pamplona - Profesora en la Zine Eskola de Tabakalera, escritora, comisaria y académica especializada en cine de vanguardia, María Palacios es la coordinadora, junto con Garbiñe Ortega -directora del festival Punto de Vista- de la retrospectiva y el libro dedicados a las cineastas Ute Aurand, Helga Fanderl, Jeannette Muñoz y Renate Sami. El libro se presentará mañana, día 5, en la Sala Luneta de Baluarte (12.00 horas), y la retrospectiva, que comenzó ayer, continúa hoy y mañana. Según Palacios, en ella se podrán ver “películas realmente optimistas y conmovedoras, que te hacen sentir, pensar y actuar”.

Este es un libro que va mucho más allá del trabajo de cuatro directoras de cine, es un libro sobre amistad, sobre unión.

-Hemos querido presentar cada una de sus obras en su singularidad porque son cuatro personas muy distintas y que no trabajan juntas. Pero son amigas y forman parte de una familia del cine de vanguardia. El reto era presentar esa singularidad y que, al mismo tiempo, el libro fuera un reflejo de otro tipo de relaciones, de correspondencia, de amistad, de círculos. Y la forma en la que lo hemos trabajado, como un diálogo entre Garbiñe (directora del festival Punto de Vista) y yo, y un diálogo con ellas cuatro también refleja el contenido del libro.

¿Cómo surgió la idea de dedicar una retrospectiva y una publicación a Ute Aurand, Helga Fanderl, Jeannette Muñoz y Renate Sami?

-El punto de partida fue que tanto Helga como Ute han estado en el festival, y Garbiñe y yo hemos trabajado mucho con Ute en otros contextos. La idea de la retrospectiva y el libro nació de forma espontánea, en una visita de Garbiñe a Londres hace dos años. Se nos ocurrió que podía ser muy bonito hacer una retrospectiva conjunta, mostrar su trabajo y, al mismo tiempo, reflejar otra cosa. El primer punto fue hablar con Ute, porque era a quien nosotras conocíamos mejor, y ver si a ella le parecía buena idea. Y fue ella quien habló con Helga, Renate y Jeannette. Al principio tenían preguntas sobre por qué hacer algo sobre ellas cuatro juntas; a lo mejor no habrían necesariamente construido esta constelación con ellas cuatro, habrían construido otras constelaciones. Pero una vez que las cuatro dijeron que sí, Garbiñe fue a Berlín y ahí entendió que había ese doble trabajo de estar con cada una de ellas de forma individual y verlas a todas juntas, con sus momentos de cruce o de diálogo. Desde septiembre hasta febrero han sido meses muy intensos, con muchos textos circulando entre las seis. Ha habido mucha transmisión, pero también mucha transferencia lingüística, porque todos los textos han sido traducidos múltiples veces, lo cual para mí es una nueva experiencia de trabajo de edición.

Vaya, un trabajo intenso.

-Sí. También ha sido mucho trabajo para construir a partir de los materiales. Porque es un libro en el que hay mucho texto pero la estructura ha surgido de los materiales, no estaba predeterminada, y en estos materiales también hay imágenes, o hay textos en imágenes. Ahí, la complicidad con Dani Sanchís, el diseñador del libro, ha sido crucial. Ha sido un trabajo como de la tierra hacia arriba, porque hemos empezado con los materiales y después hemos visto cómo se ha ido construyendo, poniendo en relación materiales que en algunas ocasiones son textos históricos, textos muy íntimos, diarios, cartas, y otros que son más nuevos, como ensayos, críticas...

Antes ha hablado de la singularidad. Lo cierto es que el trabajo de cada una de estas cineastas es único, aunque sí tienen algún punto en común, como el hecho de estar en el momento o reflejar lo cotidiano.

