiencias muy distintas. Queríamos trabajar desde ese universo común”, explicó Lallana.

La historia tiene mucho de las vivencias personales de Julia, pero también de las de su hermana Marta e incluso de las de su madre, que se marchó de Ojos Negros a estudiar a Zaragoza. “Cuando yo iba al pueblo entraba en un universo cercano, porque te hablaban mucho del pueblo, pero no lo conocías y se hacía extraño. Es uno de los primeros momentos de sensación de crecimiento que tengo, una mirada más global del paso del tiempo. El desván de mi abuelo, los jabones de mi abuela, el olor a serrín y buscar en los armarios para ver qué encontraba... Me di cuenta que mis padres también habían tenido mi edad”. Pero más allá de esa impresión personal, se refleja también la difícil situación de quien se va del pueblo y de quien decide o se ve obligado a quedarse, “quien sale a estudiar fuera pierde la relación y es como volver a un espacio en el que todo el mundo te conoce. La gente que se queda, la que se va. Se crean conflictos familiares que son muy comunes, quien se queda a cargo de los cuidados, quien puede rehacer su vida?”, indicó la realizadora.

Esa difícil y truncada relación familiar marca todo el fondo de las relaciones y los escasos diálogos no acaban de describir, dejándolo flotando en el aire, abierto a la imaginación del espectador. “Me cuesta ver películas con diálogos demasiado explícitos, me gusta completar y poner mis emociones en los vacíos que me deja el director. Tuvimos con eso mucho cuidado de no ser explícitos, ser sutiles. Queríamos que el conflicto estuviera, pero de una manera muy soterrada”.

La elección de la protagonista, su hermana Marta, no fue casual. De hecho “lo tenía muy claro, más que ella. El guión está impregnado también de cómo era ella en esa época, aunque aún no tenía claro que quisiera hacerlo”. Marta, con 13 años entonces, dijo que no en su primera reacción, “no había actuado nunca, ni teatro, ni cine, ni nada y cuando me lo propusieron dije que no, porque no me veía en ese ámbito”. Pero la insistencia pudo, se presentó al cásting y “me gustó bastante”. De hecho, Marta es el alma mater de la película Ojos negros y resulta difícil pensar que nunca hubiera interpretado pese a soportar la constante mirada de la cámara en una primera escena donde las lágrimas dan inicio a la película. “Trataba de meterme mucho en el personaje y sentir lo que estaba sintiendo pero como me costaba también buscaba en cosas de mi vida para tratar de que fuesen las lágrimas más reales. Si buscas algo cercano a ti creo que es más fácil”.

Algunos críticos han comparado el estilo de Lallana con el de Víctor Erice, “es muy bonito que digan eso, es mi máximo referente, un maestro. Si, hay mucho de él en la peli. Sus películas me han tocado un montón y es un cine que me ha gustado mucho”.

La protagonista. Tras su primera experiencia en la interpretación, Julia Lallana no tiene seguro seguir en este mundo, “después de la película me ha gustado bastante y no me lo esperaba. Me estoy planteando seguir o no. Ya veremos, no he decidido nada”.

Actores nuevos. También es el debút en el cine de todos los actores que trabajan en la película que son vecinos del pueblo, a excepción de Anna Sabaté, que había trabajado en teatro. Marta Lallana recordó que “le costó varias semanas desprenderse del aire sombrío del personaje que interpreta”.

La cámara. Uno de los aspectos que más les preocupó fue la colocación de la cámara en las escenas de interior. De hecho, Marta Lallana empezó estudiando dirección de fotografía. “Tenía muy claro que estaba muy pendiente de la fotografía. Los planos están supermedidos y marcados. No es una peli con la cámara suelta, hay planos lentos, de observación... Solo en la parte exterior tiene un aire más libre y dejamos que la cámara las siguiera, aunque se vieran botes”.

El rodaje. El largometraje se rodó en 2017 en Ojos negros, en la comarca del Jiloca en Teruel.