pamplona - Paco Ocaña realiza en su nuevo libro de poemas, Al otro lado de la otra orilla, “un ejercicio de introspección y análisis” motivado en gran medida por una experiencia difícil que comprometió su salud y que, afortunadamente, tiene superada, “o en camino de lograrlo”.

“Jugando y peleando” con las palabras, Ocaña, conocido sobre todo por su faceta de fotógrafo y de director del grupo de teatro El Bardo, ha erigido este libro en torno a una idea central: “el paso inexorable del tiempo, el viaje truncado y la fragilidad de la existencia”, como señala en el verso “Átropos, armada con las tijeras para cortar el hilo de la vida”, del poema Hilanderas del destino. Se trata, pues, de tantear el misterioso camino que conduce al gran misterio de lo que se halla “al otro lado de la otra orilla”, “ese lugar desconocido que ‘no tiene nombre porque ni siquiera es un lugar’ ni está en los mapas”. Y todo ocurre en esta vida “tramposa y embustera, trilera o vendedora” -como indica en A la engañosa vida II-, “que creemos que nos pertenece y es nuestra única posesión; pero es mentira, va por libre y no se casa con nadie”. Queda claro que los textos que aparecen en este volumen están “atrapados” en una “realidad dramática personal” relacionada con el proceso cardíaco que se le manifestó a finales de 2017 y que culminó en una compleja intervención quirúrgica en octubre de 2018 y que “fue muy bien gracias a un excelente equipo médico”.

búsqueda Eso sí, la idea inicial de este libro surgió antes, como continuación de Vértice del sueño. Poesía 1973-2009, aunque, posteriormente, la experiencia personal marcó el proyecto por entero. “Reflejar y traducir en palabras sobre un papel en blanco este llamado trance, que es un cúmulo de sensaciones, vivencias y nuevas experiencias, consiste en todo un ejercicio de introspección y análisis”. Primero, “de búsqueda”, y “no solo existencial, sino también estética, para poder entender y aceptar uno mismo esas novedades vitales”. Y después, “expresándolo hacia el exterior, al papel, jugando/peleando con las palabras para obtener una forma artística. Poética, en este caso”.

Los 37 poemas que presenta están escritos en verso libre salvo el soneto de inicio -Pórtico- y otros dos en alejandrinos, y “se han ido abriendo paso casi compulsivamente, sobre todo en su segunda fase”. “La elaboración ha sido una constante creación, corrección, reposo y acabado final”, cuenta el poeta, que ha bebido de referentes muy diferentes. Así, Quevedo le dio “un gran impulso”; Kavafis y el viaje “fue sugerente” y Tagore y su Gitanjali están en el prólogo. También se apoya en versos de Luis Cernuda, José Hierro, Paul Valéry, y cita a Rilke, Félix Grande, Colinas, Alberti o Whitman y recuerda a Antonio Machado. “No olvido a John Lennon y su Nowhere man, ni a George Harrison, con Here comes the sun, ni a Miles Davis y Round Midnight”, y menciona, asimismo, a Leonard Cohen, Bach, Mahler, Aute, Serrat, Prada “e incluso Adamo”. Otros autores presentes son Hermann Hesse, Thomas Mann, Ginsberg, Visconti, Goya, Miguel Ángel, y otros mundos como los de Shiva, Odiseo, Caronte, Poseidón, las Tres Moiras o la Parca. “Todos han tenido algo que ver en la composición de este libro”, apunta Ocaña.

La primera lectora de sus textos siempre es su mujer. “Está cerca y me conoce de sobra, corrige posibles errores y se puede permitir cualquier comentario, por crítico y duro que sea, como si tal cosa”. En cuanto a los lectores potenciales, Paco Ocaña les desea que la lectura les sea “afortunada y propicia”. “Me daría por satisfecho solo por haberse tomado el trabajo de hacerlo”.