odo empieza en una librería. Los sueños, los anhelos, las ganas de aprender, de cuestionarse el mundo, de conocerse a una misma, de vivir más intensamente.

Con una ilusión empañada en parte por la lógica tristeza de no poder estar en las calles, las librerías navarras celebraron ayer, 23 de julio, el Día del Libro. En medio de un verano raro, con incertidumbre y confusión en la atmósfera debido a la pandemia que ha obligado a retrasar tres meses esta fiesta literaria, pero con el mismo reto de todos los años: compartir con los lectores las mejores historias. Las catorce librerías de la asociación navarra Diego de Haro ofrecieron los habituales descuentos del 10% y flores a quienes compraron, y algunas de ellas acogieron actividades de animación a la lectura como presentaciones de libros o firmas de ejemplares. Todo en el marco de la campaña nacional #TodoEmpiezaEnUnaLibrería, una iniciativa que también tuvo su eco en el medio digital.

Pero de lo que se trataba ayer era de incentivar la recuperación de las visitas a las librerías, muchas de las cuales abrieron en horario ininterrumpido hasta las nueve de la noche; la reactivación de un sector que en estos momentos necesita apoyo. Y los lectores y las lectoras fieles respondieron. En la librería Walden llegó a haber cola a media mañana. “Estoy sorprendido. Había mucha incertidumbre de cómo sería el día, sobre todo desde los rebrotes que ha habido en las dos últimas semanas, y ver tanta vida en la librería es para estar contento”, decía Daniel Rosino. De su local salía Mª Carmen Rodríguez, pamplonesa de 60 años, con cuatro libros recién comprados: uno de Ramón de Andrés, otro de Sánchez Ostiz, una obra del griego Theodor Kallifatides mezcla de autobiografía, ensayo y ficción; y un libro de poesía nórdica. Y esta ávida lectora venía de Chundarata, donde había adquirido también dos preciosas obras ilustradas para sus nietas, de 2 y 6 años. “Tendría que haber una ruta de librerías”, decía Mª Carmen Rodríguez, compradora habitual de literatura. “Siempre hay un motivo para comprar un libro. Y en este día -decía por ayer-, a la tradición de celebrar el Día del Libro se une el apoyo que necesitan las librerías”.

Al llegar a su local para abrir ayer a primera hora de la mañana, las libreras de Chundarata Raquel Anocíbar y Maider Díaz se encontraron con una grata sorpresa: el artista urbano LKN había intervenido en el exterior de su librería, a ambos lados de la puerta de entrada, con un sugerente mural en técnica digital alusivo a la fiesta de las letras. “Y cuando lees, puedes llegar al lugar donde viven los monstruos”. Día del Libro. 23-7-2020. Museo de la calle, se leía en el mural, que fue muy comentado ayer por la zona. “Nos ha encantado, ha sido una sorpresa”, decían las libreras, para quienes ayer era en cierto modo un Día del Libro “algo triste”. “Para nosotras es una celebración muy bonita e importante, y no tener la oportunidad de salir a la calle... es una pena. Está claro que económicamente no va a suponer para nada como un Día del Libro normal...”, reconocían, aunque aseguraban haber vivido dos meses -mayo y junio- “buenos” en cuanto a ventas. “Parece que la gente se ha concienciado después del confinamiento de hacer sus compras en el comercio local y de barrio en lugar de en grandes plataformas, y lo estamos notando”, afirmaban.

Xabier Maeztu, de Katakrak, también tiene una impresión positiva del momento: “Tras el parón por el confinamiento, la sensación es buena, la gente viene y compra. Creo que se está leyendo más”, decía ayer mientras atendía a clientes como Aitor Anaut, de 29 años y quien salía del local con una gerbera blanca tras comprar Dejad de lloriquear, “un ensayo sobre la generación de gente nacida en los años 80 y 90”. “Me gusta mucho leer y todos los años aprovecho este día especial para llevarme algo. Además, después de meses parados es una forma de ayudar a los pequeños comercios”, comentaba el joven.

Novela, ciencia ficción, fantasía, ensayo...

En Elkar Comedias, la actividad ayer por la mañana era notable. “Es un día raro, pero ilusionante. Es extraño celebrarlo en julio y, sobre todo, es una pena que no podamos salir las librerías a la calle, porque lo bonito es el contacto con la gente en la calle, y eso falta”, decía Pablo Abarzuza. El veterano librero del casco antiguo ve cómo “se va recuperando” el sector tras el parón por la pandemia. “La gente compra, lee. Igual todo esto ha servido para que mucha gente recupere el placer de la lectura”. Aunque reconoce que aún queda para volver a la anterior normalidad. “Todavía no hay la gente que había antes en la calle. El ambiente que había antes en el casco viejo no se ha recuperado, pero desde luego no podemos quejarnos de la respuesta de la gente” en este momento confuso en el que, apunta Abarzuza, “se lee y se compra de todo, aunque sí ha repuntado un poco la novela”. José Iparraguirre, vecino de Pamplona de 54 años, fue uno de los que se acercó a Elkar Comedias ayer y salió con una flor: “Le llevo a mi sobrina el clásico de Salinger, El guardián entre el centeno. Es adolescente, así que tendrá que leerlo...”, contaba este lector habitual que compra libros “todo el año”.

En la librería Ménades de San Gregorio afrontaban la celebración “con incertidumbre”. “Es algo muy diferente a lo que estamos acostumbradas, que es salir a la calle todas las librerías juntas... Pero ya sabíamos que no iba a ser posible, y menos con los últimos rebrotes que está habiendo”, decía Pilar Escalada, quien atendió a muchos clientes en las primeras horas de la mañana. “Se han acercado bastantes lectores-compradores. Está claro que no se va a vender lo mismo que si estuviésemos en la calle, y creo que mucha gente no se ha enterado de que hoy es el Día del Libro, a pesar de que a nivel nacional se ha hecho una campaña de difusión”, apuntaba esta librera que, además de la tradicional flor, obsequiaba a sus clientes con “una bolsa con libretas y marcapáginas”. Detalles para incentivar el interés y el gusto por las letras, siempre tan necesario. “En nuestro caso la experiencia después del confinamiento ha sido muy positiva. A los clientes fieles se han unido otros, porque mucha gente ha retomado el hábito de la lectura en el confinamiento, así que hemos tenido unas ventas muy buenas. En cuanto a las obras que más le piden, destaca “un género que antes no vendíamos tanto, la ciencia ficción y fantasía”, y el título de un ensayo que está siendo muy demandado: El infinito en un junco, de Irene Vallejo, “sobre la invención de los libros en el mundo antiguo”. Una celebración universal de la literatura como la que se festejó ayer, para recordarnos que, quien lee, vive más veces.