Trío PlecTres

Intérpretes: Marta Escudero, bandurria soprano. Rafael Tarjuelo, bandurria tenor. Rubén García-Casarrubios, bandurria bajo. Programa: Danzas gitanas de J.Turina. Cuatro piezas españolas de M. de Falla. Momentos musicales de Abn Humeya de Angel Barrios (1882-1964). Suite española nº 1, de I.Albéniz. Por el sur de Pedro Chamorro (1961). Programación: XXI edición del festival de música Pulso y Púa, de los Amigos del Arte y el Ayuntamiento de Pamplona. Fecha: 13 de diciembre de 2019. Lugar: Civivox Iturrama. Público: media entrada (gratis).

sobre el escenario un conjunto instrumental inédito, al menos para mí: tres bandurrias -soprano, tenor y bajo-, que van a crear un mundo sonoro también novedoso, íntimo, cristalino, al que, al comienzo, hay que ir a buscar en su delicadeza; y en el que, pasados los primeros compases, nos introducimos sin reservas, con suma atención, expectantes del juego extraordinario que dan estos instrumentos, de sonoridad individual un tanto parca, alejados de los convencionales de la orquesta, y, sin embargo, tan evocadores de sonidos antiguos y tradicionales, y, a la vez, expandidos al repertorio clásico más exigente, y a los compositores más modernos. Todo, claro, porque la bandurria cae en manos tan excepcionales como las del trío PlecTres. El conjunto combina y dosifica muy bien el punteo, el trémolo de notas mantenidas y el rasgueo: las tres variantes principales de una técnica que dominan a la perfección, y con la que consiguen regulaciones, y contrastes piano-fuerte. M. Escudero, -(bandurria soprano)-, carga con mas protagonismo en el punteo, de impecable y pulcra digitación. R. Tarjuelo, -(bandurria tenor)-, también puntea y adorna, con dúos y segundas voces de gran precisión. Y Rubén G. Casarrubios, imprescindible en el sostén del sonido más grave, a la altura de sus compañeros. De todos modos, con ser indiscutibles músicos, individualmente, lo mejor es la calidad adquirida como conjunto: abordan las obras -todas muy comprometidas- con la magnífica fluidez del que ha dejado de llevar el compás; con el tempo, la intención y la expresión, interiorizados y a favor del resultado final. En los atriles, nada menos que Turina, Falla, Albéniz? con obras transcritas para esta formación, y otras, originales. Todas, no obstante, bien acomodadas a la cuerda y el plectro. De Turina, cuatro danzas gitanas; de Falla, cuatro piezas españolas. Todo ese ambiente de música española está muy bien transcrito a los instrumentos, y los intérpretes resuelven bien su complejidad; por ejemplo, el aire de jota que pasa de instrumento en instrumento; o el virtuosismo de Andaluza, con notas situadas al borde de agotar la longitud de la última cuerda, y sin embargo, afinadísimas y en su sitio. No obstante, para mi, la cumbre de la velada -y todo un descubrimiento- fueron los Momentos musicales de Abn Humeya de ángel Barrios, con dos temas preciosos -danza árabe y trova-, cantados con lirismo y ternura, respectivamente, y muy bien acompañados por el ostinato de la bandurria bajo; y, delicioso y jovial, así mismo, el villancico. Punto y aparte, también, la versión de Asturias, Granada y Aragón de la suite de Albéniz: atmósfera misteriosa -con el trémolo-; evocadora Granada, con un fraseo francamente cantábile; jota a dúo en bandurria soprano y bandurria tenor, con respuesta de bandurria bajo? y toda la riqueza de la partitura, que, aquí, adquiere un colorido especial, distinto, pero no menos rico que el del piano. Y para terminar, una obra dedicada al sur, del profesor de los intérpretes, Chamorro, clásica, al principio, con la esencia del duende; pero que, en Canto del herrero, investiga sonoridades nuevas, un tanto onomatopéyicas, férreas en el rasgueo, y chispeantes, donde el tema salta de bandurria en bandurria. Y con una nana muy bella: austera, recogida, muy arrimada al silencio. En la farra final, de nuevo se vuelve al virtuosismo. De propina, los manchegos dieron una melancólica y también muy bien cantada-tocada canción brasileña: Agua y vino, de Igberto Gismonti (1947).