David Rubín (Orense, 1977) nos recibe este jueves en una de las salas del Palacio del Condestable que acoge su exposición Sacrificio y ascensión, con trabajos que recogen su trayectoria como dibujante y guionista de cómic durante 15 años. Está pintando un mural. Un gran mural, mejor dicho. Se presenta con amabilidad y una sonrisa tras la mascarilla. Es cercano y su tono de voz no suena nada imponente. Al contrario que su currículum. Porque este autor, creador de títulos como Ether. La muerte de la última Llama Dorada, El Héroe o Gran Hotel Abismo, es uno de los más reconocidos a nivel nacional e internacional, recibiendo diferentes nominaciones a los premios Eisner, los Oscar del mundo de los cómic. En definitiva, una eminencia de esta disciplina cuyos trabajos se encuentran, por fin, en el Salón del Cómic de Navarra.

¿Qué está dibujando?

-Estoy haciendo un mural que acompaña a la exposición en el que rindo homenaje a uno de mis héroes de los cómics. No a un personaje, sino a un autor que hizo que yo me iniciara en la lectura de cómics y amase el dibujo: Jack Kirby, un autor americano de cómics que inventó todos los personajes de Marvel que ahora son conocidos por las películas.

Cuéntenos algo más sobre ese David Rubín que se inició desde pequeño en el mundo del cómic...

-Fui un chico de una ciudad de provincia, de Orense, que lo tenía todo en contra para poder tener una carrera en el medio del cómic. Y, en cambio, mira, a base de esfuerzo, de talento, de sacrificio y de autocrítica un día dices: "Coño, pero si estoy viviendo de esto".

Desde luego, la constancia es algo que se aprecia en esta exposición, con más de 250 piezas suyas...

-Es lo que quiero transmitir. Que sea cual sea la pasión de una persona, si le mete esfuerzo, ganas y talento puede conseguirlo. No voy a mentir, es jodido y es un camino pedregoso. No se consigue a la primera. Yo no sé cuántos libros llevaba ya publicados cuando me di cuenta de que estaba viviendo de esto. Durante mis diez primeros años como autor yo no podía vivir al 100% del cómic. Pero no dejé de hacerlos, no me rendí y por eso ahora me va bien.

Compaginaba el oficio de dibujante con su trabajo en una productora de cine, ¿no?

-Sí, y durante bastantes años pude hacer las dos cosas. Trabajaba en el cine y, cuando salía, me metía con los tebeos. Pero llego un momento, con casi 30 años, en que me di cuenta de que así no podía seguir. Y tuve que elegir. El cine me daba mucho dinero y una estabilidad económica pero no me hacía feliz ni por asomo. Así que decidí jugármelo todo a una carta: dejé mi trabajo en la productora e hipotequé mi vida para publicar El héroe (2011), que funcionó muy bien. A partir de ahí me empezaron a llegar ofertas estadounidenses y de otros lugares.

¿Cómo era el panorama del cómic cuando usted se inició en este mundo, digamos, a finales del siglo pasado? Nada que ver con lo de ahora, ¿verdad?

-Nada que ver. Era un erial absoluto. A los autores y autoras de mi generación nos considero la generación de la mierda, porque cuando empezamos a publicar era algo parecido a cuando te dicen que hay una fiesta muy guay en un sitio y cuando llegas ya ha terminado. Es decir, empezamos a publicar justo cuando cerraron todas las revistas de cómic en España, cuando los editores dejaron de publicar cómic en español porque decían que no vendía bien... Vamos, el panorama era lo más desalentador que te puedas imaginar.

Ahora, al menos, el cómic está mucho más valorado que antes. ¿Estamos viviendo los años dorados de esta disciplina o aún hay trabajo por hacer?

-Falta mucho trabajo. No hay que ponerse laureles ni cantar victoria, pero también hay que saber disfrutar de las batallas ganadas y del terreno conquistado, que no es poco. La situación ha cambiado mucho en los últimos años, con muchos más lectores y variados. También hay muchas más mujeres, lectoras y autoras, como una exposición de este Salón que se dedica a Laura Pérez, quien, para mí, es la mejor dibujante que hay en España en estos momentos.

¿Qué sacrificios ha hecho David Rubín para ascender hasta la cúspide en está ahora?

-Muchísimos. Es maravilloso trabajar en algo que te hace sentir realizado y me considero un privilegiado por eso. Pero esto conlleva una serie de sacrificios que muchas veces se omiten, como la falta de tiempo para tu familia, tus amigos o tu ocio personal. Por eso, para mí es muy importante que cada obra que hago me interese de verdad. No lo hago ni por status ni por dinero. He dicho que no a cosas por las que otros matarían porque sabía que no me llenarían, y no quería quitar tiempo a todo lo que de verdad amo por hacer algo en lo que no creo.

¿Qué opina de las adaptaciones cinematográficas de algunos personajes de cómics?

-Si te digo la verdad, me dan bastante igual. No soy muy fan. Aunque me parece que están bien porque tienen una buena función. Ojalá a toda la gente que disfruta de ellas les apeteciera acercarse a los cómics en los que se basan.

¿Y si Netflix llama a su puerta?

-Les diría que encantado de la vida. Mi obra es el cómic; con lo otro, que hagan lo que quieran.

¿Le gustan los superhéroes?

-Claro. Yo crecí leyendo tebeos de superhéroes. No me gustaba leer Mortadelo y Filemón porque en el fondo tú lo que buscas es empatizar y sentirte identificado. Y cuando eres un chaval, quieres ser Batman o Superman o Spiderman; no quieres ser un tipo calvo que tiene un colega con pantalones rojos. Yo quería ser Spiderman, con sus problemas de no poder pagar el alquiler y una novia que le dejaba, y que estaba jodido pero cuando llegaba el malo de turno tenía que salir a pelear cuando lo que le apetecía era quedarse llorando en casa. Con esto consigues empatizar con ellos. Y hoy en día los superhéroes cumplen la función que cumplían los mitos griegos. Sirven de inspiración.

¿Y por qué nunca ha trabajado en Marvel o DC Cómics?

-Porque eso es como jugar con los juguetes de otro, y encima como él te dice que juegues. Y eso no me interesa en absoluto.