los rasputines de la plana mayor de la Presidencia del Gobierno español han aprendido a marchas forzadas el poder de la tele a la hora de construir personajes, modelos y modos de comunicar en la sociedad actual. Han descubierto que la pelea entre contrincantes políticos se da en las redes y en el poder de la tele, quedándose fuera de juego la radio superada por lo digital, a lo que se añade el poder menguante de los periódicos, que si no han desaparecido, mal viven en la pelea por lectores y patrocinadores comerciales que garanticen supervivencia.

Hay que aplaudir la sabiduría mediática demostrado por quien decidió retransmitir el paseíllo de los ministros, nuevos y anteriores, camino de la primera reunión del consejo en el Palacio de la Moncloa, más las imágenes institucionales del interior del palacio, en un ejercicio de empatía televisual; y todo ello gratis et amore.

En cambio, la primera entrevista concedida por el presidente Pedro Sánchez a La 1, con Ana Blanco y Carlos Franganillo como entrevistadores, no resultó éxito mediático, con un entrevistado bien asentado en su butaca, dominando el campo y esperando receptivo las preguntas de los periodistas de la casa. El combate, si llegó en algún momento a haber pelea de gallos, lo ganó Pedro Sánchez, seguro en las contestaciones, conocedor de las respuestas que había que transmitir a las previsibles preguntas que acartonaron la entrevista en modo extraordinario, quitándole frescura e interés, en oportunidad perdida para los tres personajes del producto mediático. El poder de la televisión hay que saber organizarlo, presentarlo y dosificarlo para que un medio de entretenimiento se convierta en medio informativo. El jefe de gabinete, el donostiarra Iván Redondo, tiene que pulir la joya para que luzca con esplendor y acierto.