ara Florencio Alonso, el arte no significa. Aparece. En su caso, de inquietas búsquedas en ese margen de libertad y de maniobra que es para él la creación. Y desde esas búsquedas, el artista nos invita a movernos, a trabajar, a rellenar los huecos. En definitiva, a crecer espiritual e intelectualmente. Justo lo que, cada vez más, nos reprime el sistema que nosotros mismos alimentamos.

De estas certezas y muchas otras dudas, preocupaciones e inquietudes nace la exposición que Florencio Alonso comparte con el público en el espacio Apaindu de la calle Curia del casco viejo pamplonés. Un lugar convertido en habitación de juego creativo, en oportunidad para la acción en el que el arte salta reglas y revuelve símbolos apelando al despertar de cada visitante.

No robéis nuestra sombra es el título de esta muestra. Una frase que, como su propio autor advierte, “no obliga al significado de la misma”. Para Florencio Alonso (Estella-Lizarra, 1961), el título es un objeto más de la exposición. “Esto no tiene significado, es aparición”, dice el artista recorriendo con la vista el conjunto de sus obras. “El arte para mí no significa, aparece. Es algo que emerge desde la necesidad de establecer un sitio de acción”. Un spielraum, como él lo llama, sirviéndose de este término alemán que utilizó por vez primera el psicólogo norteamericano de origen alemán Erikson para describir las posibilidades del juego en un entorno humano y creativo. Un margen de actuación que Alonso traslada “a un territorio de fragmentaciones agrupadas en busca de espacio, experimentando lo que está más allá de nosotros”. Lo que está en “una zona liminal intermedia”.

“Me interesa que el objeto esté activo, que no se quede en el ensimismamiento, del que intento huir, sino que intervenga para interpelar. No está ni en un sitio ni en otro, está activo”, explica el artista navarro, que comenzó a crear este proyecto que ahora muestra por primera vez al público a principios de 2019. Un trabajo que se materializa en espacios combinándose en formas inesperadas, sin resolución, abiertas a la ambigüedad y la contradicción, “requiriendo que el espectador rellene los huecos; que sea él el que busque y trabaje, espiritual e intelectualmente”, apunta Alonso, quien se identifica con una frase del psicólogo Erikson que dice: “Las personas son seres activos buscando adaptarse a su ambiente, más que pasivos esclavos de impulsos”.

“Huyo de esa pasividad del ensimismamiento”, remarca haciendo una reflexión que encaja perfectamente con la necesidad actual. “Todo esto surgió antes de la pandemia, pero a veces parece que la intuición coincide con los acontecimientos...”, opina el creador, que ha trabajado en estas obras la fotografía y el dibujo intervenidos digitalmente, y también el lenguaje más convencional de la pintura sobre lienzo -acrílico sobre tela, en este caso-, además de la escultura, en una instalación de suelo resuelta con goma, metacrilato y cemento.

Todo en la exposición invita a moverse, a estar activo en la órbita de los símbolos que socialmente están aceptados -y afectados- y que Florencio Alonso sacude y revuelve fuera de sus límites, saltándose reglas y jerarquías, brindándonos la posibilidad de colocarnos en ese punto liminal que tanto le interesa; en ese margen de actuación, de libertad, que es para él el arte.

Sus obras, que se mueven entre las tonalidades del negro, el blanco y los grises, proponen un juego de desestabilización, construcción y deconstrucción en pro de la interpelación.

“Reivindico la inutilidad del arte”

“Producir un sujeto enteramente identificable, enteramente predecible”, se lee en una de las piezas de pared de la exposición de Apaindu. Un texto del artista inspirado en “lecturas filosóficas” que funciona aquí también como objeto plástico. Y que dice mucho sobre lo que no interesa que pensemos: “la vigilancia absoluta o la omniscencia, el hecho de que ya hoy en día se sabe realmente todo del individuo, hasta tal punto de que esconderse es prácticamente imposible”, dice Florencio Alonso. “Hoy no podemos ocultarnos a través de la materia; todo es transparente, en el sentido peyorativo del término, incluso sin darnos cuenta. Hemos venido huyendo del oscurantismo, pidiendo más luz, y ahora la luz nos traspasa, nos acribilla”.

