El dramaturgo y director de escena navarro Alfredo Sanzol estrenará su nueva obra, El bar que se tragó a todos los españoles, este viernes, 12 de febrero, en el Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional, que ahora mismo dirige. El texto se inspira en la historia de su padre, que abandonó el sacerdocio pasados los 30 años tras experimentar una crisis vital que le llevó a realizar un viaje a Estados Unidos del que regresó transformado. La obra se verá en los próximos meses en el Teatro Gayarre.

Medio centenar de personajes habitan esta historia que, como sucede con todos los trabajos de Sanzol, tiene importantes dosis de humor, así como momentos de gran intensidad, toques de nostalgia y una gran apuesta por la esperanza. Porque la historia particular de Jorge Arizmendi, alter ego del padre del autor, se convierte en universal. "La búsqueda de libertad del personaje en una situación de dictadura es una metáfora de lo que la sociedad española vivía en esa época", en los años 60, y antes, por supuesto. De ese silencio "traumático" que se respiraba en todas las familias, también en la de Sanzol, "y cuyo propósito era protegernos".

Por eso, El bar que se tragó a todos los españoles trata de restituir esos silencios y de emplear la épica de los personajes "para devolver la dignidad a los millones de personas que en España vivían sintiéndose de segunda categoría". "A mí me parece que la escritura, la ficción, da categoría a esos ciudadanos que lucharon por la libertad, por su integridad física y personal y por reconstruir sus vidas", a veces con grandes gestos como el que hizo este cura navarro que en 1963, y a los 33 años, salió de su entorno para "lanzarse a hacer un viaje por Estados Unidos". De ahí que esta obra también nos "confronta con nuestro pasado". Y es que ese concepto del "dolor de España" está presente, como lo estaba ya en Quevedo. "Toda esta historia también tiene que ver con preguntarse qué es España, qué es ser español, qué cimientos pisamos".

Un título que es un homenaje

Cabe destacar en este punto que el título de esta propuesta se refiere, precisamente, a la cantidad de bares que españoles emigrados abrieron en distintos países y que el personaje de Jorge Arizmendi va visitando. "España no se acaba en la frontera, se extiende a través de sus emigrantes, exiliados muchas veces", de personas que tuvieron que irse por motivos sociales, políticos, económicos...

Miles de Ulises

Esta función es "un viaje de aventuras", dice Sanzol, que ha comparecido en rueda de prensa junto a los intérpretes Franceso Carril, que encarna a Jorge Arizmendi; a Nuria Mencía, que da vida a unos cuantos personajes, de entre los que destacan Margaret Miller y la Camarera filósofa, y a la también navarra Natalia Huarte, que aquí es Carmen Robles, trasunto de la madre del autor. "Muchas veces tienes que irte para volver transformado", ha incidido el pamplonés, que se refiere a este Jorge Arizmendi como a "esos miles de Ulises" que a lo largo de la historia han emprendido un periplo "iniciático" en "busca de su identidad".

Eso sí, en todo momento Alfredo Sanzol aclara que, aunque su texto parte de hechos reales, no es autobiográfico. No en el sentido usual. Es cierto que su padre fue sacerdote y que en 1963, en medio de una fuerte crisis personal, pidió permiso y se lo dieron para viajar a Estados Unidos, "con el ánimo de aclarar ideas". Allí vivió numerosas situaciones, algunas se reflejan en la obra, como la de la familia de Texas con la que mantuvo una estrecha relación y que casi le deja el rancho en herencia por lo mucho que se parecía a su hijo, ya fallecido. "Recuerdo que, muchos días, cuando mi padre regresaba a casa del trabajo decía 'y pensar que yo podía tener un rancho en Texas", ha comentado Sanzol ante los medios. De hecho, el cartel de la obra es una foto del padre del dramaturgo ante el famoso rancho. De nuevo, el toque nostálgico y de humor.

"La realidad está en los detalles. Me parece importante quitar la parte cotilla de una historia e ir a las partes más trascendentes, porque eso es lo que nos hace ser una comunidad", ha apuntado, recordando a miles de hombres que, con motivo del Concilio Vaticano II, vivieron la situación de su padre. Además, "mi padre no viajó al Vaticano ni vivió una trama tipo El Padrino, ni tuvo problemas con el tráfico de drogas en Texas", eso pertenece más a la imaginación del hijo, ha bromeado Alfredo Sanzol.

Una interpretación "alucinante"

Para el director, el trabajo de interpretación siempre está "en la base de nuestro arte". Del teatro. Por eso no ha tenido más que palabras de elogio para el reparto, que "ha sido fundamental". "Reconozco que en un momento dado como director me enfadé un poco con el autor -que es él mismo- porque me dio como una locura libertaria y no acabé de pensar bien en la puesta en escena, pero el equipo es tan bueno que lo ha resuelto todo". "Estoy alucinado con el trabajo que ha hecho el reparto; hay cincuenta personajes, más de treinta tienen texto y trama y los actores han sabido dotarles de una gran humanidad", ha explicado.

En cuanto al resto de elementos, Sanzol ha alabado la escenografía de Alejandro Andújar, "por construir este bar en muchos bares" a medida que avanza la historia; la iluminación de Pedro Yagüe; el diseño de sonido de Sandra Vicente, "porque impregna toda la sala de detalles", y la música de Fernando Velázquez, porque ha creado composiciones nuevas que suenan a otra época. Como rancheras, piezas de jazz, de soul, temas melódicos, música italiana, country... Tampoco ha olvidado el director a las/os responsables de la caracterización de los personajes, de las coreografías... En ese sentido, ha afirmado que El bar que se tragó a todos los españoles es "un espectáculo total".