-¡O las flores! Hay muchas flores. Será curioso ver qué ocurre en las sesiones, con todas esas películas juntas y en diálogo. Sí, todas comparten ese interés en la vida, en el presente, en el día a día, en las amistades, en hacer películas con la gente que te rodea, hacer películas igual que uno respira, uno come o uno escribe... A lo mejor tienen todas una relación con lo poético. Y también hay algo de vitalidad. Bueno, y hay narración con lo analógico, con lo artesanal, con una cierta cultura y tradición de cine de vanguardia, en el que siempre ha habido un terreno de comunidad y de solidaridad, así como de ayuda. Al final, estas son cuatro mujeres que se conocen, que se ayudan, que se muestran el trabajo las unas a las otras... Y aquí son ellas cuatro pero perfectamente podrían ser otras cuatro personas.

En un mundo lleno de individualismos, ¿por qué cree que se genera esta comunidad?

-Es que el cine es comunitario. Uno no ve películas solo, siempre las ve con otras personas en una sala. El acto de ver cine es un acto de comunidad. Y el compartir una experiencia que es a la vez singular y comunitaria, porque obviamente cada uno tiene una experiencia diferente con cada película. Pero podríamos tomar la metáfora del cine como algo mucho más amplio, a nivel de sociedad. A lo mejor en España esto parece menor urgente, porque hay mayor tradición de estar juntos y de vivir en comunidad, pero en países del norte no es el caso. Yo vivo en un país de gran individualismo y ahí me parece más importante afirmar como un gesto político la necesidad de estar juntos y de trabajar juntos. Porque en el fondo eso es lo único que nos puede salvar.

Esto me recuerda que las cuatro directoras han pertenecido a movimientos políticos. ¿De qué manera ha influido en su obra?

-Creo que el ejemplo más obvio es el de Renate. Es quien realmente llega al cine a través de la conciencia política. Primero viene el activismo y a través de este viene el cine. De hecho, su primera película es un homenaje a Holger Meins, que acababa de morir en una huelga de hambre en una prisión alemana. Era un estudiante que formaba parte de la fracción del ejército rojo. Y digamos que con Renate es casi imposible dividir la conciencia política y la conciencia cinematográfica. Y en el trabajo de las demás a lo mejor es menos explícito pero está igualmente presente. También el hecho de afirmar los vínculos, la amistad, la solidaridad nos parece que es en sí un hecho político, el pensar en todos juntos en la sociedad en lugar de pensar en el individuo.

Está claro que en el cine de lo cotidiano también es posible hacer una reivindicación política.

-Sí, y feminista también. Porque es elevar lo cotidiano. Ahora por ejemplo que Mujercitas tiene mucho éxito, al final de la película hay una conversación entre Amy y Jo, y Jo dice que está escribiendo un libro sobre ellas, sobre su vida, pero que a lo mejor lo que les pasa no es interesante. Y Amy le dice que si lo escribieran sí que sería importante. Y esa es la cuestión. Durante mucho tiempo se ha considerado que el ámbito doméstico, el ámbito de la mujer tradicionalmente, no era importante. Y esto supone darle la importancia que merece y decir que es tan importante como las guerras es también una reivindicación política. No sé si ellas utilizarían la palabra feminista, pero yo sí digo que hay gestos y estrategias feministas en su trabajo.

Todo esto, además, desde un “optimismo radical”, como lo define usted misma en el libro.

-Claro que sí, porque a lo mejor ser optimista es radical en sí mismo. La radicalidad está precisamente en ese optimismo que parece no caber en el cínico mundo contemporáneo. Y las películas de estas mujeres desbordan optimismo y una actitud muy positiva y de afirmación.

Si tuviera que decir un punto en común entre Aurand, Fanderl, Muñoz y Sami, ¿cuál diría que es? ¿Quizás ese anclaje al movimiento del mundo que describe la editora Carine Doumit?

-Yo creo que sí. Es otra forma de decir lo del momento presente, pero añadiéndole el matiz del sitio presente, porque estar anclado es algo más geográfico y es realmente el aquí y ahora. Vivir en el presente pero también en el sitio en el que están y con la gente con la que están.

“Es importante afirmar como gesto político la necesidad de estar juntos y de trabajar en comunidad”

maría palacios

Especialista en cine de vanguardia