tudela - Con su cuarta novela, El latido de la tierra, la escritora aragonesa Luz Gabás se ha introducido en un género policíaco con el único objetivo de poder analizar y diseccionar mejor a sus protagonistas. Lejos de abandonar su estilo y temas, el amor romántico, Gabás da una vuelta de tuerca y ofrece a examen la vida de diversas personas que, por circunstancias, vuelven al mundo rural, a una mansión familiar donde aparecerá un cadáver que servirá para que el lector pueda radiografías su pasado y presente, sus vicios y virtudes en un entorno idílico pero abandonado. El latido de la tierra se ha convertido ya en la novela más vendida de 2019 en su comunidad Aragón, y va camino de ser un éxito tal y como lo fue la primera, Palmeras en la nieve, que incluso se llevó al cine. Análisis generacional, reflexión en torno a la nostalgia, la obra de Gabás promete un sinfín de rincones para que el lector se refugie en el que más le guste. Ayer lo presentó su novela en Tudela, en el marco de la Semana Literaria.

¿Le ha gustado el salto al estilo de novela policiaca?

-Es un cambio muy puntual. No hay intención de ‘a partir de ahora voy a escribir novela policíaca’, no. La historia requería unas estructuras muy concretas, en este caso de doble búsqueda. Entonces hice pruebas y me di cuenta que todo me llevaba en una dirección. Todo me llevaba a que necesitaba a alguien que sacara los fantasmas de los personajes y pensé que una inspectora subteniente de la Guardia civil era genial para ello. Introduje misterio, porque de las policíacas lo que me gusta es que hay un análisis o radiografía de la sociedad actual y algo de crítica. Esa intriga y es vértigo eran las estrategias que necesitaba para esta historia. Pero eso no quiere decir que vaya a continuar. Me ha resultado difícil, no es un genero al que estoy acostumbrada aunque he salido airosa. Pero cada proyecto es diferente.

El paisaje es un personaje más en sus novelas, ¿dónde sitúa mentalmente Aquilare?

-Cuando pienso en naturaleza pienso en lo que tengo más cercano. Vivo en pleno Pirineo. Siempre visualizo escenas de allí. Ésta sucede en una tierra media baja, pero la zona baja del Sobrarbe y Ribagorza está plagada de pueblos abandonados que he recorrido y me ha servido de inspiración para la descripción física de ese territorio. Pero lo bueno de no ubicarlo en un sitio concreto permite que cada uno visualice su territorio. Esa es la clave de la literatura.

La creación del tópico de la España vaciada

-Sí. Parece que ya está en boca de todos y ya está. Estoy cambiando el uso de esta palabra, ahora uso más la España de la oportunidad rural. Muchas personas vivimos en un entorno rural y nos consideramos tan normales como cualquier otra persona. Ahora es posible tomar la decisión y volver. Hay una necesidad de regreso por cuestiones económicas, pero si la etiqueta ha servido para hablar, eso ya me parece bien. Decía Llamazares “ya se ha hablado demasiado ahora toca actuar”. A ver si es verdad que se actúa, vamos muy lentos. Por lo menos se habla y eso significa que ya existimos.

¿Hay ciertas reminiscencias a Agatha Christie en El latido de la tierra

-No. No pensaba en ella aunque siempre que empiezas una novela negra lo haces. Me era más cómodo juntar a todo el mundo en una casa. Yo pensé más en Los amigos de Peter. Hay incluso un guiño en las páginas de la novela. Hay muchas referencias, pero más que al hecho de juntar a los amigos, al estar en una gran mansión que se acaba. Hay referencias a Jen Eyre, Sara Waters, Los puentes de Madison, e incluso Gran Torino, de Clint Eastwood.

Da la sensación de que los personajes se enfrentan a una crisis existencial de sus 50 años. Cuando se mira hacia atrás y se ve lo que queda por delante...

