Frente a la base naval de Rota (Cádiz), tras el cordón policial que acordona la brutal escena, un grupo de vecinos clama que se haga justicia: el cuerpo de la joven Diana Buffet yace salvajemente mutilado y con unas enormes alas cosidas a su espalda. Ni las cámaras ni el helicóptero de vigilancia de la base han captado una sola imagen que pueda servir a la investigación. Es algo incomprensible. La sargento Patria Santiago sabe que el asesino va a volver a matar, pero nadie la cree, ni siquiera el cabo Sacha Santos -a quien le gustaría ser algo más que su compañero-, porque al igual que piensa el resto de Rota, Patria ha convivido con el dolor demasiado tiempo como para ser de fiar. Este el resumen de la segunda novela de Men Marías, La última paloma, un thriller lleno de sentimientos y con muchas contradicciones.

Tiene usted dos novelas en las librerías, Pukata, pescados y mariscos, la exitosa primera, y ahora La última paloma. Y nada que ver en géneros la una con la otra, ¿no?

-La primera era más de personajes y de las historias personales de cada uno de ellos. Podría decir que Pukata, pescados y mariscos es una novela muy emocional, mientras que La última paloma responde a un thriller de lo más clásico.

¿Un thriller sangriento?

-Hay sus dosis de sangre, sí, pero para mí no deja de ser la parte más anecdótica de esta historia. El libro va mucho más allá de lo que es un crimen, una desaparición o un escenario más o menos truculento.

¿Cuánto tiempo lleva usted escribiendo?

-No lo sé muy bien, porque puedo decir que he escrito siempre. Tengo cuentos, quizá muy infantiles, desde muy chiquitita. Escribía cosas, pero no con la intención de ser escritora. Contar historias era algo que venía conmigo, que tenía dentro, pero no era consciente de que algún día querría publicar. O sí...

Y ha tenido la suerte de poder hacerlo. Su primera novela obtuvo un accésit en el premio Torrente Ballester.

-Y también le dieron el premio Carmen Martín Gaite. Supongo que una vez que te han reconocido un trabajo tienes más suerte después a la hora de publicar. Esta novela de ahora, La última paloma, es la primera que publico con Planeta. Publicar es una suerte. Es cierto que hay muchos autores y muchos libros, pero todo consiste en insistir mucho y no rendirte.

¿Tiene más historias guardadas?

-Muchas, y las tengo en un cajón, pero es una circunstancia que viene dada con el hecho de escribir. Hay facultades y escuelas para enseñarte muchas profesiones, pero a escribir no te enseña nadie. A veces se piensa: Escribo una novela y se venden miles y miles de copias. Pues no, cuesta y hay que insistir mucho. Hay suerte, no digo que no, y yo me siento una privilegiada, pero detrás de cada uno de mis dos títulos te aseguro que hay mucho esfuerzo.

¿Le es fácil cambiar de un género a otro? Los autores casi siempre se aferran a uno y lo van matizando a lo largo del tiempo.

-Es que a mí no me gusta encuadrarme en géneros literarios. A lo mejor la próxima novela no tiene nada que ver con el thriller o con una historia intimista. Concibo al género como una caja, y esa caja la puedes pintar de negro, de rosa o de amarillo. Pero a mí lo que me importa es lo que hay dentro, qué historia salta a manos del lector cuando abre esa caja. No me siento identificada con un solo género.

En su novela, Patria Santiago está al frente de una investigación muy compleja. Ella también es un ser muy complicado y difícil de entender.

-Ha tenido momentos muy dolorosos en su vida y quizá desconcierta esa relación que tiene con su propio dolor. Arrastra un pasado muy determinado, y no doy muchas pistas porque hay que leer el libro. Pienso que al final el lector acabará empatizando con ella y viendo lo ocurrido desde un punto de vista diferente.

Patria, además, asusta un poco.

-Me daba miedo hasta a mí. Ella se autolesiona y los que la rodean tienen cierto recelo. Es un personaje fuerte, pero también muy frágil.

¿Es usted también diversa en géneros a la hora de leer?

-Sí, leo de todo. De hecho, ahora mismo estoy leyendo una historia que podría estar dentro de lo que llamamos thriller y a la vez estoy leyendo poesía. Lo que más leo siempre es novela, pero de cualquier género, no me ciño a nada y eso es muy bueno, porque también me ayuda a encauzar el camino de mis escritos.

La última paloma la sitúa en Cádiz, ¿una cuestión de raíces andaluzas?

-No es tanto por eso como por buscar en la oscuridad que se oculta en una zona tan luminosa como puede ser Andalucía. Tengo familia en Asturias por parte de mi madre y da la sensación de que, por una cuestión de clima, el Norte es más oscuro, más sombrío, y parece por ello más propenso para un crimen, pero no, en lugares como Cádiz también pueden pasar muchas cosas, muchos sucesos.

¿Y cómo llegó a Rota?