Y no nos deja ver lo importante. “Claro, no hay lugar para el conocimiento. Porque una cosa es la información y otra el conocimiento. Y esa información arrasadora que nos invade a un ritmo tan feroz no deja al individuo pararse. Todo está proyectado para que el individuo no escuche su silencio”, lamenta el artista. “Por ejemplo, cuando voy a ver Las Meninas en El Prado o al Guggenheim a visitar una exposición, me parece muy triste ver cómo recorre generalmente la gente las obras... El sistema proyecta al individuo para que simplemente consuma ese recorrido sin pararse. Y ahí están las audioguías, que son venenosas para que el individuo se pare. Y se justifican diciendo que viene bien una explicación, pero no, es nocivo para que el individuo se pare y trabaje él, porque realmente la imagen explica mucho por sí sola. Pero parece que el ser humano siempre necesita que le terminen las cosas, que se las den hechas. Siempre se tiende a que un objeto empiece y termine”.

Pero, él lo tiene muy claro, el arte no está ahí. El arte no significa. “Según Wittgenstein, el significado tiene una función determinada, se trata de que algo tiene una utilidad. Y yo desde luego reivindico en este sentido la inutilidad del arte. Y es que el sistema nos lleva a que todo tiene que tener una utilidad y una función práctica. Ese pragmatismo que también intentan metérnosolo en el mundo de arte es nocivo para que el individuo trabaje y crezca. Así que reivindico la inutilidad del objeto, que es lo que creo que más nervioso pone al sistema de consumo”, reivindica el artista estellés.

Aunque el confinamiento no le cambió demasiado -“los artistas nos autoconfinamos a menudo”, asegura-, reconoce que el momento actual de crisis y de falta de libertad de movimiento es “muy incómodo para todos, desastroso”. “Estamos mejor todos libres, y que se pueda recluir el que realmente lo quiera. Porque bastante oprimido está el individuo como para que le vayan poniendo todavía más pegas y más trabas”, opina, asustado de ver cómo asumimos todos los cambios -a peor, en este caso-, tan rápido y de manera tan sumisa: “Es vertiginoso, nos comportamos como corderos, como un rebaño, y eso es muy dramático. Estamos anestesiados por la desinformación y atados de pies y manos por el miedo”.

Suerte que queda el arte. Aunque reconoce que cada vez hay “menos opciones para poder mostrar obra”, Florencio Alonso todavía confía y se ilusiona “en este espacio de libertad, este lugar espiritual que se mantiene al margen para poder desarticular”.

Que no nos lo roben.

La pieza más antigua de la exposición, de 2015, es este ‘ready-made’

creado con una piedra de basalto y unos auriculares.

Título.No robéis nuestra sombra.

Autor. Florencio Alonso.

Lugar. Espacio Apaindu (calle Curia, 7-9).

Fechas y horario. Hasta el 28 de octubre, en horario comercial.

Florencio Alonso Sevilla (Estella-Lizarra, 1961) es un artista dedicado a la investigación plástica, que ha compaginado siempre su faceta de creador con la docencia. Desde 1977 ha participado en numerosas muestras colectivas e individuales. Ha estado presente en la feria de Arco en varias ocasiones con la Galería Moisés Pérez de Albéniz y sus obras forman parte de colecciones y museos como el Museo de Navarra, el Gustavo de Maeztu o la Colección Testimonio de Caixa.

“Me preocupa que hoy en día se sepa todo del individuo; esconderse es prácticamente imposible”

Artista plástico

“Huyo del ensimismamiento; me interesa el objeto que está activo, que interviene para interpelar”