Pamplona - ¿Qué significa abrir con Zumiriki, obra de su predecesor en el puesto, Oskar Alegria?

-Las sesiones de inauguración y clausura siempre son difíciles de programar: tiene que ser un programa fiel a la línea del festival, pero a la vez atractivo para todo tipo de públicos. Quieres que sea algo muy especial, que marque un tono para toda la semana y que conecte con los públicos tan diversos que se dan cita. En ese sentido, Zumiriki es un regalo porque reúne todo lo que busco para abrir Punto de Vista. Además de todo esto, y por motivos obvios -Oskar vuelve a casa con película bajo el brazo-, estoy segura de que será una sesión muy emocionante para todos los asistentes.

¿Cómo va a impregnar la programación ese sentimiento oceánico que sirve de leitmotiv este año?

-Esta metáfora tiene que ver con la relación inquebrantable que una establece con su entorno. Esta idea me sirve mucho para pensar lo que debe ser un festival. Para mí, un festival hoy en día no debe ser un espacio de exhibición. Mostrar películas no es suficiente, tenemos que generar una experiencia. Y esa experiencia, ese tejido, se construye con muchas energías que acaban relacionándose entre sí. Esto no consiste en que nosotras pensemos un programa y la gente lo reciba pasivamente. Es gracias a la participación de los públicos y de los invitados, cuya presencia va más allá de presentar su obra, que tratamos de generar cruces. Cruces como los encuentros profesionales entre la comunidad vasconavarra, de la comunidad navarra entre sí con sus propias actividades, de programadores nacionales e internacionales, toda la parte comunitaria y familiar... Se trata de ir tejiendo todo el tiempo de manera muy sutil para construir entre todos ese ecosistema que yo creo que tiene una fuerza que trasciende al festival. Es importante entender que hay un impulso detrás de todo lo que hacemos, que no hay nada casual, que todo está pensado para que ese encuentro genere transformaciones, por pequeñas que sean.

Mucha gente habla de comunidad y de familia cuando se refiere a Punto de Vista.

-Sí. Creo que esto tiene que ver primero con el lugar donde todo sucede, que es Pamplona, una ciudad perfecta para acoger a esta familia. Es muy difícil en una ciudad o en un festival grandes generar esa sensación de comunidad, porque todo se diluye. Pamplona ofrece todo y lo hace todo muy fácil para que todo el mundo se encuentre. Aparte de eso, el tamaño del festival también ayuda, lo mismo que la programación, que, siendo específica, es muy variada. Tal vez una persona externa puede pensar que todos los programas son similares, pero no tienen nada que ver. Cuando programo pienso en el grupo al que le gusta este tipo de cine de vanguardia, en el grupo que suele venir a ver este otro tipo de películas... Dentro de la caja del cine contemporáneo hay muchos, muchos lenguajes, y estamos intentando recogerlos todos.

Imagino que los conciertos, los programas de radio, las comidas, las veladas en los bares ayudan crear esa sensación.

-Para nosotros es muy importante cuidar a la gente, que se sienta como en casa. Por ejemplo, a todos los directores que han venido a Punto de Vista desde sus primeras ediciones les encanta que comamos todos juntos en Casa Manolo. Queremos que todo el mundo que viene se sienta acompañado y acogido. La experiencia empieza a las diez de la mañana y termina a la hora que cada cual decida por la noche. Sin querer saturar la programación, ofrecemos alternativas en diferentes registros, de manera que puedes encontrarte un programa de radio, un concierto...

Respecto a la retrospectiva que sirve del lema a la programación de este año, An Oceanic Feeling, durante la primera presentación del festival, en diciembre, comentó que de algún modo quería mostrar a los cineastas de dónde vienen, el trabajo de quienes les precedieron.

-Para mí esto es fundamental en todo, en el cine y en la vida. En la sociedad en la que vivimos debemos saber de dónde venimos para saber dónde estamos y hacia dónde podemos ir. Las retrospectivas históricas sirven para revisar desde la óptica contemporánea lo que se ha venido haciendo. Y eso es lo que plantea Erika Balsom con ese concepto quizá poético de Oceanic Feeling, pero que para mí es tremendamente contemporáneo. Porque cuando todos somos tan individualistas y estamos tan desconectados, retomar esta idea de conexión entre los cineastas de ayer y de hoy es interesante. Como lo es también mostrar hoy cómo se ha retratado el océano, un elemento tan presente en las problemáticas relacionadas con el medio ambiente. Este ciclo nos permitirá hacer un recorrido por la historia del cine documental desde un ángulo muy contemporáneo.

