Mientras en el exterior, casi 300 personas se preparan para grabar las que serán las primeras escenas de Ane, de David P. Sañudo, Patricia López Arnaiz y Mikel Losada se toman un pequeño respiro en el Gaztetxe de Errekaleor para atender a DNA ahora que el rodaje encara sus últimos días.
¿Se viven de manera especial rodajes de este tipo, de películas donde hay mucho trabajo pero igual no tanto presupuesto como en otras producciones?
-M.L.: Lo que consigues con dinero es básicamente tiempo, pero a la hora de rodar es igual. Yo, además, tampoco soy de estar todo el día en la autocaravana.
-P.L.A.: Pero tenemos autocaravana (risas).
-M.L.: Lo importante es que haya un guión bueno y en este caso lo es. Así que estamos muy contentos, aunque lo duro de grabar en Vitoria es que hace un frío... (risas).
No hay que dar demasiadas pistas, pero sus dos personajes conforman un matrimonio que está roto. ¿Se conocían de antes?
-M.L.: Sí, Patricia estuvo en mi casa una vez hace un tiempo.
-P.L.A.: Sí, nos conocimos aquella vez por una ex pareja suya que era amiga mía. Fuimos a su casa a ensayar. Pero Mikel ni se acordaba.
-M.L.: Es que la memoria...
-P.L.A.: Imagina lo que era para mí porque Mikel ya era Mikel Losada.
Lo decía porque ahora les toca interpretar a dos personas que hoy no se tratan y las que las circunstancias de esa hija que nadie sabe donde está. ¿Mucha conversación previa para generar en pantalla la sensación de conocerse desde hace mucho?
-P.L.A.: Sabes lo que pasa, que tengo la sensación de que hicimos migas muy rápido, además desde el humor, metiéndose el uno con el otro. Rápidamente pudimos trabajar en esa parte de no soportarnos, de ser una pareja ya hastiada, en la que te crispas porque el otro hace siempre ese gesto que te molesta. Eso surgió muy rápido.
-M.L.: Es verdad, además apareció haciendo el tonto.
Aunque la película se enmarca en una situación determinada, en un conflicto por la llegada del Tren de Alta Velocidad, en realidad ‘Ane’ es un filme sobre la comunicación o la falta de ella. El contexto podría haber sido cualquier otro.
-M.L.: Eso es, es una excusa como podría haber sido otra. Nuestra hija, por ejemplo, se podría haber metido en el mundo de la droga. Sería otro contexto pero podría valer para contar lo que estamos relatando, esa incomunicación en la familia y en la sociedad.
-P.L.A.: Al final, de lo que habla la película es de las dificultades en las relaciones de esta familia. Lo que pasa que se rodea de un marco que, seguramente, para nosotros, que somos de aquí, es muy reconocible. Para mí le da un toque muy real. Es algo muy concreto, muy local, que le da a todo una veracidad interesante. Pero aquí no venimos de hablar de política o de posicionamientos sobre una cosa o la otra. Vamos a ver personajes con distintas posturas al respecto pero, en el fondo, de lo que estamos hablando es de cómo nos comunicamos.
No hace tanto que eran unos adolescentes y ahora les toca hacer de padres. ¿Se entienden mejor algunas cosas? ¿Uno piensa: qué tonto era yo cuando tenía 16?
-M.L.: Yo es que eso lo llevo pensando desde hace mucho tiempo (risas). Es más, veo que cada vez me parezco más a mis padres y me da una rabia que no veas. Pero vamos, eso me viene desde antes de hacer esta película.
-P.L.A.: Yo recuerdo mi adolescencia como una buena galleta vital. Con unas expectativas y unos ideales muy románticos, y luego vino el galletón. Por eso creo que va a ser fácil en esta película entender a una adolescente de 17 años que tiene una madre como la que tiene Ane.
Por cierto, David P. Sañudo no ha dado muchos detalles sobre ella antes del rodaje. ¿Cómo es Ane?
-M.L.: Nadie lo sabe y creo que tampoco podemos contar mucho.
-P.L.A.: Pero eso mola mucho. Para mi personaje, Lide, Ane son tantas cosas. Es lo bueno de esta película. Es un personaje que funciona desde muchas miradas, por ejemplo, desde la perspectiva de una mujer que fue madre a los 17 años y todo lo que eso le ha supuesto, y cómo proyecta eso en su hija, viendo todo lo que no ha podido hacer. Tiene dificultad para aceptarla. Es como una sensación de rechazo pero al mismo tiempo como si se estuviera mirando en un espejo. Sabes eso que dicen de que cuando te molesta mucho algo de alguien, háztelo mirar, pues eso.
Todo este camino terminará en una sala de cine, ante el público. ¿Qué les gustaría que pasase, qué sensaciones, reflexiones o emociones esperan que se generen?
-P.L.A.: Para empezar, me gustaría que a la gente le encantara. Eso es lo básico.
-M.L.: Que el cuento les guste es fundamental.
-P.L.A.: Y me encantaría que la gente dijera: qué de verdad es esta película.
-M.L.: Qué le puede mover por dentro a los espectadores, es algo de lo que no me atrevo a especular. Pero sí me gustaría que entendamos que es necesario acercarnos un poco a lo que queremos, que dejemos de comunicarnos por redes sociales que generan una falsa comunicación, y que nos comuniquemos por la piel, por la carne, por lo vivido.
-P.L.A.: Igual puede pasar que la gente se sienta identificada, porque de hecho nos está pasando con gente del equipo. Si hay algún movimiento con respecto a la comunicación y a la escucha entre padres e hijos, sería chulísimo.
¿Cómo está siendo el trabajo con un directo que ya tiene camino hecho en el corto, pero para el que ‘Ane’ es su primera película, también con la carga de proyecto personal que supone para él?
-M.L.: Pero David es como un niño viejo ya (risas). Lo tiene todo muy claro y a mí me ha dado todo el rato mucha seguridad. No he tenido con él ningún momento de vértigo en el que te preguntas: ¿pero qué quiere hacer ahora? Sabe cómo lo quiere contar y además, por mucho que discutas con él, no da su brazo a torcer. Hemos tenido unas cuantas escenas Patricia y yo que emocionalmente han sido muy intensas y bonitas para el ego del actor, pero con las que, de repente, te das cuenta de que no estamos en plano. Y te vas a casa y el ego del actor dice: pero si estaba en un gran momento, llorando y super emocionado y el tío me ha sacado del plano. Es muy cabezón pero en el buen sentido.
-P.L.A.: Tiene su lenguaje.
-M.L.: Eso es.
-P.L.A.: A mí me gustan mucho las ideas que tiene. Es un tío muy talentoso. Estoy disfrutando mucho, también porque me encanta el personaje. Tengo la sensación de que estamos haciendo algo especial. En él veo la presión de lo que significa esto y ves cómo acaba los días, que parece que cada jornada ha subido el Everest. Pero estoy sintiendo mucho cariño, cuidado y cercanía. Y noto su confianza y eso me gusta mucho.