lfred Hitchcock llegó a ser tan famoso como las estrellas que salían en sus películas, ahí es nada si se repasan los repartos de la extensísima filmografía de un director capaz de crear una imagen de marca reconocible, un estilo que el ilustrador Abe the Ape captura en Alfred Hitchcock: el enemigo de las rubias.

Que nadie busque aquí una compilación de datos y fechas de la carrera del autor de Vértigo, de “ese tipo de libros ya hay muchos”, señala Abe en una entrevista con Efe, en la que deja ver su pasión por el director, sin apartar la mirada ante la complicada personalidad del realizador que hoy no superaría el test del algodón del #metoo por la misoginia, y algo más oscuro, que sufrieron varias de las actrices con las que trabajó (y se obsesionó).

Hitchcock elegía bien a sus protagonistas, a ser posible rubias, sofisticadas y distantes y a varias de ellas, a Grace Kelly, Ingrid Bergman, Kim Novak, Joan Fontaine o Janet Leigh, por citar algunas de las elegidas para estas páginas, está también dedicado el libro.

Es todo un homenaje, pero lo es bajo el prisma estilístico y el humor de Abraham Menéndez (Gijón, 1977) nombre en el DNI del ilustrador, que considera al director inglés un “verdadero Dios”, capaz de convertir “cada plano en un cuadro” y de sublimar en títulos como La ventana indiscreta o Con la muerte en las talones la elegancia y la prosperidad de la América de posguerra.

Fue el editor de Lunwerg Javier Ortega, quien, tras conocer su trabajo a través de una amiga común y de instagram, y de palpar su fascinación por las divas y la estética de los cuarenta y los cincuenta del Hollywood dorado, le propuso el proyecto sobre Hitchcock “del que se ha publicado mucho, pero nada así ilustrado”.

Norman Rockwell, Disney, los editoriales de moda de Harper’s Bazaar y de Vogue y “todos los talentos de la fotografía que pasaron por las revistas Condé Nast, los más creativos a la hora de mostrar aquella elegancia”, resumen el imaginario de las ilustraciones de Abe, acompañadas de textos del propio artista sobre la carrera del director y equipo más cercano (Saul Bass, Bernard Herrmann...)

De los 53 filmes del fetichista realizador, el libro se detiene en una veintena, entre ellos, 39 escalones, Rebeca, Sospech, Crimen Perfecto, La ventana indiscreta, Psicosis y, sobre todo, las preferidas de Menéndez:Vértigo, una “obra de arte en cada encuadre, y Encadenados, mi favorita, sin duda, por su trama, por la química entre Cary Grant e Ingrid Bergman”, comenta el autor.

En cuanto a las actrices, Abe the Ape dedica un apartado a las más emblemáticas, y “especialmente a aquellas de vidas turbulentas”, como la hoy olvidada y desinhibida Tallulah Bankhead, que participó en Náufragos, o Marlene Dietrich, “que hizo con él una peli menor, Pánico en la escena, si es que hay un Hitchcock menor”, o Carole Lombard y “una de sus grandes amigas dentro de la industria”.

Y es que el británico tuvo pocas compinches en el mundo del cine -más allá de su esposa, la guionista y “oráculo de sus filmes”, Alma Reville- situación a la que no ayudaban nada afirmaciones suyas que el libro recoge y que leídas ahora dejan pasmado: “El problema de hoy en día es que no torturamos a las mujeres lo suficiente”.

De hecho, Alfred Hitchcock: el enemigo de las rubias juega con el título (en español) de una de sus primeras películas, The lodger: a story of the london fog, de 1927, que resume el enfermizo vínculo que el director mantuvo no sólo con las actrices, sino con las mujeres, a quienes gustaba espiar, como el voyeur James Stewart hacía en La ventana indiscreta.

Grace Kelly, con la que trabajó tres veces, fue su paradigma, la mujer rubia, aparentemente fría, en la que “veía un volcán sexual latente”, comenta Menéndez sobre esta fijación de Hitchcock, al que no le atraían -como reconoció a Francois Truffaut en sus famosas conversaciones- las mujeres italianas o francesas, ni tampoco la rubia por excelencia del cine, Marilyn Monroe: “Lleva la palabra sexo colgada del cuello como si fuera una joya”, llegó a afirmar.

Tippi Hedren, apunta el ilustrador, pagó los platos del Hitchcock más desatado en su papel de abusón, y a ella, “obsesionado por encontrar a una nueva Grace Kelly, convertida ya en princesa, la puteó muchísimo, con provocaciones sexuales de todo tipo en el rodaje de Los pájaros”, cuyo plató la actriz acabó abandonando gritando: “¡Puto cerdo gordo!”, recoge el libro.

Aunque, por contrato volverían a rodar juntos en Marnie la ladrona, el director, rabioso por el rechazo de la actriz a sus insinuaciones, puso todo su esfuerzo en acabar con la carrera de la madre de Melanie Griffith, impidiendo que fuera la protagonista de Fahrenheit 451, papel que recaería en Julie Christie.

“Hoy sería impensable la relación que Hitchcock mantenía con sus actrices. No duraría nada, se lo hubieran ventilado. Aunque haya que situarlo en una época, no se puede entender esa manera de tratarlas, había un componente perverso en su mentalidad hacia la mujer, con tendencias incluso sádicas”, afirma el autor del libro sobre este director manierista, que supo ser comercial, y obtener el favor del público con sus obsesiones.

A pesar de ese innegable lado tenebroso, Abe the Ape cree que los grandes directores están, en mayor o menor medida, influidos por la oronda sombra de Hitchcock.

“Es un director de directores, es la Biblia, todo aquel que haya querido ser director se ha empapado de sus películas”, defiende el ilustrador que conjetura que si el realizador, fallecido en 1980, viviera hoy, le gustaría trabajar con Charlize Theron o Cate Blanchet, “mujeres un poco etéreas, pero sobre todo rubias”.

Menéndez, que estudió diseño de moda, publicidad y “una especie de máster de cine”, está muy centrado ahora en el mundo de la cerámica, con colecciones en las que combina series de animales con platos dedicados a series famosas como Las chicas de oro, y por casualidades de la vida han acabado decorando los salones de figuras míticas del cine como Angela Lansbury o Isabella Rossellini.

“Había un componente perverso en su mentalidad hacia la mujer, con tendencias incluso sádicas”

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