L parecer, todos tenemos dos almas. El socialismo alberga la marxista y la socialdemócrata. El nacionalismo vasco, una soberanista y otra pragmática. En la derecha española habitan la democrática y la franquista. Es una explicación leve de la dualidad humana (instinto e inteligencia, imaginación y realismo), como si fuera contradictoria y no, según creo, complementaria. ¿Y la televisión? Sí, también tiene dos almas, la honesta y la carroñera. Aquí la telebasura tiraniza las audiencias mediante el populismo audiovisual.

España se ha enganchado a la repugnante riña por una herencia. Millones de ciudadanos asisten complacidos desde hace diez días a la guerra entre Paquirrín y la Pantoja por el legado del padre/marido torero. Una bronca que en Telecinco se celebra a balcón abierto, mañana, tarde y noche, con la Patiño, Jorge Javier y Emma García de notarios del estercolero. Es verdad, las herencias son motivo de terribles desavenencias familiares; pero, aunque acaben a puñaladas, se zanjan en la intimidad. El alma miserable de la tele abre un agujero en la privacidad y desparrama sobre los hogares las heces más famosas.

Mucho antes, en 1995, la sobrevalorada BBC sentó ante el televisor a 23 millones de británicos con una entrevista a Lady Di, en la que la malograda princesa dijo aquello de que "éramos tres en este matrimonio, estaba un poco superpoblado". Veinticinco años después sabemos que aquel diálogo estuvo precedido de coacciones del periodista al mando, Martin Bashir, de las que se valió para que Diana contara sus cuitas de esposa cornuda y su bulimia. Ahora, la corporación ha abierto una investigación sobre la fechoría. A buenas horas, mangas verdes. El sábado pasado fue el Día Mundial de la Televisión. Día de lamento, supongo, por su alma malvada. ¿Dónde está la otra, la veraz y compleja, que no la veo?