-Toda la novela es eso, una pelea entre el pasado y el presente, el del lugar y el de cada uno de los personajes. Desde el presente miras hacia atrás y cuando lo haces reflexionas y piensas si estás satisfecho con lo que has conseguido y eras lo que pensabas hacer hace 30 años. Cómo se están relacionando entre ellos, recuperan momentos de la juventud, y ven cómo han evolucionado. Es una especie de metáfora del país, vemos cómo ellos han percibido que el discurso que creían sólido resulta que se ha ido diluyendo, sobre todo el de la protagonista. Es una novela que trata el tema de la nostalgia, pero reflexiva, no la restaurativa de Svetlana Boym, que es la que más ha estudiado el tema de la nostalgia. Decía “el problema de nuestra sociedad es que nos miramos hacia atrás con una nostalgia demasiado restaurativa”. Eso quiere decir que queremos quitar cuatro defectos y recuperar el pasado, pero eso es terrible. La nostalgia reflexiva, que es la que empleo, permite mirar el pasado sin rabia, asumiendo, viendo qué cojo del pasado para continuar hacia adelante.

También se adentra en el análisis de una sociedad en dicotomía: que avanza hacia una deshumanización pero busca permanentemente las raíces y el pasado

-Esa pelea es continua. Eso incluye las tradiciones. La cuestión es si la protagonista será capaz de comprender que es necesario el equilibrio entre lo heredado y lo que aportas a la vida. No puede ser una losa ese pasado, te va a frenar para ser lo que quieres ser. Pero tampoco hay que rechazar lo que has sido, porque no vas a poder dejar de ser lo que has sido. Es una mochila que llevas a cuestas. Esa búsqueda de ese equilibrio es el camino que recorre la protagonista.

El nombre de Elegía

-La casa en la novela es el símbolo del pasado, de lo heredado. El personaje que le da voz es la madre, tenía que ser un nombre contundente: El lamento por la pérdida de algo. Su discurso es el de las grandes casas que se mantenían no porque sus familias fueran ricas, sino porque podían dar trabajo a mucha gente. El entorno giraba a su alrededor. Pero cuando el mundo moderno plantea pisos pequeños, una mansión de 600 metros cuadrados es dificilísimo de mantener, representa una forma de vida que ya no existe. Incluso la vuelta a lo rural sería de otra manera, una casa más pequeña, con otro concepto social.

Hablan de su novela como que es de misterio, generacional, de amor, negra, ¿qué novela es El Latido de la tierra

-Para mí es una novela de amor. Así se lo planteé a la editora. Me gusta escribir novelas románticas. El romanticismo es una actitud del espíritu. Es una historia de amor hacia lo que uno es. Eso es lo más complicado, hay una exaltación del individuo, eso es muy romántico, y de que se venza al sistema. Plantea un tema, que no se me pregunta mucho, pero que es esencial. Solemos hablar de la España vaciada pero cuando viene alguien de fuera que quiere revitalizarlo tampoco esa fórmula sirve. Es impedimento tras impedimento. El sistema frena mucho.

No hay buenos ni malos en su novela, como el mundo que está lleno de grises...

-Es así. Al ser policíaca hay un personaje que parece más malo porque ha hecho algo muy malo y emitimos un juicio moral, pero la novel da sorpresas. Hay personas que parecen negativas y no lo son, y la protagonista que parece un ser retrógrada resulta que no y es mucho más luminosa.

En Palmeras en la nieve

-Siempre. Hay mucha lectura siempre detrás de los libros, de todos ellos. Ésta es la que menos documentación histórica he manejado pero he revisado muchos clásicos y he leído más ensayos sobre la época contemporánea. Cómo hemos llegado hasta aquí, cómo ha cambiado Europa? Ha sido más de reflexión, pero para eso hay que leer.

Cuando acaba una novela ¿se da un tiempo para borrar y poner en blanco la cabeza o van surgiendo las nuevas historias por el camino?

-Surgen otras historias continuamente. Otra cosa es que deseches las ideas y te quedes con la que más te obsesiona. Lo normal es que acabes una novela y cuando preparas la promoción surjan otras. Esto es un no parar, es una cadena. Tomo notas y notas, y en ocho meses o un año, cuando sepa lo que quiero escribir, me pongo a ello. No puedes parar. Es algo continuo, conoces a personas, hablas con ellas, qué día hace hoy, la iluminación de las calles, qué pasa en las noticias, cómo nos sentimos... y todo lo encajas en el tema que quieres tratar.