-No tenía claro dónde iba a ubicar mi novela, ni tampoco cómo encuadrar la trama. Investigando, me encontré con la llegada de los americanos a Rota en la década de los 50. Me pareció que podían salir historias muy seductoras de ahí. Había un choque cultural entre los americanos y los habitantes de la zona, y también me interesaron las historias tan turbias que hay detrás, toda la cantidad de mujeres que desaparecieron, hechos que nunca fueron investigados.

¿Es real su novela?

-Sí, son historias que me ha contado la gente del pueblo, y luego llega la parte de ficción. Lo que ocurrió en aquellos años me pareció algo muy interesante y también muy poco conocido. Hay mucho silencio y nada de documentación, ni gráfica ni escrita. Hay documentales sobre el influjo cultural, pero detrás de la algarabía se escondían historias muy turbias.

Las desapariciones ocurrieron en los años 50, pero su novela arranca en la actualidad.

-Se abre con la aparición del cuerpo de una chica de 19 años estudiante de Periodismo a la entrada de la base americana. Ha sido salvajemente mutilada y lleva unas grandes alas cosidas a la espalda. La única pista que existe para resolver el crimen es la investigación que la joven realizaba sobre una de las chicas desaparecidas con la llegada de los marines norteamericanos.

¿Por qué no se investigaron esas desapariciones?

-Porque la policía de EE.UU. las encubría, y la española no funcionaba. Han ido pasando los años y es el tiempo el que ha servido para terminar de ocultar todo lo que ocurrió en aquellos años.

¿Cómo fue en líneas generales esa llegada de los americanos?

-Fue una revolución. Cuando llegaron, el agua que se utilizaba en Rota se sacaba de los pozos. En poco tiempo todo cambió, visto desde un punto de vista material, a mejor. Muy rápidamente empezaron a funcionar más de cuarenta bares, y también llegaron prostitutas de todas las nacionalidades. Llegaron por ejemplo el primer restaurante chino de España y el primer autocine de Europa, el tabaco de contrabando y la novedosa eau de toilette. Las jovencitas hacían cola cada vez que llegaban los marines para llevárselos del brazo.

Estudió usted Derecho, luego no escogió precisamente una carrera relacionada con la literatura.

-Es que yo no veo a una persona de 18 años capacitada para saber lo que quiere hacer el resto de su vida. Muchas veces te dejas influenciar por la familia, incluso por amigos. De todas formas, el Derecho y la escritura se retroalimentan. En el mundo de la abogacía se ve mucho al ser humano, se ve cómo somos en determinadas circunstancias, sobre todo cuando lo haces con casos penales.

¿Ha trabajado como abogada?

-Sí, en su momento lo hice, pero ya no. Ahora estoy centrada en la literatura.

¿Dan de comer mejor las letras que las leyes?

-Depende, creo que va por rachas. Lo que a mí me interesa ahora es seguir desarrollándome como escritora, así que habrá que ajustar lo del comer a cómo me vaya en la escritura.

Ha confesado que su tierra la ata mucho.

-Es que Andalucía son mis raíces y eso es lo que me ata al mundo. Es el lugar del que vengo y en el que estoy ahora mismo. Estudié fuera, pero volví. Andalucía es mágica para mí. Veremos cómo evoluciona todo y si sigo aquí o no, pero de momento me aferro a mi presente y ese presente es andaluz.

¿Tiene escenario elegido para su próxima novela?

-No, estoy esperando a ver cómo evoluciona esta. Quiero sentir lo que la gente opina de ella. Además, estoy teniendo una promoción muy intensa. Ahora mismo no puedo dedicarme a otra cosa que a atender esto, pero dentro de no mucho tiempo me volveré a sentar a escribir.

¿Quién le inspiró un personaje como el de la sargento Patria Santiago?

-Siempre digo que es un poco Frankenstein. Patria son pedazos de muchas personas.

¿Personas conocidas?

-Sí, y también desconocidas. Incluso tiene pedazos de mí. Es un personaje que presenta cosas a las que yo aspiro y otras de las que huyo. Es una especie de conglomerado.

Hay otro personaje, Sacha, que parece la otra cara de la moneda que muestra la sargento Santiago.

-Yo le tengo mucho cariño a Sacha. Él tiene una visión de la vida que a mí me hubiera gustado tener, pero no lo consigo. Me lo tomo todo mucho más en serio. Él ve la parte fácil de la vida y es lo que queremos todos, pero que no consigue casi nadie. Me gusta mucho esa pureza a la hora de ver la vida.

Una pureza que suele desaparecer cuando se empieza a entrar en la vida adulta...

-Y es una pena. Tendríamos que ver la vida con unos ojos más limpios, más dispuestos a gozar y a disfrutar. Tendríamos que dramatizar menos y reírnos más.

Pues su historia no hace reír precisamente.

-Estoy de acuerdo, pero me parece que merece la pena conocer cosas que han quedado enterradas.

En su anterior novela se hablaba de comida. ¿Le gusta la gastronomía?

-Mucho. Pienso que la gastronomía y la música son las mejores embajadoras de cualquier cultura. Comer es algo que me apasiona y a lo que espero no tener que renunciar nunca.