PAMPLONA - Adriana Ozores (Madrid, 1959) da vida a Rose, el personaje que irrumpe en la aparentemente apacible vida del matrimonio formado por Robin (Joaquín Climent) y Hazel (Susi Sánchez). Como ambos, ella también era científica nuclear, pero los tres no se han visto desde hace 38 años. Tienen mucho de lo que hablar, y sobre lo que reflexionar, como el impacto que sus vidas ha tenido en los que venían por detrás y el que puede tener en los que vendrán. La capacidad de la tercera edad para seguir aportando en el plano físico e intelectual es otro de los temas que aborda este montaje dirigido por David Serrano.

A lo largo de su carrera ha interpretado textos de grandes autores, muchos de ellos clásicos, ¿cómo sienta encarnar las palabras creadas por una dramaturga joven y contemporánea?

-Es muy estimulante, sobre todo porque, a pesar de su juventud,

Lucy Kirkwood demuestra un conocimiento de gente mucho mayor

que ella.

¿Qué cree que aporta a la obra, a su ritmo y a sus contenidos, esta juventud y esta frescura?

-No creo que la obra tenga este ritmo por la juventud de la autora,

pero quizá sí esté relacionada con la temática del texto. Los

Hijos aborda cuestiones de las que oímos hablar todos los días

porque son asuntos que hemos causado. La historia tiene que ver

con la situación del Planeta, en serio peligro por algunas acciones

del ser humano, pero también con la necesidad que tienen algunas

personas de alargar la vida a veces sin demasiado sentido. Estos

temas pueden parecer muy profundos, y lo son, pero la autora

da una forma a la obra que la hace muy cercana al espectador.

Es muy fácil de escuchar y de entender.

Últimamente se está haciendo mucho teatro documental y esta obra, aunque no lo es, aborda temáticas de absoluta actualidad. ¿Es una necesidad de la sociedad de ver reflejadas en la cultura las preocupaciones que le inquietan?

-Sí, y también de los creadores. Nosotros ahora creemos que

esto es muy novedoso, pero, a lo largo de la historia, todos

los creadores han tenido la misma necesidad de hablar de lo que

estaba sucediendo en ese momento y de cómo veían el mundo. Es

una constante a lo largo de la historia del ser humano.

En tiempos de crisis y de incertidumbre, los ciudadanos a veces acuden al foro del teatro para ver si ahí encuentran respuestas a lo que les preocupa, aunque muchas veces salen con más preguntas.

-Bueno, nuestra obligación o nuestro compromiso con nuestra profesión

es movilizar un poco a la gente. Claro que es divertir y entretener,

lo cual es muy bonito, pero también mover un poco. El teatro

te posibilita una forma de tomar conciencia mucho más fácil,

directa y especial, porque no hay filtros y de una manera lúdica

todo llega mejor. Ahora mismo estoy haciendo unos recitales de

San Juan Cruz con Lluís Homar, en los que se habla de cómo el

arte te coloca en una posición más elevada para poder entender

según qué cosas. Los artistas tenemos esa herramienta estupenda

y hay que utilizarla con responsabilidad y consecuentemente.

¿Cómo es este futuro que nos presenta Los Hijos?

-La autora se inspiró en algo que pasó, el accidente de la central

nuclear de Fukushima, y que puede volver a pasar. Y lo que presenta

son las circunstancias particulares de los personajes, pero a

la vez habla de las relaciones que existen entre ellos. El tema

de la edad está muy presente, porque les han colocado en un lugar

en el que habitualmente se coloca a la gente de la tercera edad

y resulta que no tiene por qué ser así.

En efecto, llega un momento en que la sociedad ya no cuenta con quienes se retiran después de una vida de intenso trabajo, lo cual seguramente es un error porque hay muchas personas mayores tremendamente activas, inquietas, con enormes conocimientos...

-Claro, pero lo que dice Lucy Kirkwood es que aunque la sociedad

te coloque en tal o en cual lugar, tú sigues siendo libre para

no seguir ese dictamen. Y puedes alzar la voz y decir ‘yo tengo

mucho que contar’. En esta obra se demuestra hasta qué punto

es capaz de aportar la tercera edad. Mucho.

¿Quién es Rose, su personaje, y qué dinámica establece con Robin y con Hazel?

-Rose es una mujer muy especial. Muestra una cosa y vive otra.

Por un lado tiene un nivel de sensibilidad muy grande, es muy

frágil, pero a la vez es capaz de ser tremendamente fuerte. Tiene

unos rasgos de personalidad que a mí personalmente me ha apetecido

explorar. En principio, es un personaje que viene a mover la

conciencia de la pareja, que por una serie de motivos está más

acomodada. Lo más interesante de la función es que no se decanta

éticamente por una cosa ni por la otra. Cada uno de los lados

tiene sus razones para actuar como actúa.

¿Cómo se posiciona Adriana Ozores respecto a la crisis climática que estamos atravesando?

-Pues siempre pienso que no hacemos lo suficiente. Y cuando leí

este texto me pareció que había que hacerlo también como forma

de contribuir. Sentí que nosotros, desde nuestra posición, podíamos

ser un vehículo para contar estas cosas. Aparte de esto, siento

que cada uno podemos hacer cosas por nuestra cuenta, pero que

si no nos unimos no sé si vamos a poder a hacer mucho. De todos

modos, siento que la conciencia va calando, quizá lentamente,

pero va. Lo veo en los supermercados, en las calles... Pero,

claro, los que llevan esta bandera no son los gobiernos, y estamos

tan constreñidos por las decisiones que toma el sistema, que

es tan difícil de cambiar...

¿Qué piensa cuando ve lo que mueve Greta Thünberg?

-La gente joven tiene una conciencia que no la ha soñado ni siquiera

la generación anterior, la que ahora tiene veintitantos. Esperemos

que todo ese movimiento no sea solo una cuestión de forma. Es

importante dotarlo de contenido. Tiene algo explosivo, iluminador,

está lleno energía y todas esas cosas están muy bien y son muy

necesarias, pero hay que darle contenido para anclarlo.

¿Y qué les decimos a esos jóvenes que marchaban por las calles hace poco y que no van a heredar la tierra o la que van a heredar estará ya medio muerta?

-Todos somos hijos. Nuestros padres y nuestros abuelos, también.

La obra habla de que no hay que evitar las responsabilidades,

pero también deja claro que todos hemos padecido lo que han hecho

las generaciones anteriores. Nuestro árbol geneaológico habitualmente

lo tenemos encima, aplastándonos la cabeza. Y creo que hay que

contemplarlo todo, no solo una parte. Lucy Kirkwood le da un

vapuleo estupendo a la gente joven, no deja títere con cabeza,

y me parece muy interesante, porque no podemos poner toda la

responsabilidad en cómo lo hicieron papá y mamá. Como hijos también

tenemos la nuestra, estas son nuestras circunstancias y a ver

qué hacemos con ellas.

¿Es optimista, estamos a tiempo de cambiar las cosas?

-Soy optimista porque siempre tengo en cuenta que hay una condición

humana. Porque somos capaces de lo peor, pero también de lo mejor.

Los Hijos habla precisamente de esto.

Imagino que el trabajo entre tres veteranos habrá sido placentero.

-Muy placentero. Ha habido gran generosidad por parte de todos,

la hemos puesto al servicio del compañero, de la obra, del director

y de la autora. Cuando te encuentras con compañeros que trabajan

de manera tan comprometida es una puñetera maravilla.