Las otras dos retrospectivas son muy femeninas. Una de ellas está dedicada a cuatro directoras, Ute Aurand, Helga Fanderl, Jeanette Rodríguez y Renate Sami. ¿Qué tiene de especial la relación fílmica entre estas mujeres?

-Son cuatro mujeres que no pertenecen a un movimiento concreto, algunas son muy amigas, otras se conocen, pero no tienen una relación tan estrecha... Y están muy sorprendidas de que les hayamos dedicado este espacio y la publicación de este año. Me apetecía poner en valor un tipo de colaboración más sutil, un acompañamiento que oficialmente no se suele acreditar en los trabajos, pero que es sumamente importante. Yo, por ejemplo, si pienso en las personas que me han influenciado y que han alimentado mi discurso y mi manera de hacer, me vienen a la cabeza aquellas que me han ido acompañando a lo largo de los años, con las que he tenido algunas conversaciones, que me han recomendado o a las que he recomendado libros... La publicación del festival quiere recoger esa idea, poner en valor ese tipo de relación a la que no se le suele dar tanta importancia y que para mí es fundamental.

¿Van a estar las cuatro en Pamplona?

-Sí, sí, van a estar las cuatro. Será un encuentro muy especial. Helga y Ute conocen el festival, han estado en las últimas ediciones, y Jeanette y Renate no. Y es muy curioso, porque tienen un club de fans brutal en España. Sé que esta retrospectiva va a movilizar a mucha gente. Van a venir desde Galicia, Madrid, Andalucía, Barcelona... De hecho, este ciclo itinerará después al CGAI, al Círculo de Bellas Artes de Madrid, al CCCB... Sé que es un libro muy esperado. En los festivales cada vez se publica menos y normalmente se destaca a un cineasta, casi siempre a un hombre, y no deja de ser un statement hacer este retrato coral, dándole a cada una su espacio, pero también poniéndolas en relación.

El otro monográfico será en torno a la obra de Anne Charlotte Robertson, fallecida en 2012.

-Esto nace de una colaboración con Harvard Film Archives. Ellos tienen muchas colecciones de diferentes artistas, y hablando con Haden Guest, su director, sobre lo que me interesaba traer al festival, vimos que es una figura clave dentro del cine autobiográfico, feminista y personal. Es conmovedor cuando te enfrentas a una artista de estas características, que lleva su libertad creativa y su exposición personal hasta el límite. Creo que van a ser sesiones muy especiales. Las va a presentar el propio Guest, que es un gran conocedor de su obra y ha compartido con nosotros, y de manera muy generosa, muchos documentos que van a estar en el catálogo del festival.

Tanto en el caso de las cuatro directoras que protagonizan la publicación de este año como en el de Robertson, sus películas muchas veces se centran en lo cotidiano, en lo sutil, en lo personal, en la belleza. Y todo esto también puede ser tremendamente político.

-Así es. Para mí es muy importante reivindicar este tipo de trabajo hoy en día. Y es una discusión que tengo con muchos compañeros, casualmente con hombres. Parece que lo político solo se refiere a grandes películas que abordan grandes problemáticas de manera muy directa y explícita. Sin embargo, hoy en día, en este momento social de tanta confusión, de tanta hiperactividad, de tanta aceleración, películas como estas o como las que hacía Jonas Mekas, que reivindican la poesía y la belleza ante los horrores de la humanidad me parecen más necesarias que nunca. Tienen que tener su lugar. Y eso no quiere decir que sean ligeras.

¿A qué se refiere?

-Las cuatro directoras del libro tienen una historia política personal muy intensa. Estuvieron ligadas a movimientos políticos de manera muy activa, y, sin embargo, les da por filmar flores... Hay una conversación muy bonita sobre este tema en el libro. En una carta, Helga le dice a Ute que a veces le cuesta mucho defender su cine porque hay a quien no le parece político y porque la gente tiene problemas con la poesía y las flores. Lo dice así. Y yo puedo decir que la vida misma está contada a través de sus películas, hay historias de pérdidas, de cotidianidad, de belleza, de amistad... Son gestos pequeños, instantes. Las suyas son películas que afectan la mirada, que te hacen salir de tu realidad y ver esos pequeños detalles que de otra forma son imperceptibles.

