pamplona - Punto de Vista acoge hoy, mañana y el sábado tres programas sobre el cine de Anne Charlotte Robertson (1949-2012). Un cine en primera persona totalmente independiente, experimental, artístico y autobiográfico, pero también universal. Su lucha contra la soledad y su convivencia con el diagnóstico de trastorno maníaco depresivo forman parte integral de su obra, en la que destaca, sin duda Five Year Diary, una crónica de su vida de 36 horas de duración, iniciada en 1981 y finalizada 17 años después. En Baluarte podrán verse algunos de los fragmentos y otros títulos seleccionados por el director del Harvard Film Archive.

¿Cómo conoció la obra de Anne Charlotte Robertson?

-La conocí en profundidad después de su fallecimiento, cuando Harvard Film Archive recibió todo su legado, tanto las películas como sus escritos. Sin embargo, yo ya había conocido parte de su trabajo años antes. Siempre me había generado mucho interés, por eso estábamos en contacto, nos vimos en un par de ocasiones y charlamos varias veces por teléfono. Tristemente, su condición en los últimos años era frágil y no tuvimos la oportunidad de pasar más tiempo juntos.

¿Cuáles diría que son los principales valores de su obra?

-Su obra maestra fue, sin duda, Five Year Diary. Hoy en día muchas personas sienten una gran fascinación por tomar imágenes de sí mismas, lo que conocemos como selfies, y vivimos casi como en un mundo de espejos, que es la función que damos a nuestras cámaras. Y resulta que Anne Charlotte Robertson ya vivía en ese mundo hace años, solo que, en su caso, el espejo era una ventana para ver la profundidad y la complejidad de su ser. Esto suena muy serio, pero ella siempre usaba el humor y aplicaba un sentido lúdico a sus películas, y creo que de eso también podemos aprender mucho. Los selfies o vídeos personalesactuales suelen quedarse en la superficie, pero las imágenes de Robertson en su Five Year Diary ofrecen una gran profundidad. Tenía problemas con su peso y grabó los cambios de su cuerpo de una manera muy especial. Y lo hizo en un proyecto de 36 horas en una crónica en la que también habla de su familia, de los temporales, de su casa...

¿Estamos ante una cineasta totalmente independiente que constituyó un movimiento artístico en sí misma?

-Sí, pero no tanto. En los cortometrajes podemos ver que sí mantenía un diálogo con otros cineastas experimentales y de vanguardia, especialmente con figuras como Maya Deren, lo que se nota mucho en sus primeras piezas, como en Pixillation. Y como estudió animación, también usó varias técnicas de este ámbito en varios de sus trabajos; como los collages que se pueden ver en Five Year Diary y en otras películas. Asimismo, mantuvo contacto con directores que practicaban los diarios, como Jonas Mekas o Ed Pincus, que no es muy conocido, pero que fue una figura muy influyente para muchos artistas. Así que aunque como artista era muy singular, Anne Charlotte Robertson sí que se relacionó con otros creadores y sus performances y presentaciones eran bastante conocidas.

¿Quizá lo que sí defendió siempre hasta las últimas consecuencias fue su libertad de creación?

-Sí, pero no lo hizo de una manera o con una intención polémica. Sí que diría que gran parte de su obra tiene una fuerte dimensión feminista. Por ejemplo, Apologies es increíble. Durante veinte minutos pide disculpas por pedir disculpas. Parece que empieza en tono de broma, pero luego entra en un terreno de cierta incomodidad porque se está refiriendo a todas las razones por las que las mujeres se ven obligadas a disculparse; por su simple presencia, por fumar, por no arreglarse, por estar sin hacer nada... Es una obra totalmente feminista y está absolutamente vigente. Y lo bueno que tiene es que no está hecha como se hacen algunas de las películas feministas hoy, es decir, no tiene intención didáctica. El trabajo tiene una dimensión cómica, otra lúdica y otra muy feminista. Y es el paso entre esos espacios lo que revela la complejidad de su obra.

¿Su cine se puede considerar político?

-Hay algunas películas, como Magazine Mouth, por ejemplo, en la que hace una crítica muy fuerte a la cultura de consumo y el capitalismo estadounidense y también al presidente Reagan y a su régimen imperialista y militarista. Pero siempre usa un tipo de humor negro muy interesante. También hizo una obra tras el 11 de septiembre usando imágenes de televisión. Porque aunque muchas de sus obras son íntimas y hablan de su sentimiento de alienación, a la vez son muy conscientes del conexto y del momento político.

A veces lo muy personal es universal.

-Claro, y lo entendemos en esas películas en las que habla sobre qué significa ser hija o qué significa ser madre. Porque aunque ella no fue madre, sí reflexionó sobre lo que se espera del cuerpo femenino en esta sociedad, como si las mujeres llevaran una serie de instrucciones biológicas escritas en el cuerpo. Ella se plantea si se puede ir en contra de esos planteamientos o es necesario seguir lo que dicta la naturaleza. Este, sin duda, un tema universal que nos interpela a todos los seres humanos.

¿Le ayudó el cine a sobrellevar sus problemas de salud mental?

-Sí. Habló de eso en sus películas, en sus escritos y en persona. La cámara era para ella un tipo de autoterapia, y como cualquier terapia, no funcionaba como una pastilla que te tomas y te lo soluciona todo, sino que más bien es una actividad constante, continua. Ella estableció una especie de diálogo, de conversación, y de exploración con la cámara, a la vez que acudía a la consulta de varios psiquiatras. Y puede que al público sus películas le sirvan también, ya que es posible que se sienta reconocido en algún momento.

Es una cineasta no muy conocida en este lado del mundo, ¿es este ciclo una oportunidad para descubrirla?

-Sí. Es una oportunidad para ver películas hechas hace más de veinte años que mantienen una gran frescura. Algunas parecen hechas ayer. Creo que puede inspirar a cineastas, a estudiantes y a mucha más gente. Sus películas son muy accesibles.

Hablando ya de Haden Guest, ¿cuáles son los objetivos principales del Harvard Film Archive?

-Su objetivo principal es servir de refuerzo para el estudio, investigación y enseñanza de cine en la Universidad de Harvard. También tenemos nuestra propia cinemateca donde presentamos películas todo el año y donde los estudiantes pueden ver las películas en su formato histórico. Tenemos bastante cine de vanguardia, pero también muchas películas de ficción. Para nosotros es muy importante entender y respetar la especificidad de los materiales con los que trabajan originalmente los creadores. Y también es fundamental preservar la experiencia de ver cine en una sala y con otros. En estos tiempos en los que cada vez se ve más cine en solitario en distintas plataformas, hay una dimensión de cine existencial que implica estar con y compartir intimidad con desconocidos que resulta muy interesante. Compartir emociones, momentos inolvidables y también olvidables es increíble. Solo el cine puede provocar estas sensaciones. Los estudiantes notan mucho la diferencia de ver una película en su pantalla a verla de nuevo de este modo.

¿Cómo está resultando su experiencia como jurado de Punto de Vista?

-Es una gran responsabilidad, pero también es un placer por la calidad de la selección que me he encontrado. Cuando uno es jurado la experiencia es diferente, debe ver el cine con ojos más abiertos. Y me encanta estar en Pamplona por primera vez.

“Hay una dimensión existencial en ver cine en compañía de otros; no hay nada comparable a eso”