todo sea por vender es la regla de oro de los productores y creativos publicitarios, para los que todo está justificado con tal de colocar el producto a sus clientes, empresas, consorcios, concesionarios y demás elementos del circuito publicitario. El fin justifica los medios para quienes han hecho del masaje publicitario elemento incrustado en los medios para mantener esta sociedad de consumo que tiene su gran catalizador en la publi, sobre todo la publi televisiva que nos inunda cada día con cientos del reclamos para comprar y vender, fin último de la vida económica de nuestros días. Los publicistas del medio audiovisual no dudan en saltarse los límites de la oferta, forzando la demanda y creando en ocasiones necesidades superfluas que agotan al personal. Una de las situaciones más chungas en la galería de spot en cualquier programación de tele convencional o generalista es la de colocar en fila india, uno tras otro los spots creativos, lujosos y lujuriantes de diversas marcas de coches, que se hacen la competencia pegados en hilera, y provocan situaciones chungas a la hora de ofertar los diversos modelos, en un ejercicio de horroroso emplazamiento de los anuncios, que mueven a risa, cuando se compara los que unos y otros ofrecen, en un desmedido ejercicio de fotografía, argumento y calidad icónica. Los anuncios de las distintas marcas automovilísticas son un lujo, que en ocasiones entretienen más que los programas en los que se soportan. Provocar al espectador, atosigarlo con estímulos calientes y brillantes, sembrar la necesidad de compra este o aquel modelo son fines que la actual forma de la publicidad en la tele, cumplen con meridiano acierto en diaria cascada de ofertas a cada cual más apetitosa y sugerente. El espectador contemporáneo lo traga todo y embotado por la efectividad del anuncio de coches, sueña en pagar suculentas cuotas del préstamo para hacer caso al mágico flautista de Hamelín televisivo.