omparten taller en la calle Santa Marta del barrio de la Milagrosa. Un lugar muy querido en el que las dos pintan a diario, cada una con su lenguaje y su narrativa. Teresa Sabaté emplea el hilo y tiende más a retratar la realidad, y a Virginia Santos le gusta perderse -y encontrarse- en la fantasía. Con sus diferencias, también tienen focos comunes: el interés por la naturaleza humana y vegetal. Por la autenticidad, que reside casi siempre en lo más sencillo.

Si ya se conocían bien, después del proyecto que han emprendido juntas a modo de viaje personal y conjunto, mucho mejor.

A pie y mano, que da título a la exposición visitable hasta el 17 de enero en el Polvorín de la Ciudadela, es un proyecto de colaboración que nace de la propuesta, de una hacia la otra, de mezclar lenguajes y narrativas, combinando realidad y ficción con la experiencia compartida. Surgió a raíz de la invitación del Centro de Arte Contemporáneo Huarte de trabajar en conjunto para el programa Habitación. Y decidieron crear en tránsito, viajando de diferentes maneras desde su taller de Santa Marta hasta el Centro Huarte. En ese camino que realizaron a diario durante casi dos meses a pie, en coche, en autobús o furgoneta, las artistas fueron recogiendo “objetos, sensaciones y conversaciones” que acabaron materializándose en una gran pieza que fue creciendo, hasta componer el mural de diez metros que luce en la sala del Polvorín. Lenguajes, anhelos, vivencias y experiencias compartidas se mezclan en esta inmensa obra en la que están marcados con distintos colores los itinerarios de aquellos viajes, y que es fruto de mucho más que un desplazamiento físico de un lugar a otro. “Se trata de un viaje donde al traslado en el espacio y en el tiempo se une una reflexión sobre el proceso de trabajo, una continua negociación de la obra que va surgiendo de manera espontánea y cuyos elementos van apareciendo en cada camino”, explican Virginia Santos y Teresa Sabaté.

“Y es que, durante este recorrido, las cosas que parecen más insignificantes cobran relevancia; lo cercano, lo cotidiano cambia de dimensión para volverse extraordinario. Es un viaje pequeño, tan sólo un paseo, pero a veces, lo que encontramos alrededor, lo que todos los días está ahí pero no nos paramos a observar, cobra una gran importancia si le prestamos atención”, apuntan aludiendo a los elementos y sensaciones en los que enfocaron la mirada en esos viajes diarios, que a pesar de tener siempre el mismo punto de partida y el mismo destino, nunca fueron rutinarios ni monótonos.

Porque lo fascinante de la vida depende en gran medida de nuestra mirada.

Y la que han tenido las pintoras pamplonesas sobre este proyecto ha sido, como es la exposición del Polvorín, limpia, abierta, bella, vital, con sus dificultades pero enfocadas hacia la armonía. “El diálogo ha sido complicado, y eso que hablábamos sin parar...”, reconocen. “Al principio nos costó, porque cada una tenemos nuestro lenguaje, nuestra manera de trabajar la pintura, pero pasamos de la tensión a la comodidad, y el trabajo fue fluyendo” -cuenta Teresa Sabaté-, hasta tal punto que consideran este proyecto “abierto a nuevos viajes, a futuras experiencias conjuntas”.

... y confinamiento

Después de los viajes de la Milagrosa a Huarte, las artistas regresaron a su taller y se reencontraron con Santa Marta. “De un viaje a través de la naturaleza volvíamos a lo urbano”, cuentan en referencia a la calle donde tienen el taller y que, dicen, es “ladrillo, asfalto y tráfico”. Y el proyecto siguió enriqueciéndose. “Queríamos imaginar la calle como un gran jardín, aportándole esa vegetación y el color que no tiene”, dicen las artistas aludiendo al mural que también muestran en la exposición y que, entremezclando óleo e hilo como en el caso del gran mural de diez metros alusivo al recorrido hasta Huarte, representa una Santa Marta querida y soñada. Durante la realización de ese jardín llegó la pandemia y el confinamiento interrumpió la posibilidad de trabajar juntas en el mismo espacio. “Cada una en nuestra casa, nos pusimos a crear obras más pequeñas que no sabíamos si tendrían recorrido dentro del proyecto o no... Y, confinadas, en la distancia y en un aislamiento obligado, vimos y decidimos que lo importante eran las personas”, dice Virginia Santos. De ahí surgen los retratos que han hecho, cada una en su lenguaje y con su técnica, cada una con su mirada, de vecinos y vecinas así como comerciantes de la calle Santa Marta -y visitantes habituales de su taller, como el artista José Miguel Corral, retratado junto a una taza de café “porque siempre viene al estudio a tomar café”-, como una materialización de la importancia de las relaciones con las personas que nos rodean. Esos retratos, igual que un bello cuadro de un ciruelo japonés, “el único árbol que hay en Santa Marta”, acompañan el jardín imaginario de esa parte del barrio de la Milagrosa que tan bien conocen y que definen y han querido representar como “un mosaico de gentes y oficios diversos”.

La forma que ha tomado la exposición del Polvorín viene marcada por el deseo de las pintoras de reciclar, materialmente hablando. “Sin dinero para producción”, reciclar no es solo un deseo y una consigna, una reivindicación de lo sostenible, sino también una demostración palpable de “la precariedad con la que muchas veces trabajamos quienes nos dedicamos al arte”, dicen. “Se trataba de qué hacer con lo que teníamos en nuestro taller”, apunta Virginia Santos sobre la manera en la que han realizado la muestra A pie y mano 2.

Las pinturas de la exposición se acompañan de algunos objetos que simbolizan el viaje que ha supuesto este proyecto, como las botas que calzaron las pintoras en sus recorridos desde su taller al Centro Huarte, un espejo muy especial con la huella del tiempo que es “el primer objeto y el único que compramos para el taller”, cuentan, o unos guantes de boxeo que se encontraron de camino de Huarte -hallazgo que les empoderó ante las dificultades del proceso- y que guardan con cariño como “símbolo de la lucha que es para nosotras el arte, y para todos en general, la vida”.

Título. A pie y mano 2.

Artistas. Teresa Sabaté (Pamplona, 1955) y Virginia Santos (Pamplona, 1975).

Lugar. Sala del Polvorín de la Ciudadela.

Fechas y horarios. Inaugurada el pasado viernes, la exposición se puede visitar hasta el próximo 17 de enero, de martes a sábados de 11.30 a 13.30 horas y por las tardes de 18.00 a 20.30 horas. Domingos y festivos, en horario de mañana, de 11.30 a 13.30 horas. Los lunes, cerrado.

Catálogo virtual a través de código QR. No se ha editado catálogo físico de la exposición por las medidas de seguridad e higiene recomendadas por la pandemia, pero las artistas ofrecen la posibilidad de acceder al catálogo de la muestra de manera virtual, escaneando el código QR que aparece en la tarjeta que se pone a disposición de los visitantes a la entrada del Polvorín.

“En el confinamiento vimos que lo importante eran las personas, y de ahí los retratos”

Pintora

“Ha sido un viaje personal y en conjunto en el que pasamos de la tensión a la comodidad”

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