Extractos de sus memorias puestos en relación -asincrónica pero no caprichosa, advierte su nieta en el prólogo- con pasajes de sus novelas, guiones o poemas vertebran la antología sobre Fernando Fernán Gómez que acaba de publicar Blackie Books para celebrar su centenario.

Su nieta Helena de Llanos y el editor Jorge de Cascante han llevado a cabo la selección que se completa con 300 fotografías -algunas inéditas-, cartas manuscritas -entre ellas las que escribía a los Reyes Magos pasados los 80-, storyboards o carteles de cine y teatro.

El libro forma parte de la colección El Libro de... con la que esta editorial homenajea a artistas “realmente especiales” y que arrancó con los dedicados a Gloria Fuertes (2017) y a Miguel Gila (2019).

Desde su nacimiento circunstancial en Lima durante una gira que realizaba su madre, la actriz Carola Fernán-Gómez, y su traslado a Madrid nueve meses después, al día en que la Academia de Cine le premió con 4 Goyas en su primera edición (1987) y él no se presentó en la gala, el libro es un repaso en primera persona a la historia de España del siglo XX.

De la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, recuerda ir con su abuela a celebrarlo a la Puerta del Sol. Tenía 9 años. “Faltaban muy pocos años para que me enterara de que aquel gentío no era todo el pueblo de Madrid sino algo más de la mitad”, señala en el libro.

El verano en que estalló la Guerra Civil, la misma abuela -Carolina Gómez, que era quien se ocupaba de él- le envió a Colmenar Viejo en lugar de a las playas del norte, porque “todo el mundo pensaba que iba a ocurrir algo, aunque nadie se imaginaba que aquel algo iba a resultar lo que resultó”.

Fernán Gómez habla del miedo del viaje de vuelta, para lo que precisó un salvoconducto, de la escasez de víveres a partir de entonces, de las colas del hambre, del sonido de las bombas y de su refugio en el sótano, donde aprovechaba para estudiar con el libro de Química.

“Con la Guerra Civil se acabó para mí el mundo aquel de la calle y a ese mundo lo sustituyó la lectura”, apunta. También fue la Guerra lo que le empujó a tomar la decisión de ponerse a trabajar. La solución “más lógica” era hacerlo como actor.

Muchos de estos recuerdos están extraídos de sus memorias, “El tiempo amarillo”, que recientemente reeditó Capitán Swing.

Sobre su ideología dice que siempre le pareció más justa la economía socialista que el arréglatelas como puedas liberal. “Que el Estado sojuzgue al individuo me parece delito, que el hombre abandone al hombre también”, añade. De ahí su simpatía por el anarquismo, pero admite que “hay muchas posibilidades de que el estilo de vida anarquista no sea viable”.

El volumen incluye además páginas en relación a los hitos de su carrera, desde su salto como actor al cine a su debut como director (Manicomio, 1954), anécdotas de su trabajo con Berlanga y Bardem en Esa pareja feliz (1951) y sus películas más importantes, El extraño viaje (1964), El mundo sigue (1965) o El viaje a ninguna parte (1986), con la que triunfó en aquellos primeros Goya.