El apartado X Films cumple diez años, y no solo vamos a poder ver el trabajo de los tres realizadores seleccionados este año, sino que el proyecto se expande con ese ciclo de aniversario que va a itinerar por distintas sedes del Instituto Cervantes en el mundo y también vamos a poder ver en el Condestable.

-Es un año muy especial para este proyecto que iniciaron Josetxo Cerdán y su equipo. Cuando ves la foto de estos diez años es realmente impresionante porque refleja la historia viva de la no ficción española. Han pasado por aquí todos los cineastas de la última década que tenían que estar, tanto candidatos como ganadores e incluso jurados. Hace dos semanas que presentamos el aniversario en Madrid y era emocionante escuchar a las diez personas que ganaron en cada una de las diez ediciones contando que significó mucho para ellas. Probablemente ninguno tenía en mente venir a filmar las goitiberas, como hicieron Usue Arrieta y Vicente Vázquez, y de pronto tuvieron que salir de sus respectivas zonas de confort y atenerse a unas reglas concretas. Y eso les sorprendió mucho.

Este año vamos a poder ver el estreno de Gorria, con el que Maddi Barber ganó el premio X Films en 2019. Una cineasta realmente interesante.

-Desde que estoy en el festival he tenido la suerte de programar obra suya. Me interesa mucho su forma de pensar el cine y su compromiso para con el entorno que le rodea. Siempre le digo que sus películas serán mostradas un día dentro del corpus de grandes películas sobre Navarra. Y gracias al encargo de X Films, Maddi se acerca al soporte fílmico por primera vez. Gorria será un estreno muy especial.

Otro de los invitados quizá más especiales será el libanés Rabih Mroué.

-Sí. En Dokbizia exploramos diferentes formatos al margen de la proyección al uso y la conferencia performativa siempre ha estado presente. Rabih es casi el máximo exponente de este formato y es un sueño tenerle en el festival. Vendrá desde Beirut. A veces nos da hasta apuro escribirle por aquello de 'perdón, estamos en la revolución'. Su trabajo es muy político, plantea cómo repensar y reconstruir la historia reciente del Líbano. Será uno de los highlights del festival sin duda.

En la Sección Oficial vuelve a haber bastante más cortos que largos, ¿es en el tarro pequeño donde está lo mejor del cine de no ficción ahora mismo?

-Casualmente, de los tres años que llevo programando, este es en el que hay más largos que nunca (ríe). Las películas son películas, no importa su duración. Nosotros pensamos la programación como un todo y en todo caso balanceamos el origen de los trabajos, con los que construimos programas que a su vez generan determinados discursos. No importa tanto si son cortos o largos, como si tiene sentido que estén en la programación y si responden a la diversidad que buscamos. En este caso, además, los largometrajes que tenemos son súper diferentes entre sí. Como la película de Éric Baudelaire; van venir los chicas y las chicas que han hecho el proyecto con él y creo que va a ser un sesión muy emotiva. También está He venido a leer la noche, que es una joya. Aborda el proceso creativo de Mónica Valenciano y la cámara baila con ella de una forma preciosa. Overseas puede que sea menos rompedora en cuanto a lenguaje, pero tiene una serie de planteamientos muy elegantemente formulados sobre cuestiones de trabajo doméstico. Buscamos que todo tenga una coherencia.

¿Por qué le ha encargado la clausura a Isaki Lacuesta?

-Hacía muchos años que Isaki no venía al festival y me hace mucha ilusión que vuelva. Le admiro mucho y he trabajado varias veces con él. Le encargué hacer una proyección de una videoinstalación que hizo para una exposición que tuvo en Barcelona y que nunca ha mostrado en cine. Se llama Las imágenes eco. Él tiene una relación muy especial con el festival. Aun recuerdo cuando vino a presentar La leyenda del tiempo. Yo era una espectadora más y creo incluso que le conocí aquí. Significa mucho para ambos reencontrarnos en este contexto.

Esta es su tercera edición como directora de Punto de Vista. Hasta la fecha, la costumbre ha sido que cada programador esté cuatro años, ¿será su caso también?

-No lo sé, veremos (ríe).